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Amando de Miguel

Cuando las películas eran películas

Los espectadores de hoy están ya de vuelta de todo. En lugar de sorprender al espectador, una buena película debería buscar otras sensaciones.

Los espectadores de hoy están ya de vuelta de todo. En lugar de sorprender al espectador, una buena película debería buscar otras sensaciones.
Fotograma de 'Casablanca'.

En inglés es ya una frase mostrenca: When movies were movies. Significa la nostalgia de las películas realizadas hace dos o tres generaciones, incluso en blanco y negro, como verdaderas obras de arte. Como en tantas celebraciones del pasado, hay aquí también algo selectivo. Es claro que las buenas películas antiguas que hoy recordamos con cariño no son una muestra representativa de todas las que se rodaron por las mismas fechas. Es decir, las que han sobrevivido al paso del tiempo aparecen como una selección de las mejores. Con un criterio estadístico, la mayor parte de los filmes del pasado eran bastante ramplones, solo que no se suelen visionar otra vez. El cine que llamamos clásico es siempre una selección de los productos que han sobrevivido mejor al paso del tiempo. La gran ventaja de una película excelente del pasado es que sabemos de antemano que está probada su calidad.

Los artefactos de reproducción de la imagen y el sonido nos permiten volver a ver hoy películas de todos los tiempos al alcance de los cuartos de estar más modestos. Es un verdadero placer colectivo del que no pudieron gozar en su día nuestros abuelos. La sorpresa es que el cine de hace dos o más generaciones que ahora podemos disfrutar deja en mal lugar a las películas más recientes, por grandiosas que traten de ser. Es una comparación que puede parecer preocupante para los que trabajan en el gremio cinematográfico.

Las películas de los últimos lustros suelen ser rutilantes espectáculos de luz y sonido, con un derroche de efectos especiales y de multitud de enfoques y perspectivas que maravillan al espectador más exigente. Pero todo eso cede ante el deterioro de la calidad. Por ejemplo, ahora es corriente que se superponga la música de fondo con los parlamentos. Eso hace que se siga mal el discurso de los personajes. El cual suele ser literariamente pobre. Para llamar la atención en un mundo competitivo, los guiones actuales buscan caracteres extravagantes, que a veces resultan desagradables.

Algunas de las grandes películas del pasado se basaban en novelas de éxito. Tal recurso garantizaba un argumento bien trabado con unos caracteres atractivos. Bien es verdad que la puesta en escena podía resultar un tanto teatral, con escaso dinamismo, que es la faceta que distingue al cine. Pero el resultado final era un producto valioso. En muchas de las películas actuales el guion suele ser más dinámico, pero también más endeble. Se intenta corregir con el efecto de que los personajes de la trama estén siempre moviéndose de forma casi patológica.

En los filmes que consideramos clásicos se ponían por delante las figuras del director y de los protagonistas. En las películas recientes se destaca la figura del productor, que con frecuencia se manifiesta a través de varios nombres y empresas. Suele ser una mala señal de calidad artística, aunque de gran "producción".

Comprendo que la calificación de interesante o aburrida que se da a una película parece demasiado subjetiva, incluso arbitraria. Pero así es el arte. Por cierto, la reciente decadencia del cine es solo una manifestación de la degradación de varias otras formas de expresión artística. El arte actual busca sobre todo sorprender al espectador, que es visto como consumidor. De ahí la generalización de los "efectos especiales" en el cine o las "instalaciones" en las exposiciones de bellas artes. Con demasiada frecuencia se puede llegar al ridículo.

Se comprende que, si el objetivo del creador artístico es la sorpresa, cada sea más difícil conseguirlo. Los espectadores de hoy están ya de vuelta de todo. En lugar de sorprender al espectador, una buena película debería buscar otras sensaciones. Una fundamental es la de transmitir la idea de verosimilitud a través de una historia y de un ambiente atractivos. Se comprende que la combinación deseable sea difícil de conseguir. Pero, en esto como en todo, per áspera ad astra, por los caminos duros se llega hasta las estrellas.

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