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Katy Mikhailova

Balenciaga: indecencia y vergüenza moral

Estamos en un momento de nuestra existencia en el que hay una delgadísima línea entre lo que es arte y singularidad, entre lo desagradable y amoral.

Estamos en un momento de nuestra existencia en el que hay una delgadísima línea entre lo que es arte y singularidad, entre lo desagradable y amoral.
Campaña de Balenciaga. | Instagram

Después de años de polémicas por una desastrosa moda, en donde se ha buscado más el titular que la calidad, priorizando el escándalo a la ética, y cuyo objetivo ha sido parir una estética que ansía ser monetizada en el cartel de (o hashtag) de ‘agotado’ en cuestión de horas, aterriza la materialización en campaña de la vergüenza, la indecencia y la falta de moral. Sí, Balenciaga lo ha vuelto a hacer. Pero ojalá sea la última vez. Porque ya basta de ultrajar el nombre de uno de los creadores de moda más importantes de toda la historia. Y es que, si "inspirarse" en bolsas de Ikea o proponer colecciones con ropa y complementos agujereados y sucios podría interpretarse como una frivolidad que no ‘hace mal a nadie’, estamos ante el mayor escándalo de la casa de lujo. Hablamos de la presunta pornografía por la que Balenciaga ha tenido que retirar las fotografías y pedir públicamente disculpas con un comunicado en su página de Instagram. Pero aún con las disculpas manifestadas, no ha tardado en tener lugar una demanda de 25 millones de dólares contra la productora North Six, Inc. y el escenógrafo Nicholas Des Jardins, culpables de la campaña según Balenciaga.

Y es que ya lo ha dicho un sacerdote de la diócesis de Plasencia y exorcista en relación a la polémica, Francisco Torres Ruiz: la pedofilia tiene raíz satánica.

Y es que las imágenes, protagonizadas por distintos niños, mostraban productos y accesorios que, según miles de usuarios y seguidores de la marca, se asociaban al sadomasoquismo y la pedofilia. La firma de lujo, propiedad del conglomerado Kering (Gucci, Saint-Laurent…), ha seguido la línea de la colección presentada en pasarela BDSM en donde se pudo apreciar modelos que desfilaban en una imagen algo satánica y con peluches decorados con rejilla y otros elementos carentes de una idea naïf y alegre (que es para lo que el mundo ha creado al ‘oso de peluche’: hacer la infancia más dulce, y no amarga).

Al —aparente— alegato de la pornografía infantil, se suman elementos como vasos de alcohol como parte del decorado o comederos de perros y gatos.

Si esto les sabe a poco, la red no ha tardado en seguir indagando. Y es que hay dos campañas anteriores en cuyas imágenes se aprecian elementos bastante extraños. Por un lado la campaña de Nicole Kidman para primavera de 2023: una estampa de la actriz en una oficina, en cuyo bolso (a promocionar, cual colaboración entre Adidas y Balenciaga, Modelo Hourglass y que alcanza la modesta cifra de 3.000 euros) dejaba entrever unos papeles. La mayoría eran folios blancos relacionados, pero había uno especial ligado a la Ley Protect que penaliza la pornografía infantil; se trataba de una copia de documentos judiciales de la sentencia del caso de EEUU contra Williams.

La segunda campaña era protagonizada por la actriz francesa Isabelle Huppert, también en una oficina, sentada con los pies encima de una mesa llena de papeles y objetos. En la instantánea se aprecia un libro sobre un pintor belga, Michael Borremans, a quien se le conoce por retratar a niños desnudos y en comportamientos sexuales. También The Cremaster Cycle, un libro sobre rituales satánicos y canibalismo de niños.

No sé si son meras casualidades y ya nos estamos volviendo locos, o de verdad hay indicios que denotan que tras todos estos símbolos maquiavélicos y de mal gusto se pretende trasladar algún tipo de pensamiento en clave para el inconsciente. Me pregunto en cualquier caso (yo que me dedico a dirigir producciones para mi revista Fearless) qué clase de oficina o estudio de fotografía cuenta de manera casual con un libro, por ejemplo, que se centra en el canibalismo infantil. Es difícil de entender. Llama la atención más todavía si la mentora de todo esto, Lotta Volkova, en su Instagram (que ha tenido que privatizar debido a la presión virtual) publicaba a menores en una actitud bastante controvertida: niños levantando calaveras o en rituales aparentemente satánicos, una niña con cinta de celofán con la boca y los ojos cubiertos, un niño con tacones, o un oso de peluche envuelto en una cinta roja cuales ‘obras maestras’ del diseñador que trabaja para Balenciaga.

Estamos en un momento de nuestra existencia en el que hay una delgadísima línea entre lo que es arte y singularidad, entre lo desagradable y amoral. Lo políticamente incorrecto debe servirse en clave y sutileza, pero tratándose de algo tan delicado como los niños, no se ha tardado en esclarecer. Balenciaga ha rebasado ese límite en donde la indecencia reina sobre la creatividad.

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