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Cristina Losada

Integrar desintegrando

Las elecciones no han reforzado el bipartidismo, sino, paradójicamente, el nacionalismo. Qué importa que pierdan votos los partidos que llevan esa etiqueta, si a fin de cuentas ganan sus doctrinas, sus mitos, sus imposiciones y sus exclusiones.

Tras las elecciones, el PP se ha tomado un respiro, mientras el PSOE coge aire para continuar lo iniciado. Podría uno dejarse llevar por las apariencias y pensar que, arrojadas a un rincón marginal las que ya eran minorías nacionalistas, Zapatero buscará pactos de Estado con el partido de la oposición en aquellas cuestiones sobre las que debería haber consenso: reformas estatutarias, política antiterrorista, educación, justicia o política exterior. De ilusión también se vive, que decía aquel. Lo cierto, sin embargo, es que el PSOE de Z se ha desarrollado sobre otras premisas. Y que su triunfo el 9 de marzo, aparentemente, las avala.

Al PSOE no le interesa el bipartidismo, que implica alternancia en el poder. En el 2000 se percató de sus peligros y pronto dio un viraje. Así, frente al eje de los dos grandes partidos, que había regido mal que bien durante unas décadas, estableció otro: el de su partido con los nacionalistas. Y, a la vez, reforzó una tendencia interna por la que el nacionalismo se le metía dentro. El resultado es que hoy –más que ayer– el partido de Z está preparado para resolver la siempre pendiente integración del nacionalismo por el procedimiento de desintegrar el Estado.

Las elecciones no han reforzado el bipartidismo, sino, paradójicamente, el nacionalismo. Qué importa que pierdan votos los partidos que llevan esa etiqueta, si a fin de cuentas ganan sus doctrinas, sus mitos, sus imposiciones y sus exclusiones. Y ganan en la medida en que ese bagaje lo asume el PSOE y, por tanto, todas sus franquicias y el propio Gobierno de España. Los nacionalistas retroceden, pero el nacionalismo avanza.

Patxi López, recién ungido por las urnas, ha venido a decir que el lugar del PNV lo ha ocupado su partido. Y es verdad, aunque no diga hasta qué punto. "Le votaban (al PNV) porque era el partido de aquí. Pero ahora muchos nacionalistas se han dado cuenta de que el PSE es tan de aquí como el PNV". El sueño de López y su partido era, pues, que se le aceptase en el territorio político marcado por los herederos del racismo sabiniano con su obsesión identitaria. No han discutido tal demarcación, no se oponen a que la categoría definitoria de la política consista en "ser de aquí". Simplemente la han hecho suya.

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