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Pío Moa

Un error, creo, de Julián Marías

Habían adoptado una ley romana que prohibía los matrimonios entre godos y romanos, y entonces renunciaron a ella: esa ley, nunca muy cumplida, permitía a la población goda mantenerse como tal.

En su muy recomendable España inteligible, Julián Marías afirma:

En mi Imagen de la India dije hace muchos años que los ingleses habían sido los visigodos de la India moderna. Fueron ellos los que superpusieron a una pluralidad casi ilimitada una unidad –ciertamente desde fuera–, gracias a la cual ha sido posible la India actual (…); una administración, un sistema jurídico, una organización de la enseñanza, de los servicios públicos. Sobre todo, aunque fuese "impuesta", una unidad de poder.

La comparación, inspirada por una ocurrencia disparatada de Ortega (no siempre acertaba en sus pensamientos) me parece profundamente errónea en todos sus puntos. La cultura inglesa en el siglo XIX era claramente superior en la mayoría de los aspectos a la de los indios, mientras que en España ocurría exactamente al revés: la cultura hispanorromana estaba muy por encima de la visigoda. Tampoco puede compararse, ni remotamente, la diversidad cultural y étnica de la India con la de Hispania, a la que siete siglos de presencia romana había homogeneizado de forma profunda, si exceptuamos pequeños núcleos de las montañas próximas al litoral cantábrico: ya no quedaban íberos, celtas, etc., y en su casi totalidad los hispanos hablaban latín, se regían por el derecho romano y por costumbres latinas, y eran católicos, entre otras cosas.

Además, al haber caído el poder político de Roma, disponían de su propia organización civil basada en el episcopado, una organización permitida por los godos, cuyas primarias instituciones no les permitían administrar el país por sí solos. Los godos no tuvieron que imponer una administración, ni un sistema jurídico (la mayor parte del tiempo aplicaron el suyo, aunque cada vez más romanizado, al pueblo godo, y dejaron el romano a la población indígena). Tanto la enseñanza como los servicios públicos, en la medida en que subsistieron y se desarrollaron, fueron mucho más asunto de la población latinizada que de la germánica.

Tampoco hay similitud alguna entre la posición de los godos y la de los ingleses. Estos permanecieron siempre como un poder ajeno y externo a la India, basado en una potencia a miles de kilómetros; los godos llegaron a España como un pueblo invasor sin base territorial estable, habiendo migrado desde Suecia y pasado por las actuales Polonia, Ucrania y todo el sur de Europa, y que en cualquier momento podían haberse marchado de España sin dejar una huella marcada de su presencia. Y así continuaron durante largo tiempo hasta que, con Leovigildo, pasaron a identificaron plenamente con el país, renunciaron a la mayor parte de su tradición político-cultural germana y acabaron de identificarse con la población local al adoptar, con Recaredo, el catolicismo. Antes habían adoptado una ley romana que prohibía los matrimonios entre godos y romanos, y entonces renunciaron a ella: esa ley, nunca muy cumplida, permitía a la población goda mantenerse como tal. Una vez abolida, el proceso de disolución de su etnia en la población hispanorromana –culturalmente superior, insistamos– tuvo que ser bastante rápido, aunque entre la nobleza perdurase más el orgullo de los orígenes.

La labor de Leovigildo y de Recaredo no se entiende sin la presión permanente hispanorromana, presión inconsciente a través de la masa popular y el continuo intercambio de todo tipo, y consciente, política, a través del episcopado. No menos, sino más importantes en la formación de la nación, fueron esas presiones e iniciativas que las de los propio visigodos. En realidad están claras las tendencias unificadoras y nacionalizadoras de los hispanorromanos, apoyadas por la mayoría de los reyes y siempre perturbadas por una oligarquía nobiliaria en extremo violenta y banderiza, que nunca llegó a abandonar del todo los hábitos y tradiciones bárbaros hasta ocasionar "la pérdida de España".

Ninguna semejanza, pues, entre los visigodos y los ingleses: el impulso que creó en la península la primera nación europea procedió en su mayor parte de la población, la cultura y la organización hispanorromanas. Desde luego no menospreciaremos el papel de los visigodos (a partir de Leovigildo), pues ellos dispusieron del poder militar y la mayor parte del político; pero el proceso de nacionalización fue mucho más complejo que las decisiones de esos poderes.

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