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Katy Mikhailova

Chapa y pintura

Nos acicalamos para el 31 como si el mundo se acabara aquí: chapa y pintura, lo llamamos en las redes.

Nos acicalamos para el 31 como si el mundo se acabara aquí: chapa y pintura, lo llamamos en las redes.
Acicalarse para Navidad

Antiguamente La Navidad era el plato fuerte de Las Fiestas hasta que la Nochevieja ha desplazado a un segundo plano el 24 y 25 de diciembre. En parte se debe al auge del ateísmo inconsciente, y en parte al egocentrismo consciente que nos sitúa cada 31 de diciembre en el iceberg de la vanidad, las lentejuelas, las bragas en color rojo y el cava sustituto del Champagne. Un iceberg desde el que vislumbramos, los más extrovertidos, lo "mejor" del año que cerramos y que, a menudo, solemos resumir en fotografías para el Facebook y similares.

Y no voy a entrar en criticar el excesivo consumismo: de no consumir y regalar solo "amor y gratitud" algunas empresas caerían en pérdidas y otras directamente se podrían ir a la quiebra. Así que nuestro sistema capitalista entiende la Navidad con amor y familia, y sobre todo mucho consumo (ropa, joyas, perfumes, cosméticos, productos gourmet, y lo que se tercie). Y no me parece mal del todo. Son los tiempos que vivimos. Que nos han tocado vivir.

Ahora hay una app que te dice las 12 fotos con más "like" de tu Instagram del año que despides, y esta es una manera de calmar la vanidad por unos días.

Nos acicalamos para el 31 como si el mundo se acabara aquí: chapa y pintura, lo llamamos en las redes. Manicura permanente, depilación de ingles (como si alguien fuera a fijarse en nuestras ingles una Nochevieja…), limpieza facial, mechas por aquí y pestañas por allá… y esas cosas. Esa clase de rituales que nos ayudan a creernos más guapas y más seguras. Que nos hace sentirnos Pedroche por unas horas, solo que con algo más de gusto, buen gusto, cosa que no es extremadamente difícil.

Y entre tanta gaita, y entre pitos y flautas, otras Navidades más que se nos han ido volando sin nosotros darnos cuenta: porque hemos pasado más tiempo en las tiendas de ropa, en el salón de uñas "Sisi Chian" y en la app de retoque de fotos, que en disfrutar del momento. Y que, para los pocos momentos que estábamos dónde teníamos que estar (en el "ahí" y en el "entonces") estábamos alcoholizados. Tanto, que hoy podemos deducir, con más sabiduría que nunca, que la vida es lo que pasa entre el alcohol y las uñas.

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