Llevó el gran actor Juan Diego una discreta vida sentimental, si exceptuamos cuando fue pareja de Concha Velasco. Padre de dos hijos con dos mujeres distintas. No era habitual de las revistas rosas pese a su proyección artística. Uno de los grandes de televisión, la escena y sobre todo el cine.
Yo mismo escribí que en 1970 nació su primogénito, Adán, fruto de sus relaciones con una actriz de reparto. La memoria nos traiciona, y en un esfuerzo a la hora de pergeñar este obituario, triste porque con Juan Diego me unió una relación cordial siempre, recuerdo que aquella guapa mujer morena se llamaba Paquita. A la que conocí, pero no recuerdo su apellido. El caso es que su amor se les acabó porque el galán se prendó de una inteligente escritora, también luego actriz, Ana Diosdado. Su padre, Enrique, fue uno de los magníficos actores españoles, tras vivir un duro exilio en Buenos Aires durante nuestra postguerra. Juan Diego y Ana convivieron durante un par de años y, justo en 1971, cuando ella estrenó su excelente comedia Olvida los tambores, en cuyo magnífico reparto figuraba él, rompieron su unión. Porque en la vida del actor sevillano apareció de pronto Concha Velasco.
La vallisoletana vivió con Juan Diego el gran amor que soñaba. Puede que el más intenso. Con ella representó dos obras teatrales de mucho éxito, de taquilla y artístico. Pero Juanito, como ella lo llamaba, no estaba por la labor de casarse y Conchita quería formar una familia. Así me lo confesó ella misma. Aguantaron lo que ella quiso. Cierto día se presentó en el teatro donde representaban Abelardo y Eloísa un caballero de porte elegante, pero muy airado. Era José Luís Sáenz de Heredia. Se dirigió hacia la zona de los camerinos con aire de pocos amigos. Su actitud era la de enfrentarse con Juan Diego, celoso porque Conchita lo había dejado hacía poco tiempo. Alguno de los presentes lo disuadió tras las bambalinas, pues parece que el celebrado director cinematográfico, primo de José Antonio de Rivera, tenía malas intenciones y a voces decía que quería matarlo. La sangre no llegó al río.
Después de su ruptura con la actriz, Juan Diego se consoló con otras mujeres hasta que encontró a Clara Sanchís, también actriz, hija del dramaturgo José Sanchís Sinisterra ("¡Ay, Carmela!") y de la asimismo intérprete teatral Magüi Mira. Ambos enamorados representaron una obra del padre de ella, "El lector por horas", que dieron a conocer con éxito por toda España. Juan Diego y Clara formaron una pareja encantadora con residencia en Torrelodones, a veintiocho kilómetros de Madrid. Tuvieron un hijo, al que inscribieron como Diego. En aquella época el sevillano contaba cincuenta y seis años, estaba en la plenitud de su carrera. Que no había sido un camino de rosas.
Juan Diego Ruíz Moreno había nacido en Bormujos (Sevilla), hace ahora setenta y nueve años. En uno de los frecuentes encuentros que tuve con él, me contó su vida, que aquí condenso: "Mi familia, de clase media. Yo no quería vivir en el campo y trabajar en faenas agrícolas. De mis dos hermanos, uno de ellos era novillero, Curro Machano, y yo quise también ser torero, pero el miedo me quitó esa idea. Tras el Bachillerato, le dije a mi padre que me iba a Madrid, a estudiar si él quería, lo que fuera, Ingeniero Agrónomo, que a él le haría ilusión. Pero tras pasar por Sevilla y actuar en varias obras teatrales, me planté en la capital de España con una mano delante y otra detrás. Viví malamente en pensiones de Argüelles, que pagaba con lo que cobraba como vendedor en una camisería de la calle de la Montera, y los domingos, figuritas en el Rastro. Pero como yo quería ser actor no paré hasta serlo, mas haciendo de figurante en Televisión Española, donde me pagan veinticinco pesetas en cada telenovela en la que aparecía. Y así hasta que en 1963 pude ser ya coprotagonista nada menos que al lado de la eminente María Fernanda Ladrón de Guevara, madre de Carlos Larrañaga, en la serie Mi hijo y yo.
El resto de su trayectoria teatral lo contamos aparte, en la sección cultural. A Juan Diego lo motejaron sus propios compañeros como "Juan Pliego", pues iba a menudo con una carpeta llena de folios solicitando firmas para lograr las reivindicaciones sociales y políticas de su ideario. Yo mismo me lo encontraba, por ejemplo en la discoteca "Bocaccio", de Madrid, muy a menudo, frecuentada por gentes del espectáculo. Era desde finales de los 60 integrante de una célula del Partido Comunista de España, hasta que un día se enfrentó al mismísimo Santiago Carrillo, obviamente ya en tiempos de la democracia, para alejarse de aquella formación, aunque el actor no renunciara jamás a su ideología, sólo que con otros puntos de vista. Él había sido tiempo atrás un ferviente instigador para conseguir derechos de su profesión: que los empresarios pagaran a los actores por los ensayos y que la doble función diaria en los teatros pudiera reducirse. Llegó a lograr con otros compañeros la huelga de todo el sector hacia el mes de febrero de 1975, en pos de la firma del convenio sindical. Y aunque algunos de ellos sufrieron unas horas o días de cárcel y elevadas multas, al final lograron sus objetivos. Juan Diego, por esa combatividad, estuvo detenido en tres ocasiones y conoció los calabozos de la entonces Dirección General de Seguridad, situada en el edificio que ahora es sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol.
Juan Diego logró el reconocimiento de crítica y público en aquel decenio de los 70 y en años sucesivos. Ausente de vida social, no se le veía ni en cócteles ni en eventos mundanos. Lo que no significa que fuese un hombre arisco: todo lo contrario, era agradable, aunque desde luego sabía elegir a sus amistades.
La última etapa de este grandísimo actor, ausente de vanidad, sencillo siempre, la vivió todavía más alejado de cualquier protagonismo. En cuanto a su vida sentimental, nunca renunció a sus principios de absoluto mutismo si algún reportero se interesaba por sus amores. En 2017 publicamos aquí en "Chic", nuestra sospecha de que había contraído matrimonio. Con quien convivía desde hacía un decenio. Ignorábamos quién era su esposa. Y ahora hemos sabido que su viuda se llama María Ruíz, que fue bailarina, luego actriz, al parecer de origen cántabro. Sentimos mucho la desaparición de Juan Diego, víctima de un cáncer que sobrellevó con la mayor dignidad sin querer que se supiera. Estuvo trabajando hasta que su cuerpo ya no le obedecía. Y es que nunca quiso retirarse: "¿Para qué? ¡Si me lo paso de puta madre con mi oficio…!"