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Tormentas solares: ¿por qué deberíamos temerlas?

Un reciente informe avisaba de que la Humanidad no está preparada para afrontarlas. ¿Qué son las tormentas solares y qué daños pueden provocar?

Un reciente informe avisaba de que la Humanidad no está preparada para afrontarlas. ¿Qué son las tormentas solares y qué daños pueden provocar?
Las tormentas geomagnéticas tienen su origen en el Sol | NASA/SDO

Científicos de una universidad sueca alertaron hace unas semanas de que el peligro de una tormenta solar masiva está "subestimado" y presentaron evidencias de una potentísima tormenta solar en el pasado. ¿Hay motivos para pensar que no estamos preparados par afrontar sus riesgos?

De entre las catástrofes que pueden asolar la Tierra, las tormentas solares son quizás de las menos conocidas entre la población. La expresión alude en realidad a tormentas geomagnéticas desatadas en nuestro planeta por perturbaciones, como explosiones, que tienen su origen en el Sol, capaces de alterar las condiciones del campo geomagnético terrestre que habitualmente actúa como protector. Vienen provocadas por la eyección de una gran cantidad de material solar, en concreto de protones, a gran velocidad –un fenómeno conocido como eyección de masa coronal– que terminan chocando contra nuestro planeta. El material y el campo magnético al que está asociado viajan hasta la Tierra en un tiempo que puede oscilar entre uno y tres días y su impacto violento contra la magnetosfera es lo que puede desatar una tormenta solar.

Las auroras boreales y australes son consecuencia directa de este tipo de fenómenos, que también han producido en los últimos años alteraciones en satélites. Pero si la explosión es particularmente fuerte, puede provocar daños más serios: en 2003, una tormenta solar provocó un apagón de varias horas en Suecia. Y en 1989, otra tormenta solar que dañó una planta hidroeléctrica dejó sin luz durante nueve horas Quebec.

En función de lo intensa que sea la tormenta geomagnética, los daños pueden ser muy variados. Según explica a LD, José Carlos del Toro, investigador del CSIC en el Instituto de astrofísica de Andalucía, uno de los efectos más destacados se produce en las comunicaciones, que pueden sufrir interrupciones por el efecto que tienen los fenómenos solares en la ionosfera. También puede afectar a vuelos intercontinentales en rutas que pasen por los polos, donde impactan con más fuerza las partículas solares. Los satélites son también blanco habitual de estos fenómenos: un bombardeo de protones solares puede causar interferencias en su funcionamiento o alteraciones en sus órbitas. Incluso los astronautas de la Estación Espacial Internacional pueden resultar afectados: de hecho, como señala Del Toro, la estación "cuenta con un habitáculo especialmente protegido en el que deben refugiarse" en caso de tormenta solar.

Si la tormenta es especialmente fuerte, los efectos van más allá y los protones pueden llegar a la misma superficie de la Tierra. Las partículas pueden llegar a dañar tendidos eléctricos, centrales, cables submarinos... . La consecuencia, largos apagones, que pueden limitarse a algunas zonas, como ocurrió en Quebec, o ser más generalizados. Los científicos no se ponen de acuerdo en calibrar hasta qué punto podría afectarnos una gran tormenta solar pero sí hay consenso en que una tormenta muy fuerte, masiva, sería devastadora, provocaría cuantiosísimos daños y tardaría mucho tiempo en resolverse.

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El ejemplo más comentado de lo que ha pasado y lo que podría volver a pasar es el denominado Evento Carrington. En 1859, la Tierra sufrió la tormenta solar más potente jamás registrada: se observaron auroras boreales en lugares tan alejados de los polos como Cuba o Colombia y las incipientes comunicaciones mediante telégrafo se vieron interrumpidas. La tormenta recibe su nombre del astrónomo Richard Carrington, que relacionó un llamativo fulgor en el Sol con sus efectos en la Tierra unos días después. Sus consecuencias no pasaron de aquí porque la sociedad estaba mucho menos tecnificada que ahora: si hoy se viviera un fenómeno similar, podría vivirse un "apagón" a nivel global: ciudadanos y empresas se quedarían sin comunicaciones, electricidad, internet... Ser una sociedad cada vez más dependiente de la tecnología nos hace mucho más vulnerables a un fenómeno que ha venido afectando a la Tierra desde sus orígenes.

Poco a poco, la idea de que hay que prepararse ante un fenómeno así va calando en los Gobiernos y a ello responden informes como el elaborado por The National Academies of Science de Estados Unidos que recopilaba y trataba de cuantificar las consecuencias de una tormenta solar potente. Entre sus mayores peligros, situaba los daños en la red eléctrica estadounidense y estimaba que recuperar la red por completo podría llevar entre cuatro y diez años. También habría interrupciones en las comunicaciones por radio, GPS... Cortes e interrupciones que harían inviable, durante horas, días, meses o años la vida tal y como la conocemos.

La tecnología actual hace que sea posible predecir tormentas solares con uno o dos días de antelación mediante la vigilancia de la actividad solar con telescopios e instrumentos capaces de medir directamente la composición y energía de las partículas del viento solar. Para mejorar la capacidad de respuesta, es fundamental "predecir con mayor antelación la ocurrencia del fenómeno solar", señala Del Toro. "Cuando entendamos mejor la física del Sol, sabremos predecir las tormentas con mayor antelación", subraya el científico, que destaca también el papel de España. Canarias alberga uno de los observatorios más importantes del planeta para vigilar el Sol y además se proyecta incorporar el telescopio solar europeo (EST) en el que están involucrados más de quince países europeos liderados por España desde el Instituto de Astrofísica de Canarias.

Nuestro país también colabora en la investigación solar espacial mediante dos instrumentos: el EPD, un detector de partículas energéticas liderado por la Universidad de Alcalá de Henares y el instrumento SO/PHI, un magnetógrafo solar coliderado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía, del CSIC.

El objetivo con el desarrollo de estos mecanismos es aumentar el tiempo de respuesta ante fenómenos solares y mejorar su predicción, con iniciativas como la misión europea Lagrange específicamente diseñada para vigilar el clima espacial o la sonda de la NASA Solar Probe +, que tiene como objetivo acercarse al astro y tomar datos de la actividad en la corona solar.

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Las misiones de la NASA que vigilan el Sol

Paralelamente, ha de mejorarse la capacidad de respuesta en la Tierra: ejemplos de ello puede ser el desarrollo de tecnologías electrónicas "especialmente robustas frente a fallos producidos por el bombardeo de partículas" o el abaratamiento en la producción de satélites que permitan su proliferación y minimicen las consecuencias de un fallo en uno de ellos.

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