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Los Pombo o nuevos Alcántara

Cada una de las Pombo goza de una personalidad definida que deja ver con mucha claridad.

Cada una de las Pombo goza de una personalidad definida que deja ver con mucha claridad.
Imagen promocional del reality sobre los Pombo. | Amazon

Fue Friedrich Nietzsche el que habló por primera vez del ‘eterno retorno’. Aunque aquello venía a significar, coloquialmente explicado, que viviéramos la vida y cada momento como si se repitiera eternamente, hay un retorno televisivo/mediático que es una realidad. Existen fórmulas de éxito que funcionan, y que, aunque el devenir del tiempo moldee el imaginario social colectivo adaptando cada generación a nuevos valores y dinámicas conductuales, los españoles preferimos el fango, la humildad y el costumbrismo. Y si el factor familia prevalece, mejor.

Lejos del glamour y los excesos de lujo de las Kardashian, los Pombo vuelven a coronarse como el clan favorito de los españoles, el de la clase media principalmente.

Por eso en el primer capítulo de POMBO para Amazon Prime, María (la reina sin lugar a dudas de este docurreality y sin la que esto nunca hubiera sido posible) tenía que dejarse ver limpiando un inodoro, embarazo y guantes mediante. Supongo que es un hecho tan sumamente cotidiano que, salvando algunos seres excepcionales que han gozado de interna y muchacha en casa permanentemente -varias, incluso, por si se da una baja-, todos lo hemos hecho en algún momento de nuestra existencia. Aunque sólo sea por decoro de uno, para dejar el asunto aparentemente limpio para el que va a entrar después: la higiene es algo que llevamos muy al día. O eso pienso yo.

Es, desde luego, una edición (o unos capítulos), marcada claramente por la escatología y la constante alusión a las flatulencias (denominadas, en esta joya audiovisual, como coloquialmente los llamamos, ‘pedos’ o ‘pedetes’). Porque, también -reconozcámoslo-, ¿quién no ha tenido una acumulación excesiva de gases en el aparato digestivo? Sin pedos, no hay paraíso, señores.

El español-medio necesita lo aspiracional pero desde la tierra. Sentirse "identificado" con cada Pombito. Admirar y odiar a partes iguales. Envidiar y desear mancomunadamente.

Los Pombo se han convertido en esa especie humana que toma el relevo de los Alcántara. Literal. Unos acaban. Otros empiezan. Y qué importantes son los principios y finales. Han sustituido la televisión en blanco y negro por bailes en TikTok, Sagrillas por una conceptual y aspiracional villa en Almería, el ‘me cago en la leche, Merche’ de Antonio Alcántara por una divertida tensión entre ‘papín’ y sus nueros, y el negocio de banderas y una rotativa en San Genaro (el barrio de Cuéntame) por negocios de la hostelería en Chamartín. Sólo nos quedaría que Pedro Sánchez le ofreciera algún cargo político a Vituco Pombo, como Adolfo Suárez se lo ofreció a Antonio Alcántara. Todo muy descafeinado y amable. Y aspiracional, insisto.

Cada una de las Pombo goza de una personalidad definida que deja ver con mucha claridad. Lucía es la disciplina y la perseverancia (conseguir ser piloto de Iberia no es cualquier cosa), Marta representa la autosuperación y la bondad, y María la ambición llevada con causa y coherencia. Desde luego si hay dos palabras que se repiten en numerosas ocasiones son ‘familia’ y ‘valores’. Hemos de reconocer, aun con los pedos y pedas, que es algo que queda manifestado desde el primer minuto, y es de celebrar (familia y valores, dos conceptos que deberían ir unidos por definición). Sobre todo en un momento en el que atravesamos una importante crisis de valores y de identidad. Los Pombo demuestran estar unidos en cualquier crisis. Y ojalá sirva de inspiración para muchas personas. No olvidemos que generan empleo y riqueza. Y entretenimiento. Y, guste o no su contenido, es nuestro deber admirar a los empresarios y autónomos (y autónomos societarios), pues se nos viene encima una temporada en la que podríamos extinguirnos con el desgobierno secesionista.

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