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Notas sobre la morfología del bicharraco socialista

Eludir el compromiso democrático de respeto la ley, a las reglas y la ética exige la aceptación de la corrupción como argamasa habitual de la actividad política.

Eludir el compromiso democrático de respeto la ley, a las reglas y la ética exige la aceptación de la corrupción como argamasa habitual de la actividad política.
MONTILLA (CÓRDOBA), 05/09/2025.- La secretaria general del PSOE de Andalucía y vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero. | EFE

"Con ese bicharraco que es el PSOE de Andalucía, que cuando está bravío, unido, se lo cree, lo pelea, militante por militante, simpatizante por simpatizante, somos imbatibles", proclamó la vicepresidenta, ministra y candidata María Jesús Montero el pasado mes de septiembre en uno de sus actos preelectorales en Andalucía. Pocos han definido mejor a este PSOE que ahora conocemos. No sólo en Andalucía y no sólo en este tiempo.

¿Qué es un bicharraco? En principio una palabra que no está expresamente tratada en el Diccionario de la Real Academia, ni ahora ni en la edición de 1884, que se ha consultado, aunque sí lo ha estado indirectamente en otras ediciones, por ejemplo, en la vigésimo primera, de 2011. Se dice en esta última que el sufijo "-aco" unido a "-arro" forma "-arraco" que tiene valor diminutivo y despectivo. Pero la trianera no lo ve así.

En algunos diccionarios etimológicos, "bicharraco" es un despreciativo de bicho, o sea, un bicho malo, ya sea grande o pequeño. En otros compendios, se subraya la presencia del prefijo "-bi", que ven referido a los dos cuernos de algunas bichas y bichos, ¿escorpiones?, lo cual es interesante porque da pie a relacionar a los bicharracos con el maniqueísmo empeñado en reducirlo todo a la batalla entre dos posiciones, dos modos, dos realidades contrapuestas. Una buena y otra mala, habitualmente y desde Manes hasta Marx y epígonos.

Lo que está claro es que un bicharraco es un bicho, que deriva de "bestia", pero en peor tal vez por tamaño, tal vez por su fuerza, tal vez por su maldad, tal vez por ser extraño y desconocido, no clasificado. Si un "mal bicho" es una persona malvada, imaginen lo que será un "mal bicharraco".

Queda pues sentado que "bicharraco" es una palabra que se refiere a una entidad no humana que anuncia desgracia cierta, riesgo seguro para la integridad personal y amenaza latente si no se toman las debidas precauciones. Pero, claro está, al ser el bicharraco un animal, por raro y peligroso que sea no puede tener ni buena ni mala intención puesto que sigue su naturaleza, su instinto. No se da cuenta de su condición ni de la gravedad de sus actos.

Sin embargo, el uso de la palabra vinculándola a la actividad política de un partido compuesto por hombres y mujeres permite que, aunque su carácter original obligue a dañar, la libertad pueda evitar ese destino de causar dolor. En tal caso, nada fácil, debería estar presente y visible una voluntad clara de oponerse al desarrollo de su tendencia congénita, si es que tal cosa pudiera ser posible, que parece que no.

Cuando esta Marichús, okupa, intrusa inauténtica del aparato, dicen que cristiana, habla del PSOE como de un bicharraco parece apuntar a una suerte de maquinaria bestial que, cuando está bravía y unida, o engrasada, diríamos ahora, es capaz de vencer a todo lo que se le oponga, haga el daño que haga a personas, a cosas, a la nación, a la democracia, a lo que sea. Además, aclara que el objetivo no es otro que ganar como sea, esto es, perpetuarse como organización poderosa, como sujeto histórico colectivo, como administrador hegemónico del "progreso".

Sobre la morfología del bicharraco

¿Cómo es que se le ocurrió lo de "bicharraco" al hablar de sí misma, de sus compañeros y del aparato socialista? Muchos otros usan o han usado la voz "bicharraco" para referirse a seres humanos. Así llamaba al bicho de Kafka la asistenta que lo cuidaba. Tolstoi dijo lo mismo del diablo. Sbarbi, en su diccionario de refranes, sienta que "bicharraco" es persona fea, ridícula y repugnante. Juan Manuel de Prada se lo endosa a "la manada", ésa, sí, la de las violaciones. Jardiel Poncela llama bicharracos a los humanos, en comparación con su Dios de tournée. Y así, muchos.

