Para que Europa "adquiera grandeza política y ética" no le hace falta celebrar ninguna cumbre como la que ha glosado Zapatero de esa forma y que ha terminado en fracaso. Bastaría con que, unilateralmente, sin exigir nada a cambio, abriera sus fronteras a los productos africanos. De este modo no sólo ayudaría a estos países a desarrollar sus economías pudiendo vender aquí sus productos intensivos en trabajo, como los agrícolas y los textiles, sino que también mejoraría las condiciones de vida de los propios europeos, que podrían comprar más barato y disponer de más recursos para gastar en otros bienes o ahorrar, ahora que empiezan a verse nubarrones en el horizonte.
Es cierto que el principal problema para el desarrollo de África son sus líderes, su corrupción endémica y la falta de instituciones básicas para prosperar como el Estado de Derecho y el respeto por la propiedad privada. Pero, desde luego, no ayuda que luego desde los países desarrollados les impongamos una barrera en forma de aranceles y cuotas a los bienes que, en esas precarias condiciones, han logrado producir.
La cumbre de Lisboa, aparte de para reunir a unos cuantos líderes cuyas graves violaciones a los derechos humanos debieran convertirlos en parias internacionales, como es el caso de los tiranos de Zimbabue y Sudán, no ha llegado a buen término porque se han querido poner condiciones a la retirada de barreras a los productos africanos. Eliminarlas completamente sería mucho más efectivo que todos los miles y miles de millones que hemos derrochado en ayuda exterior, ese dinero que se le quita a los pobres de los países ricos para dárselo a los ricos de los países pobres, como dijo con agudeza el experto en desarrollo Lord Bauer.
