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Rosa Belmonte

Travesti, the t word

Está mal no depilarse, está mal depilarse, está mal que no te parezca bien la ley trans de Irene Montero, está mal decir travesti…

Está mal no depilarse, está mal depilarse, está mal que no te parezca bien la ley trans de Irene Montero, está mal decir travesti…
Maria José Cantudo en La trastienda. | Archivo

Me ha mandado los de Capitan Swing A contrapelo. O por qué romper el círculo de depilación, sumisión y autoodio, de Bel Olid. Me lo he leído con mucho interés. Son 89 páginas. Tampoco hay mucho más que decir del asunto. A mí me da igual si la gente se depila o no, pero me llama la atención una buena mata de pelo en la entrepierna porque estoy engañada por la feminidad comme il faut. Una amiga dice que hoy sería gorda y peluda si no llega a ser por su madre, que se ocupó de que no lo fuera. Bel Olid, que es una mujer, escribe por el final del libro de la depilación láser: “Algunas se las regalan a sus hijas adolescentes, para evitarles el suplicio de la cera o la cuchilla. Me sorprende que ni se les haya pasado por la cabeza que podrían arrepentirse. ¿Y si un día echan de menos tener vello y ya no les crece mucho más?”. Amárrame los pavos. Si se me ocurre decir algo parecido con un adolescente trans (que se arrepienta), me veo con orejas de burra y letreros colgando de homófoba y terf. Porque existirá la disforia de género, pero sólo una pequeña parte de los niños con conductas típicas del género contrario son transexuales. Que yo tengo de madre a Angelina Jolie y soy Shilou. Pero lo del pelo es una tontería, aunque se tome como uno de los muchos yugos que soportamos las mujeres.

La autora decidió no depilarse más a los 40. Las piernas, todo. “Llevar el coño totalmente pelado se añade a la lista de requerimientos para ser una mujer deseable, que se acaba resumiendo en parecer que tienes veinte años si tienes cuarenta, quince si tienes veinte, y que nunca, tengas la edad que tengas, parezca que tienes más de treinta”. Voy a recordar a otro amigo al que le gustaban los pubis depilados de vez en cuando, como juego y novedad. Se le quitaron las ganas cuando tuvo hijas.

A veces no entiendo las cosas que leo en este libro (aparte de tener que leer perfomar, constructos culturales, implementado….). Hablando de las labioplastias: “Y, aunque argumentan que esta operación puede tener algunas ventajas importantes, como ‘poder llevar ropa más ajustada’, en sus propias webs [muchas clínicas] confiesan que la mayoría de las mujeres que se someten a ella lo hacen por motivos únicamente estéticos”. Pero, demonios, ¿“poder llevar ropa más ajustada” es ventaja importante y no motivo estético? A Greta Garbo seguro que le habría encantado hacerse una labioplastia. Se quejaba a su amigo Cecil Beaton de todo lo que le colgaba ahí en la vejez.

Bueno, ya sabemos que “estamos enseñando a las niñas a ceder ante la dictadura del control social de sus cuerpos, a rechazar su cuerpo tal como es y a modificarlo…”. Tiene gracia cuando recuerda que a la vez que se venden sujetadores de relleno a las niñas de nueve años, se venden bragas con dibujos a mujeres adultas”. Sí, yo tengo bragas de Olivia de Popeye. Lo más perturbador que he escuchado a propósito de esto (y espero que no sea cierto) es que Rita Barberá llevaba un pijama de la Pantera Rosa la noche que murió. Yo quiero una bata como de Carmen Orozco, el whisky y la tortilla. Me perturba la idea de la Pantera Rosa en semejante mujerona.  

Hay una especie de conclusión en A contrapelo. “Las mujeres nos depilamos porque queremos, sí. Pero lo que queremos no es no depilarnos en sí, sino evitar pagar el precio que se nos exigiría en el caso de no hacerlo. Una libertad curiosa, cuando menos”. Me da la impresión de que sobra el no delante de depilarnos, pero yo qué sé. Mi parte favorita es cuando habla de barbas. “Lo que inviste autoridad a los hombres, que son vistos como maduros y sabios cuando lucen barbas densas, es inadmisible para las mujeres. Las mujeres barbudas han sido tradicionalmente carne de circo y ridiculización, u objeto de fetichización”. Me recuerda a Fran Lebowitz cuando escribe cosas como estas: “Nunca, para causar efecto, apuntes con un revólver a un niño pequeño. No lo entenderá”. O “Nunca lleves a tu niño a que le corte el pelo un peluquero de verdad en una peluquería de verdad. Aún es demasiado bajito para ser objeto de irrisión”. La diferencia está en que Fran Lebowitz trata de ser graciosa y no dice eso en serio (aunque un poco sí).

Cuando estrenaron La peste me sorprendió la pelambrera púbica de una prostituta modelo porque era frondosa, pero muy recortadita. Hombre eso llamaba tanto la atención como Gaby Hoffman en Girls. Porque el felpudo de Hoffman es de hoy. No es el de ayer (no tan ayer como La peste) de María José Cantudo en La trastienda (1975) o de Virginia Mataix en La mano negra (1980). O el de ayer pero de ficción de Olivia Wilde en Vinyl (era un postizo para que la serie estuviera bien ambientada en los 70, un merkin, ese tipo de postizos relacionados en su origen con la sífilis y las prostitutas, que lo usaban para esconder los efectos de la enfermedad).

La Cantudo (su desnudo integral frontal en La trastienda es el primero del cine español) se ríe cuando le sacan el tema. “Yo era una cría, no sabía que eso había que arreglarlo”. Está mal no depilarse, está mal depilarse, está mal que no te parezca bien la ley trans de Irene Montero, está mal decir travesti… Una psicóloga que salió en Viva la vida se ha disculpado por llamar travesti a la Veneno (palabras tránsfobas, ya saben). Daniela Santiago, mujer trans que interpreta a la Veneno en la serie de los Javis durante su época buena, la conoció. Hace un par de semanas, en una entrevista en ‘Lecturas’, aseguraba que Cristina se equivocaba al creer que era un hombre. Es verdad que en algún programa le preguntan si es una mujer y ella dice que mujer es su madre, que ella es un maricón. Son otros tiempos. Menos libres o más libres, según se mire.

Si una supuesta feminidad normativa y una sociedad patriarcal malísima es la culpable de que nos depilemos, ¿de qué es culpable la ideología de género que niega la biología y todo el fanatismo que lleva alrededor? Me siento más libre para no depilarme que para decir travesti. No hay que disculparse.

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