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Juan Carlos Girauta

Precampaña socialista o baile de disfraces

Siempre es bueno es que el jefe del Estado visite las ciudades españolas en África, pero si esa visita es la primera en democracia y la organiza el claudicante Gobierno de Z a cuatro meses de las elecciones, están justificadas todas las sospechas.

La crónica ceutí de El Mundo da cuenta de la nutrida presencia de "mujeres que se cubrían la cabeza con el velo islámico y subsaharianos que han entrado irregularmente en España en los últimos meses y que, a la espera de entrar en la Península, no dudaban en hacer ondear con sus manos la bandera de España". Atónito, oliéndose intenciones electoreras en la visita real que el Gobierno ha ideado, me escribe un amigo financiero estas líneas paródicas que no tienen desperdicio:

Acabo de consultar en Reuters y Bloomberg a como cotiza el africano y ya pagan 500 Carod-Roviras contra uno (el Viernes cerró a 250), acercándonos mucho a la resistencia psicológica que había establecido hace años Arzallus cuando tocó 525. Un broker comentaba que el mercado estaba en una posición claramente vendedora y que la gente estaba queriendo desprenderse de Carod-Rovira a cualquier precio. Un analista vaticinó que el precio estaba sobrevalorado: demasiado carod.

Siempre es bueno es que el jefe del Estado visite las ciudades españolas en África, pero si esa visita es la primera en democracia y la organiza el claudicante y marroquinero Gobierno de Z a cuatro meses de las elecciones, están justificadas todas las sospechas. La verdad es que no se entiende nada, salvo la obviedad de que estas cosas tocan la fibra patriótica. Quizá no haya más que entender.

Una vez organizada, los de Z han decorado la visita real con un surtido de dislates, desde ministros que ante el solivianto sultanesco se enrocan en la voz "comprensible", hasta la negación obstinada de la evidente crisis, pasando por la extraña visita a Marruecos, a título personal, de Moratinos y por el reiterado lapsus freudiano de Blanco: "la primera visita de los reyes a Marruecos". Por cierto, mientras el peor ministro de Exteriores que ha tenido España se perdía en la oscuridad, Sarkozy trabajaba por él y traía a las azafatas españolas del Chad. El mejor embajador de España habita en el Elíseo.

Patriotismos recién descubiertos, letras para el himno, lo que haga falta. Todo con tal de sacarse de encima esas acciones de Carod que caen en picado antes de las generales. A todo esto, la esquizofrenia se apodera de la parte del socialismo que vive en contacto directo con el separatismo: el PSC. Sus representantes van a necesitar un tratamiento severo después del baile de disfraces que se ven obligados a celebrar para distraer al votante izquierdista medio.

En Barcelona exigen los últimos papeles de Salamanca y cuando llegan a Madrid, preguntan "¿qué papeles?". Un día te aprueban el estatuto que consagra al valenciano como idioma y al otro se sulfuran porque las loterías del Estado tratan catalán y valenciano como lenguas diferentes. En Cataluña se hartan de pedir las balanzas fiscales y cuando tienen en el Senado la posibilidad de obtenerlas, se abstienen para no desentonar demasiado con el voto contrario de sus compañeros. Pobre gente, cuánto baile, qué mareo.

En España

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