Preparan los cantantes, de cara al verano, las actuaciones que les sean posibles. Sergio Dalma tiene un disco a punto para promoverlo y contratos firmados, sólo como ya se sabe con la mitad del aforo permitido. A sus cincuenta y seis años, lleva desde 1983 cantando. Aunque él haya cifrado su gira, interrumpida por el coronavirus, en sus tres décadas en los escenarios como solista. Sencillamente, no cuenta los otros siete que ocupó al principio como vocalista de algunas orquestas. Su popularidad le viene desde que estrenara "Bailar pegados", una melodía que se sigue recordando, cuyo mensaje se añora ahora más que nunca.
A Josep Sergi Capdevila Qurol, natural de Sabadell, de trato afable, buen comunicador, simpático, atractivo, la vida lo ha tratado bien, aunque tenga episodios que procura olvidar. Alguno de ellos lo toma como una anécdota que no le ocurrirá más, como aquella vez que en la playa le tomaron unas fotografías completamente desnudo. No ha vuelto a tomar el sol sin el preceptivo bañador. Y es que sus admiradoras siguen considerándolo uno de los artistas melodicos más guapos. Son ya un par de generaciones las que lo siguen: madres que van a escucharlo de la mano de sus hijas. Y eso sí que lo complace. Pero sus aventuras amorosas no han sido todas afortunadas y, al menos tres de ellas, le han supuesto una gran decepción, bien por su culpa o la de ellas.
Sin duda antes de que conociera a la explosiva modelo Maribel Sanz ya había compartido su intimidad con otras mujeres, pero con esta rubia de anatomía subyugante sucumbió hasta casarse por lo civil en enero de 1994. Para complacer a los familiares de las dos partes, la pareja ratificó su amor celebrando una boda religiosa en septiembre de 1997. Algo pasó para que en julio del año siguiente se divorciaran. Habían tenido un hijo, Sergi, nacido en agosto de 1995. Que con el tiempo fue motivo de un lamentable conflicto entre él y su padre, al punto de que el joven lo denunciara en un juzgado. El rifirrafe entre ambos surgió porque Sergi y su madre intervinieron en un concurso de televisión y a Sergio Dalma no le pareció bien. Atendía sus deberes pasándole una pensión, deseando que estudiara, llevando una vida ajena al artisteo. Pero Maribel Sanz creyó oportuno que su vástago la acompañara ante las cámaras en aquel programa. De ahí vino el lío. Dejaron de hablarse padre e hijo, se cruzaron declaraciones en los medios poniéndose a parir. Hasta que en 2016 firmaron la pipa de la paz y en la actualidad Sergi pasa más tiempo con su progenitor y lamentan el tiempo perdido cuando estaban separados. En cuanto a Maribel Sanz se ha casado ya tres veces.
¿Qué fue de Sergio Dalma tras divorciarse de Maribel? Inició un prolongado romance con su "mánager", Carmen Recio, que duró nueve años, hasta 2009, sin que su amistad se resintiera después, al punto de que continúan ligados… pero sólo profesionalmente. Ella está a su lado como representante. Evitan los achuchones y lo que los llevaría después a recordar su pasado amatorio.
Parece que el cantante prefería convivir con mujeres de su confianza y así, tras su ruptura sentimental con Carmen pasó a emparejarse con su abogada, la madrileña María Aguiñica, desde 2009 hasta 2015. Acabado ese idilio, se le vio muy acaramelado con una joven morena, sin identificar. Porque el intérprete romántico catalán es muy discreto en sus relaciones sentimentales y no acepta ni reportajes con sus parejas ni menos todavía confesiones acerca de su vida íntima.
En los últimos tiempos, cuando surgió la pandemia, fue a confinarse a su masía del Ampurdán y más recientemente se estableció en un apartamento de su padre sito en Altea. Donde está muy feliz y tranquilo, tras haber vivido durante casi treinta años en Madrid, donde conserva su piso. Se le cree enamorado de otra mujer, más no es posible obtener de él dato alguno que nos lo confirme. Sus entrevistas giran siempre hacia su profesión, que eligió siendo muy joven, tras abandonar sus estudios de Filología Románica y matricularse en clases de canto clásico. Pese a su veteranía es de esos artistas que tiene miedo escénico cada vez que pisa un escenario, ahora más que nunca, con el parón obligado. Y luego, ante el público, ya se le pasa en seguida tal temor y se entrega al público con esa voz tan personal que posee, algo rota, rasgada, con la que acentúa sus historias musicales de amor. Las otras, las íntimas, no se las cuenta a nadie.