Pero a ella no parece inquietarla ni horrorizarla el engendro. Ni siquiera un poco. De su entrecomillado cabe deducir sin forzar nada que admira, añora y anhela a su partido-bicharraco, que se rinde ante su eficacia, ante su entidad autoritaria compuesta por voluntades ciegas y/o disciplinadas que lo ponen por delante de cualquier otra consideración, valor, evidencia o existencia. Su "bicharraco" es capaz, útil, dominador, irresistible.


Narcicismo paralógico y psicopático

En el siglo XIX, ya había llovido mucho, demasiado, pero hubo quienes creyeron que la Historia tenía un sentido - es obvia la raíz judeo-cristiana -, y que ellos eran poseedores de su significación verdadera. Entre ellos, destacaron los socialistas, hijos del movimiento ideológico, político y social que, nacido en las violentas convulsiones y masacres de la Revolución Francesa, afirmó comprender la dirección de la marcha de las cosas en la atribulada existencia humana.

Concretado finalmente en el marxismo, pero presente en tradiciones anteriores, religiosas e incluso liberales, el meollo narcisista[i] del socialismo derivaba de su dogma previo e incierto. La historia se regía por leyes y esas leyes fueron descubiertas, todas y para siempre, por Marx hace casi dos siglos. O sea, el socialismo es científico, no moral, y los partidos socialistas (o comunistas) encarnan verdades indiscutibles porque suyo es el lado correcto de la Historia, de la que conocen rigurosamente sus mecanismos íntimos.

Esto conduce a una dimensión psicológica peligrosa. Como se es parte y actor de la realización del progreso de la Historia, gracias a la ciencia misma que dicen poseer, todo el que discrepe no tiene que ser considerado una opción posible con la que es necesario debatir argumentos, sino una alternativa errónea per se, a la que hay que condenar y, en cuanto sea posible, eliminar.

Como la historia es la historia de la lucha de clases y el social-comunismo representa a la clase emergente cuyo triunfo es inevitable, todo lo que no sea eso es o bien un último estertor de las clases destinadas a desaparecer (capitalistas) o bien una insuficiencia intelectual de quienes no han recibido la gracia "científica" de Marx y sus epígonos. O, sencillamente, son el Mal.

La necesidad de erigirse en "seres morales superiores" surge de aquí. ¿Cómo voy a ser malo si estoy en lo cierto porque la ciencia me asiste y justifica? Las malas intenciones y las malas doctrinas son excremento de los demás, sean quienes sean y defiendan lo que defiendan. Por principio, no puede haber pruebas contra el socialismo como doctrina porque es irrefutable. Algo que se sitúa más allá de la lógica, de la ciencia y queda bien cerca de la psicopatología.

No han importado nada las experiencias, viejas y nuevas, de dos siglos. No son relevantes los estudios que han demostrado la falsedad de quienes afirman que es posible planificar toda la realidad de la acción humana. Qué más dan los sufrimientos terribles que sus revoluciones voluntaristas han causado. El fracaso más que evidente de su gestión económica y política cuando ha tenido lugar en alguna parte, o se oculta o se le resta valor de verdad.

Muchas de estas creencias, por más desacreditadas que estén por la propia experiencia histórica, siguen formando parte visceral de una gran cantidad de devotos socialistas. En España, aunque haya excepciones, podemos decir que el social-comunismo se atribuyó desde el mérito de la Transición hasta la esencia misma de la democracia. Es más, sólo hay democracia si gobiernan ellos. Si lo hacen otros, es una falsa democracia.

Su demonización del franquismo que los derrotó cerraba el paso a una mirada limpia sobre su responsabilidad en el desencadenamiento de la Guerra Civil. Su dobermanización de las derechas era consecuencia de su origen franquista, o católico, o liberal, o lo que sea. De este modo, podía reescribirse el relato de lo sucedido y sepultar todo lo que en efecto ocurrió: una tragedia desencadenada por un desorden insoportable que pretendía adueñarse de España liquidando a cualquier oposición.

Sólo el social-comunismo puede tener razón. Como ironiza Carlos Rodríguez Braun en sus greguerías liberales: "Si Descartes hubiera sido socialista, habría dicho: «Pienso, luego acierto»". Mejor aún, "Pienso y soy socialista, ergo no puedo estar equivocado". Aunque parezca mentira, ni siquiera la caída del Muro de Berlín ha provocado una reflexión de calado sobre esta inclinación narcisista esencial.

