El estrés y la ansiedad son fenómenos que a veces se usan como sinónimos, suele ocurrir ya que están muy relacionados; ambos dan lugar a síntomas del mismo tipo, e incluso pueden aparecer juntos. Pero existen diferentes tipos de estrés como el estrés crónico, estrés laboral, estrés agudo, etcétera y distintos trastornos de ansiedad como el TOC, el trastorno de ansiedad generalizada, ataque de pánico etc. Además, es importante saber cómo distinguirlos para gestionarlos bien emocionalmente.
Pero, ¿Cómo se pueden distinguir? Se sabe que el estrés es una reacción ante una situación amenazante, se mueve en el presente y suele desaparecer cuando la causa que lo provoca lo hace, mientras que la ansiedad constituye una preparación ante esa situación amenazante. Para hacerse una idea de la gravedad del problema solo hay que mirar los datos y es que entre un 6 y un 7% de la población española ha consultado a su médico de Atención Primaria por un trastorno de ansiedad y España es el país que más ansiolíticos consume. La cuestión es que algunos errores frecuentes muy asentados dificultan su abordaje.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad se define como aquella respuesta que hace que el organismo se active y ponga en marcha mecanismos de defensa ante una circunstancia concreta. Esta puede incluir sentimientos de miedo, inquietud, nerviosismo, intranquilidad… Su sintomatología puede ser de carácter psicológico, cognitivo, conductual y social.
¿Qué es el estrés?
El estrés se produce cuando la persona no tiene la capacidad adaptativa necesaria para ajustarse a determinadas situaciones, se ve sobrepasada por las circunstancias y es entonces cuando se desencadenan respuestas de estrés, que pueden ser de tipo emocional, cognitivo y conductual. Suele producirse a causa de factores externos.
Síntomas de la ansiedad
Para identificar la aparición de la ansiedad es importante entender que no se trata solo de un estado mental, con presencia de ideas catastróficas, sino que está muy vinculada al cuerpo con manifestaciones como:
- Ahogo e hiperventilación
- Taquicardia
- Parestesias o sensación de quemadura o pinchazos fundamentalmente en brazos, manos, piernas y pies
- Mareos y sensación de inestabilidad
- Dolor en el pecho
Para distinguir la ansiedad generalizada de un episodio que puede aparecer en un momento puntual, la clave está en observar cómo está afectando a la vida de quien la padece. Además, hay que saber que la prevalencia de los casos de ansiedad en los centros de salud supera ya a los de depresión. Según algunos estudios, un 15,8% de las personas declararon haber tenido algún ataque de pánico o ansiedad en su vida, dato que se eleva al 22% en el caso de la población femenina.
Cómo diferenciar la ansiedad del estrés
Otra cuestión importante es diferenciar bien la ansiedad del estrés. La clave está en que el estrés es una reacción ante una situación amenazante, se mueve en el presente y suele desaparecer cuando la causa que lo provoca lo hace, mientras que la ansiedad es una preparación ante esa situación que se vive como amenazante y se mueve entre el pasado y el futuro, permaneciendo incluso aunque el objeto del miedo haya desaparecido. Además de esto, hay algunos trucos para diferenciar ansiedad y estrés:
- Por su origen: mientras que el estrés tiene un origen claro e identificable, el de la ansiedad resulta más difuso. En el caso de la ansiedad la persona puede experimentar sensaciones de miedo o amenaza, pero no es necesario que exista un evento objetivo para que se desencadene.
- Por los factores desencadenantes: en el caso del estrés, estos factores son externos, mientras que en el caso de la ansiedad son más internos, relacionados con la parcela cognitiva, pensamientos y sensaciones. Existe un miedo de carácter subjetivo.
- Por las emociones que presentan: en el estrés, la emoción que predomina no es el miedo, sino la preocupación que genera el estímulo desencadenante. Dicha preocupación puede llevar a desarrollar conductas de irritabilidad, sentimientos de tristeza y de frustración por no poder superar una circunstancia concreta. Sin embargo, en la ansiedad la emoción protagonista es el miedo a algo negativo que pueda suceder, esto lleva a la anticipación de situaciones negativas o catastrofistas.
- Por el momento de aparición: el estrés se localiza en el presente, el tiempo se hace eterno mientras la persona busca una alternativa para poder afrontarlo. Por su parte, en el caso de la ansiedad se sitúa en el futuro, como una anticipación de lo que puede ocurrir.
- Por la duración: el estrés, puesto que está relacionado con factores exógenos, desparece cuando el estímulo estresante finaliza o se consigue superar. En cuanto a la duración de la ansiedad, es más compleja, dado que también pueden participar pensamientos irracionales o preocupaciones innecesarias que la persona ha desarrollado alrededor de una idea. La ansiedad continuar cuando el estrés ya ha desaparecido.
- En cuanto a la remisión de los síntomas: en el estrés, cuando el estímulo estresante desparece los síntomas remiten y la persona regresa a su estado habitual. En cambio, la ansiedad tiende a prolongarse en el tiempo y la remisión depende de la reconstrucción de la realidad que haga el sujeto.
- En cuanto a su intensidad objetiva: en el estrés la intensidad se corresponde con la importancia que tenga el factor desencadenante, mientras que en el caso de la ansiedad es más irracional, más subjetiva.
- La ansiedad es una manifestación del estrés: es una respuesta emocional o un síntoma de este.
- Por su severidad: la ansiedad es una patología más grave y su severidad es mayor, ya que puede originar trastornos psicológicos de mayor alcance como ataques de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, trastornos fóbicos, etc. La severidad del estrés es más baja, aunque puede influir en originar o agravar algunas enfermedades orgánicas.
- Tratamiento: requieren tratamientos muy diferenciados. Si el estrés se prolonga en el tiempo, el tratamiento psicoterapéutico puede consistir en el desarrollo de estrategias para afrontar el estrés. Por su parte, el tratamiento de la ansiedad puede llegar a requerir tratamiento psicológico y/o farmacológico combinado.