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Zoé Valdés

Gibraltar versus Bárcenas

Siento decirle al ministro patriotero que de Bárcenas no se va a olvidar nadie, que ya nadie mira hacia otro lado.

Ustedes sabrán que el hecho de que una cubana exiliada, aunque con nacionalidad española, pero también francesa, se meta en los asuntos de España (aunque sea naturalizada española, pero ya saben, francesa para más inri), no es bien visto; cada vez que he opinado sobre la política española, de derechas, de izquierdas, de arriba, o de abajo, para criticarla o sencillamente para esclarecerme yo misma, lo que me ha caído encima ha sido el Armagedón con las comparsas pandilleras de Cayo Hueso detrás. Lo que no significa que no siga diciendo lo que pienso, que ya saben lo cabecidura que soy, lo tozuda.

El caso Bárcenas, abreviemos, va de políticos ladrones, de gente que se ha enriquecido a costa del pueblo español, de gentuza que sigue enriqueciéndose y robando, tras haber sido votados en las urnas de la democracia, desde luego, por ese mismo pueblo. Son ladrones que han tomado el poder gracias a los mismos tontolabos a los que ellos desfalcan como los rateros que son, sin piedad y a pleno sol.

No quiere decir esto que el gobierno anterior no robara, también lo hacía, pero ahora van de pulcros y dando lecciones, y lo hacían con guantes de ideología.

Verdaderamente darían ganas de reírse si no fuera tan trágico, si no fuera porque mientras ellos, estos sinvergüenzas, hasta en la prisión llevan una vida de príncipes, en las calles los españoles siguen pasando las de Caín. Todos roban, al menos se les juzga, se les condena, van a la cárcel. En otros países, como en Cuba, instauran tiranías dinásticas… y los cantautores de segunda hacen canciones con el tema.

En pleno caso Bárcenas, en el que el PP está embarrado hasta los codos, se descarrila un tren en Galicia y el saldo es una gran cantidad de muertos y heridos. Cielo abierto para los implicados, que creyeron que tendrían un respiro y que la gente iba a leer lo que le ponía la prensa en parrilla de oro, que miraría hacia otro lado, y se olvidaría radicalmente de Bárcenas y sus cuarenta ladrones. Pero ya la gente no se come ese cake.

Entonces, a echar mano a otra cosa, mariposa, y apareció Gibraltar, y el ministro Mal Gallo haciendo sus piruetas. No he sido la primera en darse cuenta, aquí lo ha puntualizado Javier Izquierdo. Margallo hizo lo que siempre hace, enredarlo todo con sus delicadas patitas de gallo, como hizo con el caso de Oswaldo Payá Sardiñas, Ángel Carromero y sus compadres, los Castro, y el berenjenal que armó, de vergüenza, que hasta le pidieron a Carromero que mintiera por "patriotismo". A estas alturas, dos disidentes asesinados, y con ese recado. Oigan bien: "patriotismo" ante dos asesinatos semejantes. Palabra más facha que esa pronunciada en semejante contexto no hay. Porque ¿de qué patriotismo se trata? ¿Del español, del castrista, del franquista? Ellos sabrán.

Gibraltar es otro caso de esos de patriotismo tirado por los pelos, como ya sabemos; que, como podemos suponer, Margallo, ese ministro tan menesteroso y misterioso, ha puesto encima del tapete para que la gente se olvide de Bárcenas.

Siento decirle al ministro patriotero que de Bárcenas no se va a olvidar nadie, que ya nadie mira hacia otro lado, y que si ese partido y ese gobierno han robado, como se muestra que probablemente hicieron, pues deberán asumir y, más temprano que tarde, dimitir. Claro, el otro bando, la otra pandilla de cacos que aspira al poder no es mejor, es lo mismo con otra etiqueta, bajo otros efluvios. Pero eso sí, seguro que los españoles los votarían de nuevo, porque la gente en estos momentos es astigmática de cerebro, y de ingreso: si no es blanco, es negro, y no hay más na. No votan por ellos ni para ellos, ni para su confort y para su libertad, no, votan por quien los robe con mejor estilo, con más swing, y ya sabemos que el estilo casi siempre lo tiene la gauche voleuse de caviar. Porque ellos siempre tendrán a un trovador a mano para que, mientras nos birlan el plato de comida, irá adormeciéndonos con aquello de "Vivo en un país libre…", o cualquier berracá parecida como droga o calmante.

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