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Pío Moa

La sórdida alianza

La figura de Felipe González quedará para la historia como símbolo de la época de peor corrupción, probablemente, en la historia española contemporánea. También de otras cosas, no todas malas, pero de esa, desde luego. Juan Luis Cebrián personifica el encubrimiento de la corrupción desde los medios de masas, y Arzallus el separatismo antidemocrático y racista, aliado con el pistolerismo. Los tres se presentan como demócratas y moderados, en un abuso del leguaje muy coherente con aquel intento de presentar como “sindicato del crimen” a quienes denunciaban la corrupción, pues a tal grado de manipulación e inversión de los valores llegó el encubrimiento de las corruptelas del felipismo.

Pasando revista a los años de democracia, vemos que ésta ha sufrido tres gravísimos y persistentes peligros: el terrorismo, la corrupción y la desvirtuación de la independencia judicial. Esos peligros están concentrados en los tres personajes, que intentan formar una alianza contra quienes defienden la unidad de España y el estado de derecho.

¿Qué hará el PSOE? Como indiqué otra vez, la historia de este partido muestra una fuerte tensión entre la defensa y el ataque a España, entre la tendencia totalitaria y la democrática. González finge equiparar lo que llama nacionalismo español, defensor de las libertades y la ley, con el nacionalismo aranista, tan dañoso para la libertad de todos, empezando por la de los vascos a quienes dice defender contra inexistentes agresiones. Pretende aislar a “la derecha española”, y apoyar en cambio a la ultraderecha aranista, disimulando sus fechorías en Vasconia. Los socialistas vascos, que conocen bien la situación porque la sufren directamente, más una amplia opinión en el resto del PSOE, no dispuesta a seguir tragando las ruedas del molino del democratismo del PNV, han propiciado el Pacto Antiterrorista, pero no es seguro que esa política se asiente. Las fuerzas en contra son muy poderosas. Baste pensar que el grupo de Polanco constituye hoy el verdadero aparato de propaganda del PSOE, al que tiene, así, cogido por el cuello.

Con todo, esta sórdida alianza lo tiene difícil. Ibarreche acaba de rechazar el apoyo de EH porque ésta no condena a ETA. El problema es: ¿la condena Ibarreche?. No quiero decir si la condena retóricamente, que eso carece hoy de valor, sino si está dispuesto a usar los poderosos medios legales que le concede el estatuto para defender la libertad y hacer cumplir la ley y a dar marcha atrás en sus campañas de fanatización de los vascos. Ésta tiene que ser exigencia fundamental y la base de la política de los demócratas en Vasconia. Ahora veremos lo que hacen unos y otros.

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