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La "fascinación" de Eduardo Casanova por las dictaduras comunistas de Corea del Norte y Cuba

Eduardo Casanova tiene en su domicilio retratos de Kim Jong Il y Kim Jong Un y estudió en Cuba.

Eduardo Casanova tiene en su domicilio retratos de Kim Jong Il y Kim Jong Un y estudió en Cuba.
Eduardo Casanova en el espacio Movistar en la premiére de 'Silencio'. (Oscar Gonzalez/Sipa USA) | Cordon Press

El polémico actor y director Eduardo Casanova lleva varias semanas copando titulares. Primero por decir en el programa de TVE La Revuelta que el VIH "indetectable es igual a intransmisible". A los pocos días reveló que él mismo padece VIH, en el marco de la promoción de su biopic dirigido por Jordi Évole.

Siempre provocador y excesivo, un usuario de la red social X ha recordado cuando en una entrevista del año 2022 posó en su domicilio con los retratos de los dictadores Kim Jong Il y Kim Jong Un, así como con el libro de las obras escogidas del primero. Este usuario se pregunta qué pasaría si el actor posara con los retratos de Adolf Hitler y Joseph Goebbels, es decir, si los elevaría también a iconos pop.

El tuit ha acumulado numerosos comentarios críticos hacia el actor. En ese año Casanova estrenó su segunda película, La piedad, un thriller protagonizado por Ángela Molina, en el que se denunciaba la brutalidad de la dictadura norcoreana.

Cuando Casanova visitó Corea del Norte

En el año 2018 el director visitó la frontera del país para inspirarse, y según contó, se encontró con "una de las experiencias más fuertes, incómoda y surrealista" de su vida. Lo describe como "uno de los lugares más hostiles del mundo". Contaba en La Razón que

"Lo primero que ves son tanques, zonas valladas, torres de visión... Muy desagradable. Una vez allí, te pasan a un salón donde firmas mil papeles en los que aseguras que no vas a cruzar al Norte porque te pueden matar. No vas a hacer ningún gesto a los militares norcoreanos porque puede ser malinterpretado, y te dejan claro que aquello es una zona de guerra y que no se responsabilizan de que en cualquier momento pueda pasar algo que acabe con tu vida. ¡Tan fuerte! Pero soy escritor y necesitaba verlo. Después, nos hicieron formar una fila y, en absoluto silencio, cruzas la frontera. No tengo palabras para describir cómo es aquel lugar de tenso. Los militares se mueven como si fueran muñecos. Una vez en territorio norcoreano, te meten en una de esas casetas y te dicen que lo graban todo por audio y vídeo. La sala estaba llena de cámaras y micrófonos. Cuando por fin sales al Norte, se ve un pueblo construido con fines solo propagandísticos: precioso, de mil colores, pero deshabitado, ¡solo están las fachadas! Yo me puse hasta malo. Regresé a mi hotel destrozado físicamente y bastante perturbado por la experiencia. Pero mi enfoque era artístico, un experimento sociológico para poder hacer la película, necesitaba ver un lugar en el que creo que la gente se ha vuelto loca".

Y vivió en Cuba

En la entrevista en la que aparecieron las fotografías, Eduardo Casanova explicó que su fascinación por Corea del Norte tiene un origen estético y artístico, no político. Relató que su interés por las dictaduras comenzó tras estudiar cine en Cuba y vivir en La Habana, donde coincidió con el cumpleaños de Fidel Castro y quedó impactado por la celebración colectiva en torno a la figura del líder.

Según Casanova, ese interés por la iconografía del poder y su "obsesión estética" le llevaron a considerar la dictadura norcoreana como "la más kitsch de todas", insistiendo en que hablaba únicamente "en términos estéticos, no morales ni políticos".

El actor recalcó en varias ocasiones que no defiende ninguna dictadura como modelo de convivencia. "Quiero dejar absolutamente claro que no estoy a favor de ninguna dictadura. Ni de la norcoreana ni de ninguna otra", afirmó en la entrevista, subrayando que su aproximación es exclusivamente artística. Sin embargo, su posado con las fotos de los líderes norcoreanos ponen en duda esta afirmación.

Críticas por blanquear dictaduras

Varios usuarios han reprochado a Casanova que, a su juicio, recurra a la provocación para mantenerse en el foco mediático. Algunos comentarios le acusan de buscar polémicas ante la "falta de talento", mientras que otros critican lo que consideran una frivolización de regímenes donde se vulneran gravemente los derechos humanos.

Otros mensajes subrayan la contradicción entre la admiración estética por Corea del Norte y la realidad del país, especialmente en lo relativo a la persecución de la homosexualidad, que contrasta con el discurso público de Casanova. "No entiendo cómo no se va a vivir allí", señala uno de los comentarios.

En esa misma conversación, Casanova realizó una reflexión crítica sobre el concepto de libertad, asegurando que "la libertad no existe" y que, en su opinión, todos los sistemas contienen elementos de control. También cargó contra Vox, formación a la que calificó de fuente de "discursos de odio", y expresó su deseo de que sus votantes no vean sus películas ni le sigan en redes sociales.

El asesinato como forma de vida

El régimen dinástico de Corea del Norte ejecuta a sus habitantes más jóvenes por escuchar canciones K-pop y ver series de televisión surcoreanas. Y cada vez más. Un reciente informe de la ONU ha denunciado estas prácticas por distribuir series extranjeras, como El Juego del Calamar. Desde el año 2015 hay nuevas leyes que permiten la imposición de la pena capital.

El terrible testimonio de la disidente norcoreana Hyeonseo Lee

Diversos informes de organizaciones internacionales de derechos humanos señalan que las personas LGTBI viven en una situación de invisibilidad forzada. La ausencia total de libertad de expresión, asociación y privacidad impide cualquier forma de activismo o reconocimiento público, y las relaciones homosexuales deben mantenerse en la clandestinidad para evitar represalias sociales, laborales o políticas. Aunque el Código Penal norcoreano no menciona explícitamente las relaciones entre personas del mismo sexo, el régimen considera cualquier orientación o conducta que se aparte del modelo familiar tradicional como una desviación ideológica contraria a los valores del Estado.

Según estos organismos, el régimen promueve una concepción del individuo completamente subordinada al Estado, donde la identidad personal queda supeditada a la lealtad ideológica.

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