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Pablo Molina

Y el idiota de Nicholas Brody finalmente escapó

Las actuaciones de los protagonistas han sido nuevamente espectaculares, pero el problema en esta temporada ha estado en el argumento.

Las actuaciones de los protagonistas han sido nuevamente espectaculares, pero el problema en esta temporada ha estado en el argumento.

"Este artículo contiene detalles de la trama de la segunda temporada"

La segunda temporada de Homeland ha sido decepcionante. No porque su nivel haya descendido al de cualquier producción española de éxito, por poner un ejemplo extremo, sino porque es una serie tan buena que sus seguidores esperan que deambule siempre por las hiperbóreas provincias de lo sublime. Las actuaciones de los protagonistas han sido nuevamente espectaculares, pero el problema en esta temporada ha estado en el argumento, repleto de giros absurdos y momentos de puro delirio como la operación para cargarse en Beirut al terrorista Abu Nazir, una de las escenas más esperpénticas que ha ofrecido la televisión en 2012 si prescindimos de la programación íntegra de Telecinco.

Saul. Jefazo de la CIA. Desplazado a Oriente Medio en busca de uno de los terroristas más peligrosos. La operación se va al carajo porque el chulito de Nicholas Brody envía un SMS al terrorista (¡un puñetero SMS, señores!) advirtiéndole del peligro. Finalmente el responsable de la CIA consigue la prueba de que el marine rescatado tras ocho años de cautiverio en Afganistán es en realidad un yihadista dispuesto a inmolarse en suelo norteamericano y en lugar de transmitir rápidamente el video inculpatorio tiene que salir de Beirut con él grabado en una tarjetita de datos como las que venden en cualquier Bazar. Vamos a ver señores guionistas, desde el respeto, ¿de verdad el jefe de operaciones de la CIA, transcurrida una década del Siglo XXI no dispone de una conexión por satélite para utilizarla en estos casos? Pero si Jesús Vázquez aquí en España te vende una de Jazztel por una cuota mensual de risa para estar conectado allá donde estés, guionistas perezosos, que luego hacéis huelga porque decís que os pagan poquito.

Además de detalles como el relatado, el tono general ha sido revelador de una cierta pereza mental en sus responsables. En lugar de construir una estructura argumental con todas las piezas perfectamente encajadas, la segunda temporada de Homeland ha sido un desmadre en el que todo el mundo traiciona a todo el mundo, con la CIA convertida en un puticlub cuyo prestigio como agencia de seguridad depende de las ventanas de lucidez de una agente víctima de un severo trastorno bipolar. Pero es Nicholas Brody, el marine reclutado por un jefe de Al Qaeda a base de torturarlo y darle cariño a partes iguales (¡!), el personaje que se ha vuelto en esta segunda temporada más detestable. Su cuadro extremo de Síndrome de Estocolmo le lleva a ser desleal con todo el mundo. Traiciona a su país, después a su jefe islamista, más tarde de nuevo a su gobierno, a continuación otra vez a los yihadistas y finalmente a Morena Baccarin, lo que resulta ya del todo inaceptable. Un traidor descerebrado de su calaña no debería andar suelto una temporada más, cuando ni siquiera tiene la menor idea de a quién va a traicionar en los próximos episodios y todo va a depender de lo que le sugiera la loquinaria de la CIA convertida ahora en su churri.

Pues bien, van los guionistas y lo dejan escapar vivo en el último episodio de la temporada, y eso después de que su coche lleno de explosivos reviente llevándose por delante a la plana mayor de la CIA, prueba de que el trastorno bipolar en esta serie no se da únicamente entre sus personajes. La única redención posible de estos vagos libretistas es que todo haya sido una treta para hacer que en el primer episodio de la tercera temporada veamos a Nicholas Brody siendo devorado por los zombis de The Walking Dead. No será porque no haya topos potenciales en la serie para sustituirlo como la principal amenaza para el noble pueblo norteamericano.           

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