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La triste muerte de Helmut Berger, el viudo de Visconti

Apodado el hombre más guapo del mundo, Helmut Berger ha muerto casi irreconocible.

Apodado el hombre más guapo del mundo, Helmut Berger ha muerto casi irreconocible.
Helmut Berger | Cordon Press

En Salzburgo ha muerto Helmut Berger, el actor fetiche de Luchino Visconti, del que fue su amante durante doce años, época en la que protagonizó películas tan renombradas como La caída de los dioses, Ludwig, El retrato de Dorian Grey... Algunas publicaciones lo describieron como "el hombre más guapo del mundo". Exageraciones aparte, no cabe duda que reunía un atractivo que tanto le supuso la admiración de muchas mujeres como sobre todo varones. Era bisexual y tuvo aventuras con destacados actores de uno y otro sexo. Ganó fama y dinero, pero la muerte de su Pygmalion, el antes citado acreditado realizador italiano, que le ganaba en treinta y ocho años más, lo llevó a las puertas del suicidio, junto al abuso de toda clase de estimulantes, que fueron menguando tanto sus contratos cinematográficos como su físico, hasta aparecer casi irreconocible en los últimos años, cuando ya era una caricatura de lo que fue.

Estaba separado de la única esposa que tuvo, mas también contrajo una esperpéntica boda en Ibiza con un joven desconocido. Su final ha sido triste, ya con una vida rota, solitario, arruinado. Su verdadero nombre era el de Helmut Steinberger, quien estaba a punto de cumplir setenta y nueve años el próximo 29 de mayo. Procedía de una acomodada familia austriaca dedicada a la hostelería. Su notoriedad la consiguió gracias a que Luchino Visconti, una de las personalidades literarias y cinematográficas más destacadas del siglo XX, se enamoró de él. Y a partir de un breve papel que le facilitó en la película Las brujas, Helmut Berger (así conocido, prescindiendo de la primera sílaba de su apellido) se convirtió en un actor de envidiable fotogenia, aunque con indudables limitaciones dramáticas, que fue con los años superando gracias a las enseñanzas de su protector y amante.

Tuvo Herbert Berger la oportunidad de aparecer en brillantes repartos junto a estrellas como Elizabeth Taylor, Romy Schneider, Henry Ford, Burt Lancaster y otras figuras. Si a Visconti le debía todo cuanto fue en la pantalla, asimismo fue dirigido por otros realizadores de prestigio, caso de Tinto Brass, que lo tuvo a sus órdenes en Salón Kitty. Intervino en El Padrino, en su tercera y última secuela, aunque su personaje no era protagónico. Apareció también en algunos capítulos de la serie televisiva Dinastía. Dos directores de cine españoles contaron on él: Antoni Ribas en Victoria, y Jesús (Jess) Franco en Los depredadores de la noche. Se despidió del cine en 2019 con la película Liberté y un año antes con su debut teatral en una pieza estrenada en Berlín. Ya era evidente su decadencia, física y artística.

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Helmut Berger en 2013 | Cordon Press

Podríamos parafrasear el título de su película más reconocida con lo que sucedió tras la muerte de Luchino Visconti en 1976, diciendo que a partir de entonces sucedió "la caída de Helmut Berger". Porque entró en un proceso depresivo, autodestructivo, que lo llevó a las puertas de la muerte, tras intentar suicidarse. Entre amoríos con mayoría de hombres, más que mujeres, transcurrió su existencia en la década de los 80 y 90, a merced de alcohol y drogas de todo tipo. Sin que sus íntimos comprendieran su decisión de casarse en 1994 con la italiana Francesca Guidato, que se dedicaba a las relaciones públicas y creyó a su lado gozar de una vida plena. Le sucedió la desgracia de estar unida a un narcisista galán que la engañaba asiduamente. Y así transcurrieron quince deplorables años. Publicó unas memorias para rebañar un poco de dinero que necesitaba para ir sobreviviendo, en las que aseguraba haber mantenido relaciones amorosas con el bailarín Rudolf Nureyev y las actrices Úrsula Andress, Nathalie Delon, Britt Ekland (ex de Peter Sellers), Linda Blair, Bianca Jagger, contando que también con quien fuera marido de ésta, el rockero Mick Jagger lider de los Rolling Stones, disfrutó de una loca pasión.

Tuve dos encuentros con Helmut Berger. El primero en una discoteca madrileña, una de las muchas noches en la que se emborrachaba, insultando a cuantos reporteros gráficos se acercaban a él. Fue imposible trabar una converación con él. Pero tiempo después, en 1981, sí que logré dialogar con el divo en la "suite" que ocupaba en el sevillano hotel Alfonso XIII. Con ocasión del Festival de Cine que se celebraba en la capital de la Giralda, el actor austriaco había sido invitado. Se encontraba sobrio cuando me confesó: "Echo de menos a mi maestro. Visconti odiaba sobre todo la mediocridad en este mundo". Al insinuarle sus constantes escándalos y excentricidades, no vaciló en decirnos: "Hago el payaso porque me lo piden los demás".

Se consideraba "el viudo de Visconti" y así lo repetía en sus entrevistas, que no eran muchas, pues no se llevó nunca bien con los profesionales de la prensa. Tenía setenta y un años cuando ya separado de su esposa, aunque no tenemos noticia de si realmente llegó a divorciarse, decidió montar durante unas vacaciones en Ibiza una ceremonia matrimonial con el jovencito Florian Wess, al que le llevaba treinta y siete años de diferencia. Ignoramos cuanto tiempo estuvieron juntos, porque Helmut continuaba con sus alocadas costumbres sociales y las continuas adicciones que iban convirtiéndolo en un guiñapo. Arruinado, malvivía de una mísera pensión. Y así le ha llegado su triste fin en Salzburgo.

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