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Luis Herrero Goldáraz

Nacer, crecer, parpadear

Lo más curioso de crecer es que consiste en ejercer la voluntad. Por eso uno está creciendo siempre, quiera o no quiera, aunque decida decrecer.

Lo más curioso de crecer es que consiste en ejercer la voluntad. Por eso uno está creciendo siempre, quiera o no quiera, aunque decida decrecer.
Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button. | Archivo

Existe un momento en la vida en el que se comienza a jugar a anticipar el futuro. Se trata de un juego bastante morboso, pues además de adictivo es peligrosísimo. Uno puede morir de viejo a los veinte años si no ha adquirido el suficiente autocontrol. Y así yo he visto a tantos chavales absolutamente enganchados a temer la vida, que se les viene encima, antes incluso de haber descubierto de qué va. La primera revelación que nos advierte que el futuro está tan cerca como el pasado suele llegar recién cumplida la veintena, como es lógico, y en casi todos los casos se desarrolla igual. Un amigo toma la palabra en cualquier reunión de grupo y con maliciosa inocencia, recuerda: "Ya han pasado cinco años desde…". El sadismo de esa frase no está en lo que dice, sino en lo que sugiere. Porque al oírla nadie piensa en lo que pudo suceder hace un lustro, realmente, sino en que ese lustro se ha ido para siempre en un abrir y cerrar de ojos. Es decir, en que la vida puede convertirse fácilmente en una fiesta si a uno le da por ponerse a parpadear.

Una de las trampas más violentas de anticipar el futuro es que después sólo se cumple en los demás. Con veinte años yo llegué a la conclusión, inducida por mi interlocutor, que tenía las cosas mucho más claras que yo, de que en tan sólo dos cabezadas iba a tener ya treinta años, es decir, mujer, casa, hijos y, si me apuras, hasta sitio fijo en el sofá. Resulta que ya he llegado a la treintena y aquí estoy, exactamente igual que entonces, preguntándome si eso de adquirir responsabilidades es una cosa que les cae a los demás del cielo o si hay que apuntarse en alguna lista para que te lo subvencione la comunidad.

Ser niño consiste en pensar que crecer tiene el mismo mérito que nacer. Casi nunca se piensa que tiene el mismo mérito que morir porque ser niño también consiste en creerse inmortal. Lo paradójico, en todo caso, es que hace falta haber crecido para descubrir que crecer es sobre todo una cuestión de voluntad. Uno puede decidir crecer de la misma forma que puede decidir seguir siendo niño eternamente. Lo que no puede decidir es parpadear. Y la cosa es que basta un único parpadeo para desbloquear el consiguiente examen de conciencia, con sus peajes, sus comparaciones, sus anhelos y su ducha de realidad. Yo ahora sé que en algún momento de mi niñez decidí no dejar de ser niño nunca. Pero sólo lo he sabido ahora, cuando la biología y la memoria se han empeñado en negarme esa ilusión.

Porque lo verdaderamente frustrante, por contradictorio, es que los niños están en lo cierto: se crece sin esfuerzo y aunque no se quiera. Se crece aunque no se haya madurado, por más que ambos conceptos se confundan con facilidad. Algunos crecemos contra nuestra voluntad sólo para descubrir que estamos obligados, además, a hacerlo voluntariamente. Así de sádica es la vida. Tan inesquivables son los achaques de la vejez como la inopinada necesidad de cuestionarse a uno mismo cada ciertos parpadeos. Y en eso hay respuestas para todo. Los hay que se sienten solos de repente, que se descubren necesitados de la estabilidad de una familia, de una estirpe propia, de una tradición; y los hay perfectamente satisfechos con esa rutina indudablemente humana, por antiinstintiva, que los ha llevado a renunciar a contribuir a la conservación de la especie. Existen también los padres de familia que analizan con ojos infantiles lo que debe ser vivir sin ataduras otra vez. Y que se van de casa, atándose inevitablemente al coste de todo lo que pierden por pensar que están ganando algo mejor. Es una cosa muy extraña. Lo más curioso de crecer es que consiste en ejercer la voluntad. Por eso uno está creciendo siempre, quiera o no quiera, aunque decida decrecer.

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