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EDITORIAL

Carrera de nervios en Moncloa

El recurso al "donde dije digo ahora digo Diego" y al correveidilismo de periodistas afines, que anuncian la cancelación de debates citando fuentes del PP nunca consultadas, resultaría hasta divertido si no fuera tan ruin y patético

Mal deben de irle las cosas al PSOE para que se haya lanzado a una ridícula campaña de descalificaciones contra el PP, más risible que preocupante, y desde luego poco efectiva para animar a su electorado. Perdida la agenda política, es decir, la capacidad de decidir de qué se discute y cómo, debido a las preocupantes cifras económicas y a la mínima credibilidad de su política antiterrorista, el Gobierno y su partido han renunciado a proyectar una imagen positiva e intensifican ahora los insultos dirigidos contra la oposición. Una táctica desacertada, ya que deja el cargador político propio vacío y ofrece en bandeja al adversario la articulación de un discurso de Estado.

Tal vez esta actitud del PSOE, a años luz de las sonrisas prometidas por Rodríguez Zapatero en su proclamación como candidato a la presidencia del Gobierno, obedezca a un bien fundado temor a no tener nada que aportar tras cuatro años aciagos en política exterior y funestos tanto en economía como en seguridad y antiterrorismo. Ni siquiera la tan cacareada política social ofrece resultados positivos, pues de poco sirve anunciar nuevas subvenciones cuando millones de trabajadores, entre ellos muchos inmigrantes, comienzan a ver peligrar su puesto de trabajo y experimentan cómo cada vez cuesta más llegar a fin de mes. Que el necesario debate sobre la economía se reduzca a expandir la oferta de empleo público (los andaluces, cuya Comunidad Autónoma ha sufrido la mayor contracción en el número de cotizantes a la Seguridad Social en 2007 saben bien que sustituir la iniciativa privada por funcionarios es inútil) y a injuriar a Manuel Pizarro es, además de indigno, una estupidez. Tras más de treinta años de democracia, los españoles acumulan la suficiente madurez política para saber quién se está burlando de ellos.

No es de extrañar que, aparte de contestar con improperios las propuestas económicas del PP, que este fin de semana reafirma su compromiso con la reducción de impuestos, la competitividad y en general la corrección de algunos excesos intervencionistas cometidos ahora por el PSOE y en el pasado por el propio partido de Rajoy, Rodríguez Zapatero haya optado por sabotear los debates propuestos por él mismo y por Pedro Solbes. El recurso al "donde dije digo ahora digo Diego" y al correveidilismo de periodistas afines, que anuncian la cancelación de debates citando fuentes del PP nunca consultadas, resultaría incluso divertido si no fuera tan ruin y patético.

Hasta ahora, sólo una de las promesas de apertura, transparencia informativa y regeneración democrática del presidente del Gobierno quedaba en pie, la celebración de debates entre los principales candidatos políticos transmitidos por los principales medios de comunicación masiva. A tenor de los últimos rumores extendidos por el PSOE y algunas de sus terminales mediáticas, hasta esto podría acabar en una impostura disfrazada de medias verdades y esperpénticos dimes y diretes. Sin embargo, muy mucho deberían pensárselo los asesores socialistas antes de hacer que el actual Ejecutivo culmine su primera, y esperemos que última, legislatura en el poder con una nueva mofa a esa ciudadanía "culta, madura, democráticamente informada" a la que hace cuatro años el PSOE ofrecía su mal concebido y peor ejecutado programa de Gobierno. Perdida la dignidad, Zapatero también pierde la educación. Y los votantes, su paciencia.

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