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Percival Manglano

'Maverick' Aguirre

Gripado por su inercia burocrática, el sistema político español está pidiendo a gritos una reforma que remueva sus aguas.

Samuel Maverick fue un ganadero, abogado y político tejano del siglo XIX. Nacido en la Costa Este de los recién independizados Estados Unidos, emigró a Texas en la década de 1830 para buscar fortuna. Al cabo de los años comenzó a ser conocido por una extraña costumbre: se negaba a herrar a su ganado. Quizá sus terneros le importaban menos que su carrera política (fue elegido diputado a la asamblea del estado varias veces), o quizá era una estrategia para quedarse con cualquier res sin marcar que pudiese encontrar. El caso fue que su empecinamiento tuvo un doble legado en la lengua norteamericana. Un maverick en EEUU es, por un lado, un ternero sin marcar y, por el otro, un político definido por su independencia de criterio y por su inconformismo.

España no es país para mavericks. La férrea disciplina de partido, sustentada en las listas electorales cerradas y bloqueadas, ha prevenido que aquí nadie pudiese basar su carrera política en la independencia de su discurso e ideas. Tan positiva es la connotación de la expresión maverick en inglés como negativa lo es la de verso suelto en español.

Cuando la política se pone en manos de aparatos burocráticos y no de representantes individuales, las individualidades tienen tendencia ser vistas como individualismos. Ahora bien, cuando ésa forma de ejercer la política entra en crisis –como claramente lo ha hecho en España– se dan las condiciones para que surjan individuos que abanderen alternativas de cambio y de regeneración.

Esperanza Aguirre se está convirtiendo en una maverick. Nunca le costó decir lo que pensaba, pero en estas fechas está proponiendo cambios radicales de la política española. Y lo hace con la fuerza que le da haber ganado las últimas elecciones a las que se presentó –las autonómicas de 2011– en 175 de los 179 municipios de la Comunidad de Madrid.

Su último artículo es toda una declaración de intenciones: "Ha llegado la hora". En él aboga por una profunda regeneración de la política española basada en el cambio de la ley electoral, para acabar con las listas cerradas, y en la llegada de la democracia interna a los partidos, a través de primarias para elegir a sus candidatos electorales.

Pero quizá sea su conclusión la idea más importante del artículo:

El partido que antes dé los pasos necesarios para democratizarse por dentro y para acabar con esa distancia que ahora separa a los políticos de los ciudadanos será reconocido por ello y afrontará con ventaja las próximas citas electorales.

Lo que Aguirre está diciendo es que los próximos comicios no van a poder afrontarse como hasta ahora. El elector no va decidir su voto en función de promesas electorales de buena gestión o de pequeñas reformas del sistema existente; lo va a hacer en función de la credibilidad que tenga quien abogue por una transformación en profundidad del sistema.

Y esa credibilidad la tendrá quien sea capaz de reformar su propio partido político. Nadie va a confiar en un candidato que prometa mejorar España, su comunidad autónoma o su municipio si no lo ha hecho previamente con su propio partido político.

El PSOE ha empezado a mover ficha, pese a la farsa de Susana en Andalucía. Ocultado en parte por el desencanto olímpico, el Partido Socialista Gallego eligió en primarias el pasado fin de semana a quien deberá convertirse en su nuevo secretario general: el presidente de la Diputación de Lugo, José Ramón Gómez Besteiro (ilustre segundo apellido el suyo; ojalá el socialismo español se hubiese forjado en la línea de lo defendido por D. Julián). Una encuesta de El País el pasado domingo ponía al PSOE por primera vez en años por delante del PP en intención de voto.

En la presentación de Pisando charcos en marzo pasado argumenté que la regeneración democrática española no pasará por un Pacto de Estado, sino por la iniciativa de los partidos políticos en función de sus intereses electorales. La evolución de las encuestas –en particular, las del PP– en estos últimos seis meses no ha hecho más que reafirmarme en esta idea.

Gripado por su inercia burocrática, el sistema político español está pidiendo a gritos una reforma que remueva sus aguas. Maverick Aguirre seguramente sea la persona más indicada para hacerlo con sus ideas y con sus iniciativas.

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