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París regresa a lo grande: un vistazo a la renovada capital francesa tras los Juegos Olímpicos

Por el aroma de sus pastelerías, su luz o las conversaciones que fluyen en sus terrazas. A París más que viajar sobre todo hay que volver.

Viajes Fin de Semana: Volver a París siempre

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Por el aroma de sus pastelerías, su luz o las conversaciones que fluyen en sus terrazas. A París más que viajar sobre todo hay que volver.
París: su luz y su ambiente, una ciudad a la que siempre hay que volver

París nunca se termina de conocer del todo porque es una ciudad a la que uno regresa más que viaja. Lo confirmé en una escapada exprés, de poco más de dos días, que me permitió comprobar cómo la capital francesa ha resurgido con fuerza tras haber sido el epicentro deportivo del planeta tras los Juegos Olímpicos. Un pulso rápido a la ciudad del amor y la luz, añadiría, con calles más limpias, espacios renovados y una sensación de estar en una de las urbes más importantes del mundo, que mezcla elegancia con vitalidad, París demuestra que sigue siendo (y será siempre), una ciudad a la que hay que volver.

Del bullicio de Ópera a la serenidad de Notre Dame

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Comenzar el día en la zona de Ópera es sumergirse de lleno en el ritmo elegante de París (y uno de sus barrios más glamurosos). Aunque actualmente la Ópera Garnier está parcialmente cubierta por andamios y un enorme cartel de moda que decora su fachada, el lugar conserva su magnetismo de siempre. Desde allí, caminar hacia Notre Dame es una experiencia urbana que permite sentir la transición entre distintos rincones de la ciudad: del bullicio comercial del Boulevard Haussmann, con sus grandes almacenes y cafeterías, al carácter más señorial del río Sena, cruzando puentes y su largo paseo a la orilla del río, que siempre está repleto de vida.

Una ruta, de unas dos horas a ritmo tranquilo, es mucho más que una forma de desplazarse: es una invitación a observar cómo París ha lavado su cara tras los Juegos Olímpicos. Calles limpias, fachadas restauradas y una notable armonía en el entorno urbano entre arquitectura, parisinos y turistas. A mitad del camino, está la Place du Palais Royal, donde se descubre un edificio cubierto de espejos que crea una ilusión óptica que lo hace invisible, dependiendo del ángulo. Al llegar a Notre Dame, renovada y majestuosa, uno siente que el viaje no ha sido solo físico, sino también estético y emocional.

Caminar París es indispensable. Es una ciudad que parece pensada para ser vivida a pie, descubierta en cada esquina. En este trayecto se aprecia cómo ha cambiado tras los JJOO: plazas más ordenadas, aceras limpias, jardines cuidados y una sensación general de renovación. El legado olímpico no se limita al deporte; también se ha traducido en mejoras palpables para residentes y visitantes.

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Las vistas de los tejados parisinos | David Alonso

Una pausa con altura

Nada como una buena vista para acompañar un café. Le Dernier Étage, un rooftop poco conocido por turistas, ofrece una experiencia panorámica que vale cada escalón subido. Desde su terraza se contempla una de las mejores vistas de París, con la Torre Eiffel en el horizonte. Ideal para descansar, tomar aire y recordar por qué esta ciudad enamora.

Las Galeries Lafayette Haussmann, en pleno corazón de París, no son solo un paraíso para los amantes de las compras, sino también un lugar clave para disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad. Este gran almacén histórico, ubicado junto a la Ópera Garnier, deslumbra por dentro con su espectacular cúpula de cristal art nouveau, pero su mayor tesoro se encuentra arriba: una terraza abierta al público y de acceso gratuito. Para llegar, basta con tomar el ascensor o las escaleras mecánicas hasta la última planta y luego subir un tramo más hasta la azotea. Una vez allí, la recompensa es inmejorable: una vista de 360 grados sobre París, con la Torre Eiffel, Montmartre y los tejados clásicos extendiéndose hasta el horizonte. Ideal para tomar un café, hacer fotos o simplemente sentarse y disfrutar del skyline parisino.

El Louvre y el esplendor mameluco

Si el tiempo lo permite, el Louvre sigue siendo una parada obligatoria. Este año el museo estrena una exposición temporal sobre los mamelucos, que rescata y pone en valor el esplendor cultural de esta fascinante dinastía islámica. Una prueba más de que el museo más famoso del mundo no vive solo de la Mona Lisa: siempre tiene algo nuevo que ofrecer.

Por primera vez en Europa, el Museo del Louvre presenta una gran exposición dedicada al sultanato mameluco (1250-1517), con el fin de dar a conocer la extensión y riqueza de esta época dorada del Oriente Próximo islámico.

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Un paseo por el Sena. | David Alonso

Además de la exposición, recorrer los pasillos del Louvre es, como siempre, una experiencia monumental. El museo en sí es una obra de arte: desde la famosa pirámide de vidrio que recibe a los visitantes en el patio exterior, hasta sus interminables salas repletas de esculturas, tapices, joyas, y pinturas que narran siglos de historia humana.

Consejo: reserva entrada online para evitar filas, especialmente en escapadas tan cortas.

Notre Dame: la catedral que vuelve a la vida

El gran momento de este viaje fue sin duda reencontrarme con Notre Dame. Totalmente restaurada tras el devastador incendio de 2019, la catedral ha vuelto a abrir sus puertas, con entrada gratuita (aunque, eso sí, con largas colas en el exterior). El interior, impecable, irradia una paz solemne y presencia recién estrenada. Atención al horario de cierre, que puede variar según la temporada.

Justo enfrente, una visita casi obligatoria: la mítica librería Shakespeare and Company, refugio de escritores, lectores y curiosos. Su interior sigue oliendo a papel antiguo, y sus estanterías, desbordadas de libros en inglés y francés para todos los gustos. Además, si compras un libro, te lo sellan con su famoso logotipo. Un bonito recuerdo de París.

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La luz de París al amanecer | David Alonso

Dónde dormir: entre bohemia y autenticidad

En esta ocasión me alojé en el Hôtel Rendez-Vous Batignolles, cerca del Boulevard Clichy, muy próximo al célebre Moulin Rouge. Es una zona que conserva ese aire bohemio del viejo París pero que también permite acceder caminando al centro. El hotel es acogedor, buena relación calidad-precio, cómodo y perfecto para un viaje corto en el que cada minuto cuenta.

Esta última escapada, tan breve como significativa, me mostró una París distinta y renovada: más moderna, más limpia, más accesible, pero con la misma esencia.

No necesité de nuevo subir a la Torre Eiffel ni pasear por los Campos Elíseos o Montmartre para reencontrarme con ella. Bastaron las vistas desde una azotea, el pálpito de sus gentes y sus calles o el regreso con Notre Dame, verdadero corazón parisino. Una ciudad a la que siempre hay que volver.

Consejos prácticos para llegar y moverse

Lo ideal es viajar entre semana, preferiblemente lunes, martes o miércoles: los precios bajan, los puntos turísticos están menos saturados y se disfruta con más calma de cada rincón.

París tiene dos aeropuertos principales:

  • Charles de Gaulle (CDG): el más grande y más lejano del centro.

  • Orly (ORY): más cercano y mejor conectado.

Tip importante: para moverse por la ciudad, la mejor opción es el metro línea 14, rápido y moderno.

Desde 2024, es obligatorio adquirir una tarjeta recargable de transporte. Cuesta 13 € y se puede recargar según tus trayectos

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