Menú

Jovellanos en Gijón

Vale la pena leer a Jovellanos, este patriota ejemplar, en Gijón y en toda España. La figura de mayor limpieza, rectitud moral y mérito.

Patio de Butacas: Amorós recuerda a Jovellanos

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio

Vale la pena leer a Jovellanos, este patriota ejemplar, en Gijón y en toda España. La figura de mayor limpieza, rectitud moral y mérito.
Jovellanos retratado por Goya

Si yo pretendiera ser original, en el programa Es la mañana que tuvo lugar en el Teatro Jovellanos de Gijón este 24 de octubre, hubiera recomendado la lectura de algún poema escandinavo, escrito en una de esas misteriosas lenguas que colocan circulitos encima de algunas vocales... Como no lo pretendo, recomendé leer a Jovellanos: algo tan lógico que casi parece una obviedad. Nuestra cercanía a las ciudades depende también de lo que hayamos leído sobre ellas: para mí, Gijón va unida necesariamente a Jovellanos, como Oviedo, a Clarín y Pérez de Ayala.

Don Gaspar Melchor (y Baltasar, acaba de aclarar Federico) es el ejemplo perfecto del ilustrado español, situado en el punto medio: ni absolutista ni revolucionario. Por ello, recibió palos de todas partes. El maravilloso retrato que pintó Goya – y glosó Azorín - es uno de los mejores símbolos de nuestra Ilustración.

Para un lector actual, su significación personal posee más atractivo que la lectura de sus obras. Me permito recomendar la lectura de sus Diarios: unos diarios ilustrados, no románticos, donde no ocupa el primer plano el "yo" sino la mención de sus viajes y las reformas útiles que deben hacerse, pero donde también asoma su intimidad. La edición completa la hizo el gran especialista, mi amigo José Caso González; para un lector no especializado, es útil y suficiente la selección que realizó Julián Marías, en la colección Libro de Bolsillo de Alianza Editorial.

Quiero subrayar brevemente tres aspectos: el significado de Jovellanos, su patriotismo y su amor por Gijón, su cuna.

Para Julián Marías, "es difícil encontrar, en toda la Historia de España, una figura de mayor limpieza y mérito". Por eso, nadie lo ataca: desde todas las tendencias ideológicas y políticas, intentan apropiárselo. Américo Castro, mi maestro, forjó el término "jovellanismo" para aludir a la rectitud moral.

En su caso, esta virtud va íntimamente unida a algo que – por desgracia – está ahora tan poco de moda como es el patriotismo. No estoy haciendo retórica barata sino mencionando un hecho indiscutible. El monarca absoluto le hizo encarcelar durante años en Bellver pero él, afrancesado de ideas, nunca lo fue políticamente, rechazó siempre las ofertas que le hicieron los invasores.

Así justifica su actitud, en carta a Cabarrús: "España no lidia por los Borbones ni por Fernando VII: lidia por sus derechos, su religión, su Constitución, sus leyes, sus costumbres; en una palabra, por su libertad". Y le escribe al general Sebastiani: "Yo no sigo un partido sino la santa y justa causa que sostiene a mi patria".

Sufrió, por ello, toda clase de persecuciones. En su agonía, en Puerto de Vega (una pequeña localidad, entre Luarca y Navia), musitaba estas patéticas frases: "Mi sobrino... Junta Central... La Francia... Nación sin cabeza... ¡Desdichado de mí!"

Se sentía profundamente unido a su tierra asturiana: de niño, había jugado en el barrio pesquero de Cimadevilla. Su mayor ilusión fué el Instituto Asturiano de útiles enseñanzas: "Él y yo somos una misma cosa". Desde la cárcel de Bellver, escribía: "Ruego me permitan volver a Asturias".

A los 45 años volvió a su tierra, en un semidestierro: para él, la etapa más fecunda y feliz de su vida. Defendía que, a Asturias, "sólo le faltan dos cosas, comunicaciones y Luces" (las luces de la educación, claro). Ponía a Pajares como ejemplo de lo sublime (una palabra prerromántica) y grandioso. Le divertían los cariñosos diminutivos del habla de sus paisanos. Le encantaba el paisaje de su tierra: los sotos, las peñas, los arroyos. Y el mar, "espectáculo sublime que jamás cansa".

En Gijón, le gustaba pasear, leyendo, por la playa de San Lorenzo. Hizo una cruzada para plantar árboles, en la ciudad. Prefería la vida en Gijón a la de la Corte: "¡Qué enorme diferencia en gusto, en sosiego, en independencia!...".

Su conclusión era muy clara: "Yo no me hallo sino en Gijón". Lo consideraba su refugio vital: "Estoy otra vez en mi escondite de Gijón: llegué a besar esta cuna..."

Vale la pena leer a Jovellanos, este patriota ejemplar, en Gijón y en toda España.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios