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Percival Manglano

Conjura en Ferraz

Sede del PSOE. Domingo 8 de febrero. Despacho del secretario general. Unos pocos conjurados se sientan alrededor de una mesa de reuniones.

Calle Ferraz, Madrid. Sede del PSOE. Domingo 8 de febrero. Sobre la hora del aperitivo. Despacho del secretario general. Unos pocos conjurados se sientan alrededor de una mesa de reuniones. Pedro Sánchez los observa en silencio. Sabe que la mayoría ha debido anular en el último momento comidas y excursiones domingueras. Cree leer sus pensamientos: "A ver qué tripa se le habrá roto al niño bonito este", "Ya podría haber organizado un viaje este fin de semana para perderse por París o Londres…". Pero sabe que es ahora o nunca. Carraspea, bebe un trago de agua y comienza a hablar con voz impostada:

–Compañeras y compañeros. Os he pedido que acudáis a esta reunión para tratar una cuestión de la máxima gravedad. Como sabéis, la reunión de la unidad socialista celebrada la semana pasada en Valencia fue boicoteada por Susana Díaz. Se inventó que tenía gripe para no venir y, encima, no tuvo a bien llamarme para disculparse sino que se limitó a mandarme un whatsapp. ¡Esto no puede seguir así!

Sánchez da un fuerte puñetazo encima de la mesa. Un compañero que estaba consultando la previsión del tiempo en el móvil se sobresalta, lo deja caer y al agacharse para recogerlo derriba su botellín de cerveza, derramando su contenido sobre la mesa y las rodillas de los demás conjurados. Para evitar la presumible bronca, raudo se pone en pie (evitando, de paso, mojarse) y exclama:

Así es, Pedro. ¡Es intolerable! El secretario general del partido eres tú. Y cuando tú convocas un acto de unidad socialista, no hay excusas que valgan. Susana debería haber estado sentada en primera fila, aunque fuese sonándose los mocos. Dicho esto, yo pongo la mano en el fuego por Susana. Debió de estar muy malita para no poder venir.

Estas palabras son acogidas con un murmullo aprobador, si bien la mayoría está ocupada pensando en cómo explicará en casa que vuelve de una reunión de trabajo oliendo a cerveza. Sánchez vuelve a tomar la palabra.

–Gracias, compañero. Encima Susana convocó las elecciones andaluzas sin decirme ni mú. Vamos, que está muy crecidita y hay que bajarle los humos. Ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos. Os he convocado para que me aconsejéis. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo paro los pies a la perdonavidas esta? Os escucho.

Los conjurados se miran entre sí. Todos esperan a que hable otro para contárselo de inmediato a Susana por whatsapp. La cerveza sigue goteando de la mesa. Ante el silencio generado, Sánchez decide contestarse a sí mismo.

–Esto es lo que voy a hacer. Voy a dejar claro quién manda aquí de una vez por todas. Se acabó ser un chico bueno (Sánchez hace una pausa para acrecentar la expectación y suelta la bomba). Voy a exigir que todos los cargos del PSOE se hagan personalmente responsables de los desfalcos que se cometan bajo su Gobierno. Es decir, deberán devolver de su bolsillo todo el dinero público que se haya desviado por su culpa. Vamos, que la golfería de los ERE y los cursos de formación le va a costar a Susana y a sus amiguitos 2.000 millones del ala. Yo, como nunca he estado en ningún Gobierno, saldré impoluto. Pero a los de Andalucía me los cargo. ¿Qué os parece?

La cerveza derramada no es ya más que un recuerdo. Nadie quita ojo a Sánchez. No están seguros de que lo diga en serio. ¿Rascarse el bolsillo para devolver dinero desviado, ni siquiera por uno mismo? Este chico está cada día peor. Ni que se le hubiese elegido para pensar y para tener iniciativas.

Por fin habla un conspirador, eligiendo bien sus palabras en función de lo que luego le dirá que dijo a Susana.

–Es una idea fantástica, Pedro. Cada día demuestras mejor por qué se te eligió para liderar nuestro partido. Pero permíteme una sugerencia. A veces la mejor forma de hacer llegar un mensaje es de forma indirecta. Como cuando en El Padrino se le deja la cabeza del caballo muerto al productor de cine. Es mejor cortarle la cabeza a otro para que el aludido tome nota.
–Hmmm… No sé, no sé. Es el momento de la acción, no de las estrategias.

–Mira, Pedro, necesitamos sacar un buen resultado en Andalucía. Es un Gobierno que no podemos perder. Imagínate que haces esta propuesta y nuestras compañeras y compañeros andaluces se nos ponen en huelga y perdemos la Junta. Te echarían la culpa a ti. Más vale dar el golpe en un sitio que ya tengamos perdido.
–¿Como Madrid, dices?

–¡Exacto! Invictus está más quemado que el palo de un churrero. Córtale la cabeza a él.
–Pero si le quitamos, ¿a quién ponemos de candidato?

–Pues, no sé, a alguien que no cree problemas. Si no es del partido, incluso mejor. Mira, se me ocurre un nombre: Gabilondo.
–No es mala idea. Es alguien que se ha portado bien cuando ha hecho falta. Pero no sé si dejaría Prisa. Gana una pasta gansa ahí.

–No, Iñaki no. Su hermano, Ángel. El que fue ministro de Educación con ZP y rector de la Autónoma. Uno que cuando habla parece que esté dando misa.
–Vale, ya sé quién es. Pues bien. Un profesor mesiánico. Nos viene muy bien para competir con los niñatos de Podemos. Pues ya está, quitamos a Tomás Gómez y ponemos a Gabilondo.

Un conjurado se empieza a remover en su asiento.

–Pero Pedro, estamos a tres meses de las elecciones. A Gabilondo no le conocen más que en su casa a la hora de comer y encima no está ni afiliado. Gómez organizó un simulacro de primarias que ganó porque fue el único candidato, pero las ganó. ¿Cómo vamos a quitar a uno elegido por las bases para poner a dedo a otro que no está ni afiliado?
–A ver, chavalote, que me parece que no te has enterado. Esto no tiene nada que ver con Madrid. A Madrid que le den. Si tan contentos están los madrileños votando a Esperancita, allá ellos. Lo importante aquí es mi liderazgo y el desafío de Susana. Tienen que rodar cabezas para que se entere Susana de quién manda aquí de una vez por todas. ¿Está claro o te hago un dibujo?

Un manto de silencio cae sobre la sala. Sánchez siente que acaba de dar un golpe de autoridad que hará que se cuadre todo el partido a sus órdenes. Los demás conjurados esperan a estar fuera de su vista para llamar a Susana. Y uno se lamenta en silencio por ser tan patoso y haberse quedado sin la cervecita del aperitivo. La reunión ha terminado.

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