
El cine y el videojuego están condenados a encontrarse, y la edad de oro que sobreviene en la industria explotando propiedades de este área conllevará obligatoriamente algún hallazgo. Until Dawn, adaptación de un videojuego publicado para Playstation en 2015, puede que no sea uno de ellos, pero el ejercicio de adaptación de un juego narrativo basado en las decisiones del jugador en una suerte de variación "slasher" de Atrapado en el tiempo, en el que los personajes se ven condenados a repetir una y otra vez la misma noche hasta dar con la clave de su supervivencia, contiene algunas claves interesantes que el tren de la bruja diseñado por David F. Sandberg no acaba de aprovechar del todo.
En todo caso, el modesto despliegue de diseño de produccion siniestro del film, concebido casi como una suerte de antología de monstruos y recursos mortales del género (un asesino, un monstruo, zombis, body-horror y otras amenazas), así como el descaro de Sandberg a la hora de aprovecharlo para desplegar sustos descarados y gore digital más o menos bien gestionado, resulta amable, mejor hecho que otras imitaciones del esquema de la factoría Blumhouse, y proporciona hora y media de saludable entretenimiento slasher.
El problema de Until Dawn es que incluso el videojuego tenía mejor reparto que la película (repite Peter Stormare, pero no Rami Malek o Hayden Panettiere) y que su capacidad de asustar nace limitada por los propios condicionantes del medio: uno se sabe las reglas de la noche infernal de los protagonistas antes que ellos, sin que las decisiones que éstos toman acaben resultando, como por otra parte es propio del género, dramáticas o interesantes de por sí.
Until Dawn, eso sí, hace ciertos esfuerzos que hay que agradecer a la hora de "traducir" la dinámica de un juego cooperativo (contrariamente a las constumbres del género, los protagonistas quieren sobrevivir juntos) así como de uno narrativo como era el propio Until Dawn de Playstation, basado en las decisiones del jugador, al entorno de una película de terror. Y Sandberg, partiendo de la sobrevalorada Una cabaña en el bosque, otro mashup de monstruos, suma algunos elementos más propios de esta época, como ese entorno cambiante, líquido, que a través del lenguaje y la fisonomía de una simulación informática crea una encrucijada: quizá todo sea el escenario mental de la protagonista o quizá la maldición de una casa encantada, como si los traumas de una u otra se retroalimentaran, acercando el recuerdo de la olvidada pero reivindiable Identity de James Mangold.

Al final, lo que cuenta es que la hora y media de Until Dawn supone un agradable regreso a escenarios típicos del terror de la era Viernes 13 y el fantaterror de los ochenta pero sumando una vena más vitalista, alejando su sesgo psicológico de la sexualidad y no necesariamente irónica o cómica, y en cómo Sandberg, recién llegado de las dos películas de Shazam, incorpora a todo ello un mayor refinamiento visual que la media sin tampoco deshacerse de las texturas cutres, por devaluadas, que tanto benefician un slasher juvenil. Un pequeño punto y seguido después de demasiados años dominados por la productora Blumhouse -Until Dawn parece, más bien, una producción de la Dark Castle de Zemeckis y Silver- y sus objetivos más bien apresurados.