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Influencers, poetas y otras diarreas

Esta semana, otro influencer ha publicado un libro. No diré su nombre, porque no quiero estropear esta columna.

Esta semana, otro influencer ha publicado un libro. No diré su nombre, porque no quiero estropear esta columna.
La nueva campaña de H&M | H&M

Hay quien aún cree que escribir un libro es un acto trascendental. De hecho, se ha convertido en el nuevo "me lo merezco". Como quien dice "yo también quiero mi bolso de Hermès, mi balcón en Chamberí y mi ISBN". Y así estamos. Con más libros que lectores y más autores que ideas.

Esta semana, otro influencer ha publicado un libro. No diré su nombre, porque no quiero estropear esta columna. Digamos que es otro más del club de los que confunden el número de seguidores con el de las sinapsis activas. Porque ahora escribir no es un talento, es una extensión del ego que reza "mi vida es tan interesante que el mundo debe conocerla". Aunque esa vida se resuma en cafés con leche de avena, frases de autoayuda de Pinterest y selfies en el gimnasio.

¿El resultado final? Léxico plano, estructura de PowerPoint emocional y la eterna justificación de "es mi verdad". Como si eso bastara para que algo fuera bueno. Y verdadero. Señores, y aquí voy a abrir un melón: una diarrea también es verdad. Y nadie quiere leerla.

"Déjame quedarme hoy en tu pensar / sin teorizar un porqué en tu almohada, / quizás merezcamos un despertar / que nos deje salir de esta nada." Rima consonante, sí, y eso suele provocarme una ligera urticaria estética. Pero entre tanto delirio emocional autoeditado, una amiga ha publicado un libro de poesía y, sorprendentemente, no da vergüenza ajena. Al contrario: Mi Ángel (Círculo Rojo), de María Teresa Haering Portolés, es una rareza en esta era de versos huecos y tipografías monas. No intenta vendernos una meditación guiada ni un trauma marketinizado. Lo leo despacio, con silencio, sin testigos. Porque detesto la poesía sonora. Detesto aún más a los que la recitan. Tuve un novio que me soltaba a Mario Benedetti con acento argentino, como si aquello fuera afrodisíaco. Un poema más y le hubiese pedido que se lo recitara a un terapeuta. Por eso rompimos, claro. Hay cosas que ni el amor soporta.

Y hablemos, como siempre digo, de lo que de verdad importa. Estamos en plena Semana Santa y todo el mundo me pregunta qué voy a hacer. Como si "hacer" fuese una obligación vital. Me miran raro cuando digo que quiero dormir y rezar. Y, además, no hacer nada. Me imaginan en un safari patrocinado, disfrazada de Meryl Streep en Memorias de África, con unas gafas de marca y un fotógrafo escondido entre los arbustos. Pero no. Ni selfies en templos de Bali ni brunch espiritual con vistas al mar. Yo quiero la nada. Dormir. Respirar. Callar.

Y mientras practico la santa ociosidad, H&M anuncia que clonará digitalmente a sus modelos gracias a la IA y que crearán gemelos virtuales para sus campañas. Gemelos. Virtuales. ¿Qué puede salir mal? Modelos que no comen, no descansan, no se quejan y siempre están a punto para posar. Y además no hay que asumir su seguridad social. Lo llaman innovación.

Vivimos en una época maravillosa, como verán. Los influencers escriben, las marcas clonan y la poesía se esconde debajo de la cama. La felicidad se exige como si fuera un menú degustación. Abrazando la nada me despido. Y si se encuentran con mi gemela digital en algún lado, no se alarmen, aun no ha leído a Benedetti.

En Chic

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