Siguen y seguirán considerándose moral y científicamente superiores a cualquier otro partido, grupo humano o individuos. Digo yo que eso es lo que le hace ser, en parte, un bicharraco, un ser que no duda, una entidad que presume de ciencia infusa, al margen de toda prueba y diálogo. ¿Quién puede extrañarse de que de esta dinámica paralógica puedan surgir sátrapas con rasgos psicopáticos?

Fobia hacia toda democracia

Muchos se llevarán las manos a la cabeza. Pero es que los hechos son testarudos. El social-comunismo no ha sido nunca democrático. No puede serlo. Su consideración del individuo, de la persona, sujeto de la democracia, es casi nula. En realidad, es un proyecto de dictadura a la que, como ahora no mola, se la llama hegemonía, e incluso mayoría simple, eso sí, blindada. Ciertamente, ha habido intentos social-demócratas, por ese orden, que han respetado más o menos las reglas de juego de la democracia liberal, que no hay otra. Pero no demasiados.

En España, nunca se ha renunciado al marxismo como metodología ni como dogma de inspiración. Por ello, la democracia liberal es considerada algo despreciable y formal. La única democracia real es la de un Estado, expropiador de todo y de todos, que igualará por fin a "las masas", que no a los ciudadanos. Ya se vio en la URSS cómo funcionó la "democracia" estalinista o cómo operó en la China, la de Mao y la de ahora. Se vio muy claramente en la España republicana: seis golpes de estado de las izquierdas, entre ellos el sangriento de 1934.[ii] Luego se vio en Cuba, Venezuela y se ve en Corea del Norte y en otras partes.

Hasta 1939, el bicharraco y sus aliados consideraron, como los bolcheviques, que había que cargarse la democracia para conquistar el poder e instaurar la dictadura de partido laureado con la "ciencia histórica". Lo intentaron. ¿Por qué si no llamaron a Largo Caballero el "Lenin" español y por qué se sucedieron golpes e intentos revolucionarios hasta conseguir la guerra que creían iban a ganar para liquidar a la España diferente, a la otra España?

Desde 1982, la organización del bicharraco, su estructura disciplinaria y centralista eligió otro camino. No se trataba ya de asaltar ningún Palacio de Invierno, sino de "vertebrar" la vida española ocupando o condicionando sus instituciones, sus instrumentos de defensa, su Derecho y sus púlpitos mediáticos. Se trató, especialmente en Andalucía, pero no sólo en ella, de tejer una tela de araña que perpetuara el poder socialista y el de sus aliados, aprovechando los caudales públicos y los nuevos centros de poder emanados de las Autonomías.

De ese modo, se mantenía la apariencia de democracia mientras se intervenía en todo, en las adjudicaciones a amigos, en las contrataciones fraudulentas, en las ayudas sociales sectarias, en los medios de comunicación, en la inspección de la enseñanza, en las estructuras gerenciales de la sanidad (Marichús lo sabe muy bien), en las organizaciones sociales, en las ONG's, en las Cajas de Ahorros, en el deporte (sobre todo el fútbol, pero no sólo)… 36 años, tantos como Franco, estuvieron mandando arrinconando y acomplejando a los adversarios y quebrando el destino de las vidas y haciendas de muchos.

Muchos se asombran de lo que ha hecho Pedro Sánchez desde 2018. No se dice que su manual de cabecera ha sido el ejemplo de la tela de araña andaluza. Nada que haya hecho el sátrapa de la Moncloa que no se hubiera ensayado antes en el Sur. ¿Familiares? Hija de Manuel Chaves. ¿Amigos? ERE's para "asá una vaca". ¿Altos cargos procesados? A decenas. ¿Concursos amañados? Caso Ollero, y así sucesivamente.

Internamente, se abrazó el centralismo "democrático" que conduce a una dirección única e inflexible con sus purgas anexas. Decir que el bicharraco ha disfrutado alguna vez de algo parecido a la democracia interna es huir de la cordura. La organización necesaria para la "lucha" no es un ejército, pero casi. Lenin. Lo vio con claridad. ¿Democracia? ¿Para qué?: profesionales disciplinados unidos por la lealtad a los oligarcas de cada momento. Lo único necesario fue disponer de voluntarios para hacer de carnes de cañón y fe ciega.

