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El comprador del dúplex dice que Corinna se aprovechó de su enfermedad

L.M., de 83 años, sufre cáncer de pulmón con metástasis en la columna. "Esta será mi última batalla, pero la voy a ganar", dice.

L.M., de 83 años, sufre cáncer de pulmón con metástasis en la columna. "Esta será mi última batalla, pero la voy a ganar", dice.
Corinna Zu Sayn-Wittgenstein | Cordon Press

El comprador del dúplex de Corinna, L.M., dice que la "amiga" del rey Juan Carlos lo engañó de "manera maliciosa", al igual que al Jefe del Estado, aprovechándose de su edad –tiene 83 años- y su enfermedad –sufre cáncer de pulmón con metástasis en la columna-, según informa El Español.

"Esta será mi última batalla, pero la voy a ganar", dice este jurisconsulto francés ya retirado, que el año pasado demandó por estafa a Corinna ante los tribunales suizos. L.M. acusa a la consultora germano-danesa de venderle una veintena de objetos decorativos de poco valor utilizando como cebo su condición de pareja con el entonces rey de España, hasta el punto de afirmar que un par de litografías de 250 euros formaban parte de una inexistente Colección Real de la Corona. "No tuve la menor duda de que las litografías eran un regalo de Su Majestad el rey de España. Pensé que tendrían un valor incalculable. Me fui de allí pensando que había hecho un buen negocio", cuenta el comprador.

Para reforzar el timo del que habla el demandante, Corinna puso delante de esas litografías una enorme fotografía personal del entonces rey Juan Carlos posando en África con dos grandes piezas, y un libro de fotografías titulado Zu Sayn-Wittgenstein Collection para inducirle a pensar que otra parte de los objetos que se disponía a venderle pertenecían a una segunda e inexistente colección de arte de la distinguida familia de nobles alemanes de su segundo marido, el príncipe Casimir.

Impresionado, L.M. acordó pagar 120.000 francos suizos por esa veintena de objetos y por casi 70 botellas de vino que don Juan Carlos y CSW tenían en su bodega particular. A finales de febrero de 2014, cuando finalmente pudo acceder al dúplex, L.M. se dio cuenta de que allí en realidad no había ninguna obra de arte.

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