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Andalucía

Muere Marino Díaz Guerra, un "segundario" español indispensable

Marino Díaz Guerra fue un hombre que participó en el régimen de Franco como tantos, tantísimos, otros.

Seguramente muy pocos sabrán quién es Marino Díaz Guerra. Digo es porque lo seguirá siendo mientras alguien lo recuerde como yo voy a hacer ahora. Marino Díaz Guerra, hombre menudo, curtido, doctor en Derecho, tuvo un extenso currículo durante el franquismo que se omitía siempre en la relación de sus cargos y puestos a partir de 1975.

Sólo hay que recurrir a la hemeroteca de ABC, por ejemplo, para cerciorarse que Marino Díaz Guerra fue un hombre que participó en el régimen de Franco como tantos, tantísimos, otros, si bien cuando acabó la Guerra Civil sólo tenía 2 años. Citaré sólo la primera de sus actividades políticas reconocidas que data de 1958: delegado andaluz de las Falanges Provinciales de Franco. Y sin embargo, fíjense, Marino era un hombre bueno, capaz y al servicio de España

Marino había nacido en Baena (Córdoba) en 1937 y fue muchas cosas. Entre ellas, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid en Ciencia Política y de la Administración (Política Social). Lo conocí en 1996 cuando el equipo andaluz de Javier Arenas, del que yo formaba parte, llegó al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

Sabido es que desde 1990, la corrupción socialista produjo una convulsión moral e intelectual en numerosas personas procedentes de la izquierda que no tuvieron miedo a dar el paso a apoyar una alternancia política que rescatara a España de un rumbo que nada tenía que ver con la reconciliación nacional inspirada en la Transición. Citaré especialmente a César Alonso de los Ríos como faro moral para quien la verdad siempre estuvo por encima de los partidismos. Modestamente, yo estuve en ese grupo de raros y celosos de su alma aunque muy pocos de ellos se conocieran entre sí.

Marino fue nombrado subsecretario del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales por Javier Arenas, aunque seguramente no era decisión propia ya que pertenecía a los "azules" del PP. Le acompañaba en la gestión del día a día del Ministerio su amigo Julio Sánchez Fierro, uno de los mayores expertos en relaciones laborales de España, Europa e Iberoamérica, muy bien considerado en la CEOE y en los sindicatos.

Ambos eran "segundarios indispensables" de aquel Ministerio que consiguió grandes logros, no sólo los acuerdos sociales sucesivos entre 1996 y 2000 sino, trufado con una política económica inteligente y sensata, reducir el desempleo de forma más que notable en unos pocos años hasta una tasa del 10 por ciento, algo que parecía imposible.

Sánchez Fierro, amigo de Marino Díaz Guerra, considera que la palabra "segundario" expresa mucho mejor que "secundario" la labor de muchos hombres y mujeres desconocidos para el gran público que ignora la inmensa calidad de los técnicos y funcionarios superiores de que han dispuesto y disponen los políticos españoles para hacer las cosas bien, si así lo quisieran. Cierto que siempre están y estarán en un segundo plano, pero cierto es también que dedicaron a esa labor profesional e indispensable cada segundo de sus vidas.

Se dirá que este es un artículo de parte, interesado si se quiere, que escribe alguien que fue amigo de Marino. No. Marino y yo nos conocimos pero no éramos amigos. Ni por edad nos correspondía –era 14 años mayor–, ni en aquel grupo de personas sostuvimos conversaciones íntimas, aunque sí mantuvimos una relación cordial. Recuerdo de manera muy viva la única vez que hablamos de nuestras vidas privadas. Fue en el aeropuerto de Montevideo y estábamos de paso para Buenos Aires en un viaje oficial con Mercosur al fondo, creo recordar aunque no estoy seguro.

En aquel lugar los tres hablamos de la familia, de los orígenes y las trayectorias, de los cambios de rumbo en la vida… Que mi padre y mi madre fueran "azules", por ejemplo, no lo sabían. En fin. Quizá no fuera mucho, pero no lo he olvidado. Luego él siguió vinculado al PP y yo volví a Sevilla.

Quiero destacar muy especialmente en esta pieza funeral la inmensa valía de muchísimos funcionarios españoles de alto saber, de honradez probada y de eficacia manifiesta que son quienes, en la práctica, sostienen el Estado de la Nación. Marino Díaz Guerra fue uno de ellos. Haber contribuido a su lado, al de Julio Sánchez Fierro y otros, siquiera un poco, a la reducción a la mitad de la tasa de paro en España en casi todas las regiones y en unos pocos años, es inolvidable.

Marino, además, y por cierto, estudió el movimiento obrero ya en 1968 e incluso publicó un largo artículo sobre el francés Georges Sorel, el adalid de la huelga general revolucionaria. No lo supe entonces y esa conversación quedó pendiente. Descansa en paz, amigo.

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