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Cristina Losada

¿Que el tiempo no te cambie?

Es, con todo, curioso que este compromiso de no cambiar venga de quienes hacen gala de etiquetarse de izquierdas. ¿No era la izquierda la que blandía el cambio frente al conservadurismo? Sí, pero sólo el cambio ajeno; el de la sociedad, no el propio.

Parecía un anuncio de liftings, botox y otras técnicas de la cirugía estética, pero no. Era y va a ser el lema de la campaña de Zeta: ¡Que el tiempo no te cambie! Bien mirado, ninguna clínica de belleza se publicitaría con un slogan tan inmovilista. En ese sector se ofrecen a mejorarte, no a dejarte como estás; a corregir defectos y no a mantenerlos. El PSOE propone justamente lo contrario. No hay nada que mejorar, no hay errores que subsanar. Para instalar a su candidato en el olimpo de los seres perfectos, lo presentan a las elecciones con la promesa de que será tan inmutable como una figura del museo de cera. Esto es, que no pasarán por él los años, las experiencias y los conocimientos que enriquecen a la mayoría de los seres humanos, sino que permanecerá estancado en su estadio actual de desarrollo emocional, intelectual, moral y político. En cierto modo, nada que no se supiera ya. Zapatero es así. Ahora su partido eleva a categoría ese profundo conformismo y hace bandera de la resistencia a cambiar.

Es éste de que "el tiempo no te cambie" un viejo tema de los jóvenes de antaño, que no tenía en cuenta que los tiempos cambian y que atrincherarse frente a las transformaciones es atributo de la senectud intelectual. Así, aquella contraseña que parecía rebelde degeneraría en una exaltación de la adolescencia eterna, y en la celebración de la irresponsabilidad y la inmadurez que hoy padecen, con diversos síntomas e intensidades, sociedades de medio mundo. En Zapatero se reúnen todos esos rasgos y, por lo visto, se enorgullece de ellos. O el PSOE hace de la necesidad virtud o cree que la promesa de que el líder se conservará en formol resulta atractiva para el voto joven que necesita urgentemente. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes, como siempre, querrán ser adultos, de modo que el público adecuado para este lema camp y sus adornos, estará en otra parte: entre los que ya pasaron el ecuador y muy bien situados, pero quieren creerse que no son el establishment sino una desordenada y juvenil tropa antisistema. En definitiva, parece un slogan para adultos frustrados con nostalgia por la loca juventud que probablemente no tuvieron.

Es, con todo, curioso que este compromiso de no cambiar venga de quienes hacen gala de etiquetarse de izquierdas. ¿No era la izquierda la que blandía el cambio frente al conservadurismo? Sí, pero sólo el cambio ajeno; el de la sociedad, no el propio. Ellos, precisamente por "ser de izquierdas", se sustraen al movimiento. Todo debe cambiar menos los ungidos que ya están en posesión de la verdad. Esta superchería intelectual fosiliza el pensamiento y engendra aberraciones políticas. Así, Zapatero, el hombre que no quería ni quiere cambiar, ha querido cambiarnos. Y ello según las pautas que requería la ambición de poder de su camarilla y con los destrozos que fuera menester. Ya sabemos que él no va a cambiar. Sólo queda esperar que los tiempos y los votantes cambien.

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