Menú

La cola de la cola y cantar en tiempos de soledad

No se fíen de esas personas incapaces de hacer y aguantar y aguardar una cola, por favor.

No se fíen de esas personas incapaces de hacer y aguantar y aguardar una cola, por favor.
Manolita | Flickr/CC/Marina Rigby

Qué tienen de especial las colas que parece ser que no hay nada que amemos más en una urbe que hacer una cola. Bien sea por un bizcocho cotizado en la pastelería de moda de su barrio, o por comprar un billete de lotería en Doña Manolita (habiendo tenido tantos meses por delante) o incluso para acceder a un piano-bar para cantar y oír cantar (atisbos de canto) a otras personas.

Y aquí dos fenómenos. Uno, el de la necesidad de formar parte de un colectivo: porque la no-cola es de raros. No se fíen de esas personas incapaces de hacer y aguantar y aguardar una cola, por favor. Y dos, la vanidad ausente de ridículo de alguno de cantar en un Tony 2 (ahora también existe Castellana 8 cual local de consolación para los que no accedan al primero) o el karaoke de turno. Ya no hablamos de cantar en la ducha, entre espuma y chorros de agua, en donde uno se enfrenta a uno mismo, al vapor, y a nada más. Cantar ante un público -quizá- refleje la necesidad de sentirse querido. Y visto. Como quien se mira en un espejo y aunque no se ve necesita verse. Y sentir que es observado. Es la soledad convertida en la ausencia de vergüenza. Y es que entre el karaoke y un piano, en el segundo caso uno requiere de memoria y la capacidad de retener la letra del tema que cante. Algo que en tiempos de algoritmos y demás es tarea difícil. Se nos ha olvidado hasta recitar las letras correctamente.

Hablando de soledad, se ha estrenado "100 años Soledad" en Netflix. Una serie no apta para todos aquellos que anestesian su psique con sagas comerciales con los actores "de siempre". Aunque bastante lenta en su arranque, sin embargo, refleja la fantasía de un Gabriel García Márquez en su momento más álgido cuando escribió la célebre novela. No como con "Memorias de mis putas tristes" que es el resultado de un desgaste moral y vital del colombiano. En Macondo -el pueblo ficticio en el que se desarrollan todas las tramas- no hay jerseys de navidad, objeto tan deseado como horripilante y que rellena escaparates de medio Madrid. Entre renos y gorritos de Papá Noel, añoro ver más nacimientos en nuestra decoración no solo en el interiorismo de nuestras casas sino en el interiorismo de nuestras mentes. Porque, aunque aquí hay quien vive eternamente en diciembre (todos los días se bebe, se come y se compra como en estas fiestas), no nos olvidemos del verdadero origen de la Navidad.

Nada como hacer rotaciones en nuestras agendas más personales. Lo hablábamos con mi amiga Sofía Bono. Una asistencia a tiempo es una victoria. Mientras se crea cantera, y si no funciona, taconazo y para otro. Se rumorea que Lunin pasará a titular en enero en la Copa del Rey. Y hablando de titulares, si estos dan la talla, no hace falta banquillo. Así que hoy Lunin, mañana Martin y pasado Navidad.

Temas

comentarios

Servicios

  • Radarbot
  • Libro
  • Curso
  • Alta Rentabilidad