Trotsky lo caricaturizó a la perfección, de esta manera, más o menos: "La organización del partido sustituye al partido, el Comité Central sustituye a la organización del partido, y, finalmente, un 'dictador' sustituye al Comité Central." Mutatis mutandis, es el proceso que se ha llevado singularmente en el PSOE desde siempre, aunque especialmente desde el triunfo de Pedro Sánchez en las primarias (de fraudes ya ni hablamos) de 2017. Casi todos en la estructura orgánica y en los puestos institucionales son designados por la Comisión Ejecutiva Federal que ha sido seleccionada y es manejada por el Secretario General.

¿Cómo puede esperarse que estas experiencias personales y orgánicas de obediencias y sumisiones sucesivas y continuas pueda prosperar alguna luz democrática real? Para el bicharraco lo único esencial es su organización, el instrumento esencial sin el cual es imposible controlar y mandar. Si su interés colisiona con la moral, con la verdad, con la libertad, peor para ellas.

La corrupción como caldo de cultivo

Eludir el compromiso democrático de respeto la ley, a las reglas y la ética exige la aceptación de la corrupción como argamasa habitual de la actividad política. Sólo desde su más extenso e intenso cultivo es posible el medro necesario y la ocupación política. No es nuevo. El viejo PSOE del "abuelo" ya lo tuvo claro: Si la ley nos beneficia, la ley. Si nos perjudica, al margen de la ley. (Cierto que no son los únicos que lo practican, pero siempre han sido los más brillantes ejecutores de esta sentencia).

Desde alterar la neutralidad de unas oposiciones, las condiciones de un concurso o los requisitos de un acceso a carreras y destinos a exigir coimas por conceder contrataciones y adjudicaciones, castigar el mérito y la capacidad privilegiando la complicidad o torturar leyes, incluso la Ley de leyes, para afianzar el propio poder, es la consecuencia de la constitución íntima del bicharraco.

No me extenderé mucho más sobre algo que es suficientemente conocido. Pero el grado máximo de su ejercicio, que no siempre tiene que ver del todo con el dinero, se ha exhibido con absoluta claridad desde hace pocos días con la publicación de las actas que ETA tomó textualmente de sus negociaciones con el gobierno socialista de quien lleva camino de convertirse en el mayor felón de la Historia de la democracia española, José Luis Rodríguez Zapatero.

En resumen, si para mantener la hegemonía del bicharraco hay que aceptar los crímenes ocasionados a la democracia e incluso al propio PSOE, se aceptan. Si hay que admitir la división de la España histórica, se admite. Si hay que indultar o amnistiar a golpistas anticonstitucionales, se indulta o amnistía. Si hay que derruir el poder judicial, se derruye. Lo importante no es la nación española, nunca lo ha sido desde su fundación, aunque se cuenten algunas excepciones.

Lo importante es la pervivencia del aparato del partido como instrumento de encuadramiento de los fieles devotos, como sistema de medro personal imposible de conseguir de otros modos en la vida civil y como estructura mamaria de una oligarquía que, gracias a su existencia, alcanza un poder injustificado si se tuvieran en cuenta méritos, cualidades y aportaciones a la riqueza colectiva y al bienestar de los ciudadanos.

Sí, no cabe duda de que estamos ante un bicharraco para el que su fin esencial de dominación justifica toda clase de medios sin atención a su naturaleza y sin contención ética conocida. Nada más hay que ver como se ha desembocado en el escándalo general del gobierno y de la persona y familia de Pedro Sánchez para darse cuenta del nivel de degeneración que puede alcanzarse. Incluso a nivel internacional, ya saben.

Pero, en todo caso, no es un azar, una casualidad, un desvarío momentáneo. Es la consecuencia de la morfología de un bicharraco político que se dejó evolucionar sin corrección crítica alguna y que, de forma natural, ha llegado a su más evidente nivel de incompetencia, aunque no a su límite de peligrosidad. Que sea añorado en sus formas actuales por Marichús lo dice todo, de ella, del gobierno y de los mandamases del partido. Es su carácter.

El del bicharraco y el de ella, que lo va a necesitar, e incluso uno más siniestro, para no quedar como La Chata en las elecciones andaluzas.


[i] Narciso es una figura de la mitología griega que, enamorado de sí mismo, rechazaba todo amor que no fuese el propio. Sí, despreció a una diosa que murió del disgusto y originó la venganza de Némesis, que llevó a la muerte al "narcisista" al encadenarse a su propia imagen y no poder separarse de ella.

[ii] Sólo dos de los ocho que se perpetraron no fueron de izquierdas El de Sanjurjo en 1932 y el de Franco, que triunfó en 1939 tras una guerra civil que muy especialmente el PSOE de Largo Caballero invitó a declarar

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