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Rosa Belmonte

Candice, se acabó el pastel

Meryl Streep hace ya tiempo rompió ese techo de cristal en el que una señora mayor podía seguir siendo una gran estrella.

Meryl Streep hace ya tiempo rompió ese techo de cristal en el que una señora mayor podía seguir siendo una gran estrella.
Meryl Streep en Déjales hablar. | HBO

No veo problema en seguir merylstreepeando. Me da igual si tengo que ver The Prom (Netflix), que hay que tener valor para aguantar ese capricho musical de Ryan Murphy. Lo de Déjales hablar (HBO), el otro estreno seguido de la Streep, es mejor. Parece Steven Soderbergh haciendo de Ryan Murphy. Por lo menos por reunir a tres divarracas como Meryl Streep, Candice Bergen y Dianne Wiest. ¿Cómo no vas a rendirte con ese reparto? También parece que Meryl Streep haya dicho eso de ¡Señor!, si no puedes hacerme delgada, haz que mis amigas sean gordas. Wiest ha adelgazado un poco, pero Candice se ha puesto de buen año.

¿Que a mí qué me importa? Vale. Pero es que veo a Candice Bergen en Déjalas hablar o a Luisa Martín en Servir y proteger y temo que con la edad me voy a poner así. Claro, que puede ser en parte culpa de la maldición esta del coronavirus. La película la han promocionado por zoom. A Candice le habría gustado la promoción normal, pero también le gusta esta: “Puedes vestirte bien sólo por arriba. Abajo puedes llevar pantalones de yoga y zapatillas. Puedes estar en casa, ir a la cocina y tomar un trozo de pastel. Es muy atractivo para mí”. Sí, hija, y para cualquiera, pero lleva cuidado con los pasteles.

No me canso de Meryl Streep, pero tampoco de las otras dos, aunque las vea menos. O sí, porque repito mucho con Hannah y sus hermanas y Miss agente especial. Es cierto, aunque también Ricas y famosas. Y he crecido con Murphy Brown. Aquí la rica y famosa, la escritora, es Meryl Streep y Candice Bergen (Roberta) está dolida porque su obra más famosa (Tú siempre, tú nunca) está basada en su vida y dice que se la destrozó por publicarla. Ahora es vendedora en una tienda y no tiene un duro. Candice se hace con la película. Y es una película un poco extraña porque los diálogos son estupendos para haber sido improvisados en gran parte tras las indicaciones de Deborah Eisenberg. Diez días de rodaje en el Queen Mary 2 y un final sorprendente. Candice Bergen ve muchas series. Ha visto The Undoing y ha mandado un correo a David E. Kelley dándole las gracias (recordemos que coincidieron en Boston Legal). Esa le ha gustado (cielos) y también la cuarta de The Crown y Gambito de dama. Y Roadkill, la de Hugh Laurie. Esto es la globalización, que Candice Bergen y yo hayamos visto en los últimos meses las mismas series. Es verdad que he visto muchas más, pero me resulta inquietante.

Y claro que Meryl Streep está estupenda en Déjales hablar, sobre todo porque no es una de esas películas o series en las que hace el ganso sobreactuado. Véase la suegra loca de Big Little Lies; qué quieren, miren, soy Meryl Streep, hago lo que me da la gana. En el fondo son esos papeles los que la mantienen grande (no gorda). Es como si existiera el peligro de que su excelencia resultara aburrida y quisiera despertarnos. Tranquila. Puedes hacernos lo que quieras. Meryl Streep rompió ese techo de cristal en el que una señora mayor podía seguir siendo una gran estrella. Recordaba Mike Nichols que eso no había sucedido jamás. Y Ryan Murphy, pensando en sus Bette Davis y Joan Crawford en Feud, podría corroborarlo. Ya dijo Clint Eastwood que era la mejor actriz del mundo cuando le preguntaron por qué la había elegido para Los puentes de Madison. Y claro que no le gusta a todo el mundo, no es Yolanda Ramos.

Si Cecil Beaton no soportaba a Katherine Hepburn, Katherine Hepburn no soportaba a Meryl Streep. Truman Capote, tampoco, y no digamos Pauline Kael, cuya crítica de su actuación en Kramer contra Kramer fue demoledora. Es Meryl un antídoto contra esnobismos. Ay, mi actriz favorita es una cuyo nombre no conoces (como esa Blodwyn Pough escritora a la que admira el personaje de Meryl Streep en la película de Soderbergh). No, mira, es Meryl Streep y me da igual que le guste a la señora de Cuenca y a la de Connecticut que leen a Isabel Allende y a Danielle Steel. Pero voy a reconocer que aquí ha ganado Candice Bergen. Se acabó el pastel. O no. Qué más da. Pobre.

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