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Juan Manuel González

Crítica: 'Pixels', con Adam Sandler

'Pixels' podría haber sido un amable emblema de la generación X que adora 'Cazafantasmas', pero más bien invita a hacer Control+Alt+Supr.

'Pixels' podría haber sido un amable emblema de la generación X que adora 'Cazafantasmas', pero más bien invita a hacer Control+Alt+Supr.
Una imagen de Pixels | Sony Pictures
Póster Pixels
Puntuación: 4 / 10

A medio camino entre la evocación nostálgica y la recuperación de ciertos viejos modelos en el cine de entretenimiento, la nueva apuesta de Adam Sandler, Pixels, no me genera ningún tipo de problemas de base: su tono despreocupado, su confianza en los efectos especiales pero sin que éstos lleguen a tomar el protagonismo, su recuerdo de una década en la que (como el propio personaje de Sandler verbaliza en un momento dado del filme) los videojuegos eran sencillos dispositivos tecnológicos que favorecían la socialización, no el aislamiento...

Incluso la presencia tras las cámaras de Chris Columbus, uno de los adalides de ese cine convertido ya en objeto de recuerdo, parece trabajar en ese sentido. Tanto en su faceta de guionista (El secreto de la pirámide, Gremlins, Los Goonies) como de director (Solo en casa, El hombre bicentenario, las dos primeras entregas de Harry Potter), Columbus se las arregló para facturar algunos de los éxitos más importantes de ese cine familiar convertido ya en camiseta nostálgica de muchos, en objeto de simulación sentimental a través de cintas como Super 8 o las recientes Terminator: Genesis y Jurassic World, si bien con disparidad en los resultados.

Lamentablemente Pixels no va a figurar en la lista de ganadores, y lo que podría haber sido un amable emblema de la generación X que adora Cazafantasmas más bien invita a oprimir el Control+Alt+Supr. Estamos ante uno de esos filmes a medio cocinar en los que situaciones y gags potencialmente interesantes se pierden en una ejecución apresurada, torpe. Columbus, que lo ha hecho (algo) mejor en otras ocasiones, puntea su híbrido de comedia gamberra y sci-fi de los 50 con imágenes que evocan ese cine de tiempos pasados (la primera aparición de los extraterrestres parece remitir visualmente a Encuentros en la Tercera Fase), pero al final sólo insinúa sus proposiciones artísticas: la amistad entre Brenner y Cooper, concebida para que Adam Sandler y Kevin James exhiban su campechano colegueo; la caracterización del equipo como un puñado de "friquis", pero sin que la película vaya más allá de la caracterización tópica de unos personajes no especialmente simpáticos (repitiendo, para colmo, algún gag de Big Bang Theory)... Y pese a que en estas cosas menos suele ser más, hasta la propia definición de la amenaza planetaria da la impresión de quedar coja en una resolución que se olvida de que, en el fondo, ahí también tiene que haber un filme de ciencia ficción. Pixels, simplemente, tiene menos gracia de la que debería, es näif en un sentido obtuso, y carece de un trabajo de dirección contundente que haga algo con su propuesta (su mejor secuencia en este sentido, el acoso al Comecocos en Nueva York, tiene una energía que parece provenir del excelente product-placement del nuevo Mini Cooper).

Entremedias quedan sugerencias que establecen, a través de los videojuegos, un interesante contraste entre la era analógica y la digital que justifican la existencia de la película, que parecen dotar de sentido a un filme que nunca iguala el encanto de sus fuentes de inspiración. Ahí está la idea de usar a Madonna y otras personalidades del espectáculo para anunciar la invasión, un puntazo de humor y horror que hubiera necesitado de un guión más avispado; el prólogo abiertamente nostálgico que revive el tono de las producciones Amblin; o la propia idea de los "nerds" tomando el relevo del Ejército, un escenario ideal para que Sandler despliegue su relajada interpretación habitual, entre sentimental y gamberra. Pero Pixels no consigue imponerse a su propia y acertada tesis, de su apología de tiempos más sencillos en los que un niño podía ganar al comecocos descubriendo su patrón secreto. Ahora, en la vida y los modernos videojuegos, todo es tan elaborado y agresivo que hay que sólo convivimos con incertidumbres. Naturalmente, Sandler eso no lo ha visto y ni lo huele, y aunque sus protagonistas ganen recurriendo a sus viejos trucos, Pixels simplemente no está tan bien como nos hubiera gustado. Un consejo: si quieren un buen filme anclado en la mitología de los 8 bits, recuperen la excelente Scott Pilgrim contra el mundo, de Edgar Wright.

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