Todo el mundo debería ver el último vídeo del PSOE contra el PP, donde se confirman algunas sospechas. La principal es que los socialistas se disponen a explotar de nuevo la tragedia del 11-M, cuatro años después de alcanzar el poder valiéndose de recursos éticamente reprobables y esencialmente antidemocráticos:
Primero: la atribución al Gobierno Aznar de la responsabilidad de los atentados, ignominia sin parangón.
Segundo: la solemne y reiterada acusación al Gobierno Aznar de mentir sobre el estado de las investigaciones, calumnia que no soporta el examen de los datos policiales y de inteligencia de aquellos días, la hora de obtención de cada pieza de información y su cotejo con las comparecencias públicas del entonces ministro del Interior.
Tercero: la difusión de falsedades y rumores tales como la inminente declaración de un estado de excepción, la suspensión de las elecciones o el hallazgo de terroristas suicidas (intoxicación a cargo de Z), amparándose en un shock emocional colectivo que se profundizó al extenderse la sombra de la sospecha sobre el Gobierno legítimo.
Cuarto: la masiva campaña de agitación basada en el acoso y amedrentamiento de cuadros, militantes, simpatizantes y votantes del PP en plena jornada de reflexión, y aún en el día de las elecciones en forma de asedios e insultos a líderes populares cuando ejercían su derecho de sufragio, con las consiguientes imágenes desestabilizadoras que mantuvieron viva la atmósfera de tensión hasta el mediodía del 14-M.
El vídeo que acaba de excretar el PSOE demuestra que los socialistas quieren volver a hacerlo, esta vez desde el poder. O, lo que es lo mismo, con el objeto de su acoso en la oposición. La agitación desestabilizadora, la reedición de la infamia, la resucitación de consignas amenazadoras y sangrientas las protagonizan hoy, por tanto, quienes controlan los aparatos del Estado, aunque lo hagan con las siglas y la televisión de su partido.
El ataque se decora en el vídeo con la impresionante figura de la Justicia. Pretenden refutar, con breves fragmentos de una sentencia no firme, ciertas afirmaciones realizadas durante la legislatura por representantes del PP. Pero esas afirmaciones sólo confirman que Rajoy, Aznar, Acebes y Zaplana han hecho lo que estaban obligados a hacer tanto política como moralmente: denunciar las malas artes del adversario, exigir rectitud en las investigaciones y reflejar con suficiencia el estado de preocupación de los amplios segmentos sociales que representan.
Y eso es precisamente lo que tienen que seguir haciendo, toda vez que aún desconocemos la identidad de los inductores del mayor atentado de Europa tras la II Guerra Mundial. Y lo que un PSOE cada vez más nervioso no admite bajo ningún concepto. ¿Por qué?

