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Katy Mikhailova

Neoburguesía y el vacío de siempre

Unos ‘niños bien’ en Inglaterra han puesto de moda pintar ponys de carne y hueso.

Unos ‘niños bien’ en Inglaterra han puesto de moda  pintar ponys de carne y hueso.
La moda de pintar ponis | Mirror

Ahora hablan de la Neo-Burguesía en la moda. Que debe de ser algo así como el barroco que resurgió en industria en 2011, 2012 y 2013, pero se le pone otro nombre para que sea "nuevo". Las revistas de moda escriben cosas así como "excentrismo y elitismo", "expansión de la dictadura del lujo" y cosas similares.

Hablan de ello los analistas como si fuera una novedad, cuando se sabe de sobra (y esto lleva pasando siglos y siglos en el arte y en la arquitectura, por ejemplo), que después de un movimiento estético recargado, llega uno simplista ("minimalista"); y, tras este, nuevamente se busca algo recargado.

En verdad todo me viene a la cabeza a raíz de la portada de una revista española protagonizada por la modelo rusa Natalia Vodianova. Tener un personaje de este nivel y tan internacional (hoy, casada con el hijo del millonario empresario Bernard Arnault, que controla LVMH) y acompañar su imagen del término "neo burgués" me parece cuando menos insultante. "Con la exclusividad no se juega", acompañan parte del artículo online.

Amigos lectores: la exclusividad hace ya un tiempo que dejó de tener sentido, y desde que existe la moda low cost captando las tendencias, las falsificaciones del lujo se han perfeccionado, el lujo en sí se ha ridiculizado (cuando se aprecia fenómenos como el de Balenciaga, lanzando al mercado imitaciones caras de los sacos de Ikea, por ejemplo) y el ridículo de la industria ya no tiene límites. Los límites del decoro forman parte de un mito de la humanidad de Occidente. Marbella no es lo que era, Ibiza tampoco; el aeropuerto se llena de chonis y chonos con camisetas de tirantes, y yo casi que prefiero irme de vacaciones en septiembre para respirar y sentir.

El otro día leía un titular que me dejó fascinada. "La felicidad se ha vuelto un instrumento de la tortura", escribía el doctor en Filosofía José Carlos Ruíz. El resto del artículo tampoco era nada del otro mundo (como tampoco lo será este, supongo). Sin embargo me doy cuenta de la manera en la que tendemos a exprimir la felicidad a través de modas: que si lo ‘inn’ este verano es comer aquí o allá; y da igual si hacerse el selfie de turno con la Fontana Di Trevi o en campos de concentración nazis… Todo vale.

Esta semana Google posicionaba en primer lugar, al teclear las palabras "polémica moda", la noticia (que ya ha corrido como la pólvora, gracias a Dios y a los periodistas), de ‘niños bien’ en Inglaterra en cuyas fiestas de cumpleaños se dedican a pintar ponys de carne y hueso. Yo en mi infancia lo más que pintaba era la escayola de turno de mi amiga que se había lesionado jugando al fútbol.

Y entre tanta basura éticosocial y estéticomoral, a la revista en cuestión no se le ocurre otra cosa que hablar de una Neoburguesía, como tendencia, que no es más que otra palabreja que intenta desviarnos del verdadero vacío emocional que padecemos en Occidente.

En Chic

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