
El revival a medio camino entre secuela y "reboot" de la saga Halloween de David Gordon Green y Danny McBride comenzó a medio gas, con una película, la de 2018, que enganchaba a Jamie Lee Curtis/Laurie Strode para recorrer después caminos más o menos trillados de la simulación nostálgica propia de estos días. Afortunadamente, y de manera inesperada (al menos para quien esto escribe) Gordon Green y McBride se reservaban las dos entregas siguientes de lo que iba a ser su trilogía, Halloween Kills y la aquí presente Halloween: El Final, para hacer un poco el gamberro.
Del infinito recuento de víctimas de Kills, una secuela loca, mezquina y sangrienta como la que más, pasamos en esta tercera y final a una suerte de simulación de aquella seminal intención de John Carpenter de convertir su saga de Halloween original en una suerte de capítulos autoconclusivos con la fracasada Halloween III: El día de la Bruja (1982). Esa intencionalidad está presente, y de qué manera, en Halloween: El Final, donde se nos vende un colofón conclusivo de Jamie Lee con Michael Myers, ya nunca más su hermano, pero también se inserta la génesis de un nuevo criminal consecuencia directa del anterior. Es aquí, sobre todo aquí, donde habita el "high concept" que Gordon Green ha querido vendernos con su trilogía: una investigación sobre cómo el Mal, el miedo, se traslada como un virus en la América contemporánea pero necesita también de una raigambre o predisposición interior para su desarrollo. Que canguro y niño estén viendo La Cosa en un prólogo donde Myers está presente, pero de una manera inesperada, no puede ser un dato casual sobre lo que va a ocurrir a continuación.
Que el objeto de deseo de Myers sea uno de esos "incel" a los que va destinado el consumo inmediato de esta secuela es solo uno de los deliciosos ramalazos suicidas que se permite esta Halloween: El Final, película que seguramente será detestada (no sin cierta razón) por no pocos fans del original, pero que no hace sino profundizar, de otra manera, en ese mítico enfrentamiento entre el Bien y Mal poniendo a sus dos encarnaciones, Laurie y Michael, como testigos de una de las consecuencias de su colosal historia, una historia mundana de Halloween y -de paso- una secuela sobre la enorme putada que supone ser una secuela de una película-símbolo (si es que el nuevo asesino funciona, a su vez, como una secuela del anterior). Es memorable en este sentido cómo Michael Myers, pero también la propia Laurie Strode, casi se manifiestan a ese personaje como tentadores, el diablo y el ángel que se aparecen en el hombro, en un intento de plasmar unos impulsos internos de un tipo que tiene más demonios que otra cosa.
Gordon Green convierte Haddonfield (ahora más que nunca un feo pueblo industrial) en una suerte de escenario rico en personajes secundarios para una película-río que cristaliza en una suerte de mezcla entre narrativa de serie de televisión, que sigue directamente el drama de los supervivientes, con los abruptos cambios de una secuela de terror de los ochenta. Pese a permitirse estos refinamientos, formalmente Halloween. El Final es tan descarada y poco sutil como uno esperaría de una serie B de videoclub, algo que supone hasta un soplo de aire fresco en la época del "elevated horror". Sacrílega y devota, la película asume en cierto modo la tradición de ciertas "hermanas feas" de la familia de secuelas de slasher, desde Viernes 13: Un nuevo comienzo a Viernes 13: Jason se va al Infierno, y por supuesto la citada Halloween III, con alguna deliciosa escena de efectos gore puramente prácticos para rematar una muy buena faena.
Halloween: El Final se estrena solo en cines el 14 de octubre.
Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual en la UCM de Madrid. Colaborador en esRadio. Crítico de cine y series en Libertad Digital. Una de las voces del podcast Par-Impar.
