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Katy Mikhailova

Ella y los Fan-Hulkers

Bea Fanjul, joven diputada del Congreso, es la viva representación de la estética con ética en política.

Bea Fanjul, joven diputada del Congreso, es la viva representación de la estética con ética en política.
Bea Fanjul. | Juan Carlos Vega para FEARLESS

Si hay una mujer en la política ahora mismo que se merece un post en Instagram con la palabra ‘ella’, sin hacerle sombra a la ‘Caña de España’ de Isabel Díaz Ayuso (¡magnífica campaña en el sector de la hostelería, por cierto!), es Bea Fanjul. La joven diputada del Congreso por País Vasco, que el fin de semana pasado ha sido electa como digna presidenta de Nuevas Generaciones, es la viva representación de la estética con ética en la política. Una estética desenfadada, informal y absolutamente natural. 

Unas Nuevas Generaciones del Partido Popular que necesitaban un poco de aire nuevo y Aire Loco (y si es de Loewe, mejor -¡qué pena que ya no comercialicen este perfume, por cierto! -).

Con o sin fragancias, Bea Fanjul ha irrumpido con ese no-sé-qué que seduce a cualquiera que la ve y que la oye (y si compartes con ella unas sidras vascas en el Pimiento Verde  de Madrid como hicimos el martes pasado, más aún). Ella es de chuletón poco hecho, pero los huevos nunca estrellados. 

Sin perlas y sin la necesidad vital de lucir ningún bolso con el monograma LV en honor a Louis Vuitton colgado del antebrazo derecho; sin rayas de pelo al lado o tirabuzones fruto de 30 minutos con plancha HD en el baño, sin trenza de raíz para esconder las raíces que rompen el ‘rubio Cayetana’; sin tacones, pero con dos co...; y sin tener que combinar el color de la bufanda con los calcetines, anudar el jersey al cuello o lucir un polo de Polo; y sin golf los domingos para post en Instagram (prefiere ir a Las Ventas). Sin todos estos clichés que algunas veces han hecho justicia a la imagen caduca de esas Nuevas Generaciones a las que pertenecí en algún pasado no muy lejano, Bea irrumpe en un momento en el que la formación de juventudes populares necesitan savia nueva. 

A Bea la descubrí -permítanme este laísmo- en una sesión de fotos en febrero para la revista de papel Fearless. Hicimos una producción bastante divertida, con mucha moda de por medio, en una de las azoteas de un edificio de la calle Almagro. Francamente, tenía poco conocimiento de ella (por no decir ninguno). Nos la recomendó mi buen amigo, el abogado José Luis Pantoja, presidente de Nuevas Generaciones de Alcorcón. De hecho, la foto de perfil de sus redes es una de las fotos del artista asturiano Juan Carlos Vega, quien estuvo en la dirección artística durante el ‘shooting’.

Desde entonces (aquel día en el que nos entendimos y casi nos reconocimos, compartiendo unos botellines de Mahou a las 11 de la mañana un miércoles cualquiera en aquella producción) no dejo de apreciar cómo Bea, ahora con todo un ejército de fans llamados ‘fanhulkers’, crece en seguidores y detractores a un ritmo vertiginoso. ¡Y me encanta!

Con la cara lavada, una gabardina color camel, unos denim ajustados, botines de ante, cigarrillo en mano, o boca -momento que tuvimos que inmortalizar- (era muy parisina esa imagen) y glamour innato por doquier… así llegaba aquel día. Una imagen similar a como la vi en los siguientes encuentros que tuvimos. Directa e irónica; divertida, pero serena; social, que no socialista; liberal, que no libertina; segura, pero ilusionada. Es el lenguaje no verbal que acompaña a una actitud nueva (y una belleza natural) que aterriza para ilusionar a los jóvenes en una política que aspira a quitarle la caspa y los complejos a la derecha, y que pretende cambiar las aburridas aulas para encuentros políticos entre jóvenes por bares con cañas por España. 

Iba a escribir de Irene Montero y su desafortunado ‘outfit’ en un desfile de Ulises Mérida, pero hoy estoy en modo zen y es mejor pensar en positivo. Como mi espacio va de moda, aquí mi análisis al respecto. Su discurso político, que lo analicen mis compañeros, pero les aseguro que no decepcionará a nadie. Sea como fuera, mi querida ‘Fanhulk’ ha llegado para dar una humilde lección. Y es que, para hacer política en la derecha, no es preciso disfrazarse. 

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