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Cristina Losada

ZP o la evasión permanente

Cuando mueren quienes de manera inequívoca la representan, como estos seis soldados, tarda tres días en soltar algo y porque lo fuerzan. Ante otras muertes, ni eso.

A estas horas, la prensa anuncia a la nación que Zapatero acaba de dirigirse a ella. Que lo ha hecho para manifestarse sobre el atentado terrorista que segó la vida de seis soldados en el Líbano. Menos mal que avisa. Si no fuera por esa interpretación que difunden los periódicos, la nación no hubiera podido imaginar que el presidente había tenido a bien comunicarse con ella. No se lo figuraría porque no hubo tal. Zapatero se ha referido a la muerte de los soldados en un pleno del Congreso al que acudía a informar de la cumbre europea, y no del atentado. Lo hizo porque no le quedaba otra. El partido de la oposición se disponía a interpelarle sobre el ataque. Optó por adelantarse. Con ese regate, se ha ganado a la prensa para que diga lo que dice ahora y seguramente repetirá mañana. Hasta la oposición ha aceptado el tongo. Rajoy da por supuesto que Zapatero se ha dirigido al conjunto de la nación. Le reprocha no haberlo hecho antes.

Pues nada. Si dedicar los minutos previos a un pleno sobre el minitratado a lo que la prensa llama rendir homenaje a los soldados muertos equivale a dirigirse a la nación, que venga Pettit y lo vea, porque será de los pocos que asienta. Y lo que haga falta, que la ceguera voluntaria ante el poder simpatizante es vicio nefando de intelectuales del siglo XX y del XXI. Incluso de pequeños intelectuales. Pero, dígase lo que se diga, no son formas. Aún menos formas que las que desplegó el ministro de Defensa al circular en mangas de camisa entre los féretros. En el Líbano hace calor, pero una ceremonia es una ceremonia. Y un duelo, un duelo. Y los militares no andaban en camiseta, sino de uniforme. Bien criticado que fue Aznar por pasearse una vez sin chaqueta por las calles de La Habana. No deja de ser anecdótico lo del ministro, pero apunta a la categoría. Sobre todo, a la falta de categoría.

A la nación uno se dirige como está mandado. Como lo hace cualquier presidente. No tarde, de rebote, de pasada y por anticiparse a la oposición. Zapatero ha de saber en qué consiste dirigirse a la nación porque lo ha hecho. La última para responderle a la ETA con unas palabras copiadas de una declaración de Aznar a efectos de blindaje. Otra, para anunciar el diálogo con la ETA con unos términos pactados con la banda. Zapatero ha hablado a la nación de sus relaciones con la ETA, tema sobre el que no quiere que parle nadie más, y nunca con palabras propias. Cómo va a tener palabras para la nación quien no entiende qué es la nación y prefiere no entenderlo. Cuando mueren quienes de manera inequívoca la representan, como estos seis soldados, tarda tres días en soltar algo y porque lo fuerzan. Ante otras muertes, ni eso. También se demoró tras el atentado de la T-4. Las víctimas de la paz dejan pasmado al presidente.

La excusa entonces fue Doñana. Esta vez, Moncloa adujo que había estado muy ocupado con las llamadas telefónicas y había recibido de madrugada a los féretros. Qué sobrecarga. Zapatero se aparta y huye de cuanto resquebraja la cáscara que reviste su mandato. La promesa tácita de que con él al mando, expelida a las tinieblas exteriores la derecha, no habría en España nunca más ningún problema, ninguna tragedia. ZP representa la política de la evasión. A quien haya leído La nueva revolución americana de José María Marco le sonará el concepto. Fue utilizado por disidentes del Partido Demócrata para tratar de reintegrarlo a la realidad. De la evasión de la realidad nacen todas las demás evasiones de ese sector de la izquierda del que Zapatero es producto, no productor. Ahí nadie produce nada. Se copia. Mal y a destiempo. Como esta declaración sobre la causa de la paz. Sobre una paz que causa muertos.

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