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Rosa Belmonte

Horizontes de Donettes

En Nochebuena pusieron en televisión 'Horizontes de Grandeza'. Y un extraño anuncio de ambientadores para el retrete.

En Nochebuena pusieron en televisión 'Horizontes de Grandeza'. Y un extraño anuncio de ambientadores para el retrete.
Charlton Heston y Gregory Peck | MGM

Acaba de cumplir 60 años y tan fresca. Horizontes de grandeza (1958). Para Jean Simmons fue un rodaje traumático y nunca hablaba de la película. En los años 80 dio una entrevista: "Te habías aprendido tu papel y entonces te daban reescrito el guión. Te pasabas la noche aprendiendo lo nuevo y a la mañana siguiente te daban otro. Hacer un buen trabajo era imposible". Según Gregory Peck, usaron siete guionistas y ni él ni William Wyler (ambos productores) estaban contentos con el guión, pero las presiones financieras los forzaron a rodar lo escrito. Vaya, tampoco es que lo de Jean Simmons fuera para tanto. Que se queje Tippi Hedren de Hitchcock, vale, pero que se queje esta por el cambio de guión... Basada en la novela The Big Country, de Donald Hamilton, título original de la película, se estrenó en octubre de 1958 (en España, casi un año después) y el día de Nochebuena la puso Trece. En España es muy común cascar a una película horizontes aunque no los tenga. De Horizontes de grandeza, Horizontes lejanos y Horizontes perdidos, esta es la única que tiene un ‘horizon’ en el título original.

Horizontes de grandeza me la sé de memoria, pero en los larguísimos intermedios de Trece descubrí algo que no conocía, el anuncio de VIPoo, un ambientador para el retrete. Lo del ambientador, pase, pero el anuncio. Demonios, que habría que entrevistar al creativo. Que hay una tía que va al baño con el espray y en una imagen se ve que la caca es como Donettes. Podemos entender que en los anuncios de medicamentos anti ardor de estómago se vean unos señores como de Érase una vez el cuerpo humano apagando los fuegos internos con extintores, ¿pero cagar Donettes? No creo que Chuck Connors, el malísimo de Horizontes de grandeza, consiguiera hacer esas esculturas. Ni siquiera el pimpollo de Gregory Peck. Ni la tiquismiquis Carroll Baker. Ni la quejica Simmons.

William Wyler, el director, pretendía que esta película fuera una alegoría izquierdista de la Guerra Fría. El personaje de Gregory Peck es como el de John Wayne en El hombre tranquilo. Pero Maureen O’Hara es mejor que Carrol Baker. Julia Maragon, la maestra y propietaria de rancho a la que interpreta Jean Simmons, se lleva la mejor parte. Hubo críticos que en el estreno pensaron que era un personaje prescindible. Pero mira la tía. Vende el rancho Valverde, que el rey de España había regalado a un antepasado. Se queda con la pasta. Se queda con el maromo, es decir, con James McKay (Gregory Peck) y, por tanto, se queda con la finca porque la ha comprado él. Gregory Peck, tan Atticus, llevaba alzas para ser más alto que Chuck Connors y Charlton Heston (este tenía dudas sobre participar en la película ya que el papel era pequeño, pero su agente lo convenció por la oportunidad de trabajar con William Wyler y Gregory Peck).

Y ahí estaban los Terrill y los Hannassey peleándose, Gregory Peck pavoneándose a caballo con blazer, Jean Simmons y Charton Heston guapeando y, de pronto, un corte publicitario. El anuncio de VIPoo (léase viaipu). El delirio. Lo peor es que creo que ahora cada vez que piense en ‘Horizontes de grandeza’ pensaré en los Donettes.

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