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¿Cómo se atreve?

FJL indaga en el misterio del regreso de Urdangarín a España, algo que hace un mes apenas nadie pensaba.

FJL indaga en el misterio del regreso de Urdangarín a España, algo que hace un mes apenas nadie pensaba.

Hace apenas un mes nadie pensaba que Urdangarín, o los Urdangarín-Borbón, o Urdangabón, afrosíntesis cacofónica –como Brangelina y Carbonillas- de los duques de Palma de Mallorca, volvieran a vivir en España. Por no volver, ni siquiera sus niños veranearon con la regia abuela Sofía y se fueron a consolar a la abuela viuda Liebaert y a tomar el sol atlántico a Bidart, lugar, por cierto, donde la policía española logró trincar con archivos y todo a la cúpula de ETA.

Las razones para no volver eran tantas y tan poderosas que necesariamente ha habido una razón todavía más fuerte, más inapelable para llevarles a aterrizar de nuevo en Barcelona. Y dado que la Corte del Rey Juan Carlos está reeditando a fuerza de oscurantismo y novelería la Corte de los Milagros de Isabel II, para aclarar este misterio de ida y vuelta hay que recurrir a la psicología, la adivinación y, sobre todo, a la hemeroteca. Azaña solía decir que si en España se quiere guardar un secreto, hay que publicarlo en forma de libro, porque como nadie los lee, nadie se enterará. La crisis de la prensa de papel empieza a asemejarla al libro como bodega de indicios y archivo de evidencias que nadie se detiene a investigar.

A mi juicio, las claves para resolver el enigma se encuentran en la prensa de los últimos meses, e incluso de los últimos días. Los delitos de Urdangarín o Urdangabón se fundamentan en la tradicional impunidad informativa de los miembros de la Familia Real, al menos hasta el advenimiento de Letizia, y en la inmunidad judicial que, de hecho, acompañaba esa falta de información. Pero cuando echa a rodar el caso Urdangarín, hace un lustro, bastaba leer El Mundo-El Día de Baleares, dirigido por Eduardo Inda, y las repercusiones políticas del asunto para comprender que el interés político en sentar en el banquillo a los líderes regionales del PP arrastraría fatalmente al duque. Salvo que, reconociendo que los tiempos cambian y las impunidades caducan, hubiera pactado con Hacienda el camuflaje del trinque en forma de delito fiscal. No lo hizo entonces, no lo hizo luego y no lo ha hecho ahora. ¿Por qué? Por lo que supimos por los tres correos emitidos por Julita Cuquerella, secretaria de la Urdangabonía: el Rey y la infanta Cristina habían participado activamente en el tráfico de influencias que dio lugar al "saqueo de fondos públicos", delito brumoso pero bautizado así por el juez Castro. Lo de la infanta no protege a su marido. Lo del Rey, sí. Y esa es la única razón lógica para que tras la llamada a capítulo por el Rey y el Príncipe hace once meses, Urdanga se negara a aceptar sus culpas, por no ser sólo suyas. Y a que, tras el Mensaje de Navidad del Rey diciendo aquello de que la Justicia ha de ser igual para todos, se desdijera en la Pascua Militar diciendo que "no había que personalizar". ¡Y eso lo decía la Real Persona y del único yerno que le quedaba!

La escandalera proboscídea y corinácea colocaron al Rey en una situación más débil. Pero eso, precisamente, fortalece a su yerno y explica la vuelta a España de Urdangabón. Con el Príncipe –los Príncipes- relativamente apartados de las tareas representativas, la Reina de objetora institucional y el Rey llevando casi en solitario la agenda de la Jefatura del Estado –ha participado en el triple de actos públicos que el Príncipe-, los Urdanga creen que ante la riada judicial de los próximos meses, la única presa que les brinda protección es este Rey enrocado y encorinado, íntimamente alejado de la Familia y para el que Urdangabón es, al fin y al cabo, "uno de los nuestros". Como está claro que el Rey no piensa irse, ellos se atreven a volver.

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