
Si uno mira las primeras planas de los periódicos españoles ve nombres como los de Carlos Mazón, Álvaro García Ortiz y, por cierto, el propio presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y tantos otros cuestionados por sus comportamientos morales y éticos. Pero, vamos, no solo en España, parece broma pero no lo es, en gran parte de los titulares del mundo pueden leerse noticias del estilo.
Sergio Ramírez es un escritor, político y abogado nicaragüense que fue vicepresidente de su país entre 1985 y 1990, durante el primer mandato del actual presidente Daniel Ortega, alejándose posteriormente del movimiento gobernante, el sandinismo. Y escribió un muy interesante artículo titulado 'Por qué la revolución sandinista se fue al traste'.
En esta columna asegura que "la deriva autoritaria de Ortega comienza tras el pacto en el año 2000 con el expresidente Arnoldo Alemán, el jefe corrupto del partido liberal… quien, a cambio de impunidad, con Ortega ya en control de los tribunales de justicia, concede a su adversario… una reforma constitucional que permite ganar la presidencia en primera vuelta con solo el 35 por ciento de los votos".
Por cierto, el actual presidente lleva ya 18 años -interrumpidos- en el poder con el Frente Sandinista, superando al viejo dictador Somoza que estuvo 16 años, a su hijo Luis, 7 años, y a su otro hijo, Anastasio, el último de la dinastía somocista que permaneció 10 años.
Esto me recuerda, por mencionar un caso de tantísimos, que un jefe de gabinete de un anterior gobierno argentino encabezado por los Kirchner realizó estudios en una prestigiosa escuela de negocios, pero luego en el poder hizo lo contrario a lo que allí enseñaban. ¿Mintió en los exámenes para aprobar el curso o dijo la verdad y, luego, hizo lo contrario para mantener el poder? En cualquier caso, faltó a la ética y a la moral.
"La democracia no fue nunca un concepto vigente" en Nicaragua continúa Ramírez, pero lo cierto es que está poco vigente en todo el mundo desde que estos inmorales abusan de la demagogia y desde que el oficialismo abusa de los enormes recursos estatales para hacer propaganda. "El caudillo… ha triunfado siempre sobre las instituciones y sigue siendo así", remata.
Y esto sin contar con el fraude electoral. Las recientes elecciones en Argentina fueron sorprendentes. Un cambio en el modo de votar dio como resultado un fracaso rotundo del peronismo que, durante las últimas décadas, ganaba las votaciones con facilidad. ¿Fueron fraudulentas todas las elecciones anteriores? Ciertamente queda esa duda y, de ser esto cierto, el panorama político del país vira sustancialmente ya que significaría la desaparición definitiva del peronismo y la izquierda como fuerzas de peso.
El último Somoza cayó tras una guerra civil, encabezada por el Frente Sandinista que luego perdió las elecciones en 1990 tras otra guerra civil en la que los "contras" recibieron el respaldo de Reagan.
Y el gobierno actual usa "fuerzas policiales y paramilitares armadas con fusiles de guerra… contra una población desarmada… Pero es una lucha fundamentalmente cívica…", dice Ramírez. Y destaca la vocación pacifista, "si logramos un cambio de la dictadura a la democracia sin guerra civil, nos evitaremos (…) que se erija un nuevo tirano triunfante". Entretanto, los medios de comunicación se sienten tan desamparados como el resto de la población.
En fin, es una constante entre los políticos, enarbolan buenas ideas y son votados por ellas, pero luego la tentación por el poder los supera. Si fueran capaces de mantener sus principios, el mundo progresaría notoriamente más. Pero lo cierto es que, y sin querer justificarlos, el sistema es corrupto de suyo desde que los funcionarios tienen el poder de, arbitrariamente, aunque esgriman una "ley", decidir sobre vida y fortuna de los ciudadanos.
Es decir, el Estado utiliza su monopolio de la violencia para imponer "leyes" que contrarían el ordenamiento natural, precisamente, por ello deben imponerse coactivamente, porque no se dan naturalmente. Y en esta imposición es inevitable la arbitrariedad ya que, al contrario del mercado donde toda acción se realiza de mutuo acuerdo -como en la compra y venta- el funcionario decide por sí mismo las acciones y así, es susceptible de ser sobornado, de corromperse.
Empecemos por estudiar qué es una ciencia. Según Jacques Maritain, la ley científica no hace jamás otra cosa que extraer, de manera más o menos directa, más o menos desenvuelta, la propiedad o la exigencia de un cierto indivisible ontológico, que no es otro que aquel que los filósofos llaman bajo el nombre de naturaleza o esencia.
Es decir, la ciencia se limita a descubrir y explicar lo que de hecho ya ocurre en la naturaleza, como la ley de la gravedad o las reacciones químicas, muchas veces utilizando un lenguaje científico como lo son las matemáticas. Y la técnica, la tecnología, aplica estas leyes científicas para desarrollos, precisamente, tecnológicos.
Y ¿qué es la moral? Existe la errónea idea de que es un conjunto de normas establecidas o dictado por alguna "autoridad", estatal, civil, cultural, religiosa o de cualquier índole que debe cumplirse para ser "buena persona". Esto definitivamente no es verdad. Nadie tiene autoridad suficiente como para establecer o dictar una moral.
La moral es una ciencia. Es la ciencia que -como toda ciencia, como vimos- estudia y describe las leyes de la naturaleza, en este caso para que el hombre se desarrolle plenamente. De aquí que la violencia es inmoral en todos los casos, precisamente porque impide el desarrollo natural, espontáneo de las personas violentadas.
Por cierto, Adam Smith no se inició como economista sino moralista, profesor de Moral, y su primera obra fue "Teoría de los sentimientos morales". Para Friedrich Hayek, uno de los padres de la escuela Austríaca de Economía, un grupo de destacados tomistas, profesores de Moral y Teología en la Universidad de Salamanca, fueron precursores de un desarrollo serio y sistemático de la teoría del mercado.
Según Aristóteles, la ética se trata de alcanzar la felicidad practicando la virtud que sería el justo medio entre dos extremos viciosos (como la cobardía y la temeridad), que se alcanza mediante la razón y la práctica constante. Esta búsqueda de la felicidad, conocida como su ética teleológica, evalúa las acciones por las intrínsecas consecuencias que tienen para lograr el máximo bienestar del ser humano, que reside en una vida excelente de acuerdo con la razón.
Es decir, la ética es la práctica de la moral, de las normas que el hombre debe seguir para realizarse plenamente, para ser feliz.
Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
