Cuando parecía que Rocío Carrasco había sido desahuciada de Telecinco, Rocío, un año después de contar la verdad llegó para recordar a los espectadores la que fue la última y gran apuesta de la productora La Fábrica de la Tele. Un clamoroso éxito de audiencia que derivó, sin embargo, en el distanciamiento de unos espectadores cansados de sus derivas ideológicas y la definitiva pérdida de confianza en espacios como Sálvame, que pasaron de reinar en el mundo del entretenimiento a convertirse en altavoces del gobierno de Pedro Sánchez.
Con la segunda parte retrasada sine die, esta suerte de refrito del programa original repasó los grandes hitos de la vida de Rocío Carrasco según ella misma. Un programa en el que se acusó a Antonio David de maltratador -pese a no haber sentencia judicial al respecto-, menospreció la Justicia y la labor de los jueces y, de paso, se preparó el terreno para ese En el nombre de Rocío anunciado pero que nunca acaba de llegar. Un programa en el que la célebre Rociíto abundó en la brecha familiar con sus hijos y su familia de una manera prácticamente irremediable.
La maniobra de reponer el programa resulta hasta cierto punto inesperada en medio de la OPA de Berlusconi a Mediaset España, que ha provocado un importante lavado de cara de sus programas del corazón, así como la sonada investigación policial y judicial de la operación Luna. Una trama de espionaje a famosos comandada desde la cúpula de la misma productora que ideó el docudrama de Rocío Carrasco para, quizá, guiñar el ojo a los postulados gubernamentales una vez se comenzaba a adivinar la tormenta judicial en el horizonte.
¿Maniobra desesperada de una cadena desnortada, quizá obligada para cumplir compromisos contractuales, o globo sonda para comprobar la disposición de la audiencia a recibir nuevos programas de Rocío Carrasco? Lo cierto es que esta primera edición de Un año después de contar la verdad, de las dos propuestas (la segunda se emitirá el miércoles, mañana) empezó directamente y a saco: se trató, efectivamente, de un refrito desganado de lo ya visto, un montaje sin introducción de ningún responsable de La Fábrica de la Tele, ya sea Carlota Corredera (fuera de Sálvame y de vacaciones en Tanzania), que se erigió como la principal cara del docudrama, o el inevitable Jorge Javier Vázquez. Un triste final para el que fue el mayor éxito de su productora, con Rocío Carrasco reducida aquí a mera telonera de la serie de José Coronado.
Ni debate posterior, ni invitados, ni comentaristas apoyando el relato de Rocío. Y, desde luego, ninguna contextualización adicional del programa. El recordatorio del éxito de hace un año se mostró mucho más tímido a la hora de abordar los momentos más polémicos, limitándose a la crónica en primera persona y abreviada de una relación de juventud fallida.
Otra vez "como una ola", otra vez el relato de "el ser" -como llama a Antonio David- y otra vez Rocío con el traje fucsia en el plató vacío. De nuevo los recuerdos de días enteros en la playa, los inicios de su romance con Antonio David y las cartas de amor y sus aventuras en el colegio. Pero todo rápido y bien picado: como recordaba la mosca arriba a la derecha, la serie de José Coronado, Entrevías, se emitía sin falta a las 22:50. Apenas tres cuartos de hora para Rociíto.
Un año después de la verdad obvió los episodios más espinosos y se limitó a mostrar los titulares conocidos de una relación conflictiva. Sin sentencias, sin desvelar informes judiciales o policiales, sin polémicas. Un nuevo prime time regalado, en todo caso, a Rocío Carrasco, cuya condición de ídolo de la audiencia está todavía por comprobar después del innegable éxito de la que fue su gran producción. Y un resumen comprimido de lo visto en los primeros episodios del show de hace un año que solo se explica a modo de tráiler de futuras intentonas de Rociíto de recuperar el protagonismo perdido, o quizá, de la cadena por poner una despedida y final a la gran apuesta de La Fábrica de la Tele .