
Basada en la obra de teatro Grooming, del dramaturgo Paco Bezerra, La desconocida articula una pieza de suspense psicológico en torno a la práctica de la pederastia en la red y ciertas parafilias sexuales al margen de la ley. Y lo hace en un filme realmente entretenido y hasta divertido, si es que ese calificativo se aplica bien a semejante temática.
A lo largo de bien aprovechada hora y media (el film se inicia con una advertencia contra los spoilers) la película de Pablo Maqueda relata el encuentro entre un pederasta (Manolo Solo) y su presunta víctima (Laia Manzanares) solo para empezar a emborronar la línea separatoria entre uno y otro a la manera, tal y como tantas veces se ha señalado, de la conocida Hard Candy.
Partiendo de una advertencia palpable sobre el ciberacoso, La desconocida desplaza su mirada hacia el cuento de hadas urbano y terrorífico sin sufrir con el salto a la metáfora, a la abstracción de los deseos ocultos. Hace algo más de daño el recurso a flashbacks, que en ocasiones juegan en su contra e impiden avanzar el enfrentamiento actoral. Evidentemente, nadie es lo que parece en la película de Maqueda, que se beneficia de dos personalidades en estado de gracia como Manolo Solo y Laia Manzanares, dos verdaderos animales cuyo trabajo desafía la moral y cuyo trabajo allana en todo caso la experiencia.
Bañada de un extraño humor negro perfectamente compatible con el asco, La desconocida basa su atractivo en al menos dos giros sorpresa que no saturan al espectador con revelaciones de última hora y no tratan de disculpar nada de lo que se cuenta. No acaba de ser la delicada pieza de orfebrería fílmica que en ocasiones quiere apuntar la puesta en escena, pero el resultado articula una interesante y sórdida sesión doble con Mantícora, de Carlos Vermut, sobre ese abismo al que miran algunos y que te devuelve la mirada.
