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Peter Barsch: el hombre que 'saltó' el Muro de Berlín… ¡a nado!

Miles de alemanes de la RDA escaparon del comunismo a pesar del Muro de Berlín, muchos perdieron la vida, otros lo lograron con ingenio y suerte.

Miles de alemanes de la RDA escaparon del comunismo a pesar del Muro de Berlín, muchos perdieron la vida, otros lo lograron con ingenio y suerte.
Peter Barsch, durante un encuentro con periodistas en Berlín. | C.Jordá

La historia del Muro de Berlín es sobre todo trágica: ahí están sus víctimas –270 personas murieron intentando cruzarlo, según la Fiscalía de Berlín, además de otros cientos en otras fronteras entre la comunista RDA y la democrática RFA–, las familias divididas, la propia gran pared como símbolo de la falta de libertades y la opresión…

Pero también tiene capítulos para la esperanza, historias personales que en ocasiones son hasta divertidas dentro del gran escenario de tragedia. Una de ellas es la de Peter Barsch, berlinés que en los años 80 languidecía, como todos sus compatriotas, en la RDA… hasta que encontró una inusual vía de escape a través del Muro de Berlín.

En un encuentro en Berlín con periodistas internacionales Peter Barsch cuenta su historia. Tiene algo más de 50 años bien llevados y un sentido del humor notable con el que va aderezando el relato de cómo escapó del Berlín Este al sector occidental y a la libertad.

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Peter Barsch, explicando detalles de su aventura | C.Jordá

"Al principio creí que era de la Stasi"

"Fue una compañera la que me dio la idea, ella observó que había un puente sobre el Spree –el río berlinés hacía de separación entre las dos zonas de la ciudad– en el que se abría un arco para dejar pasar barcos de carga", cuenta. "Yo lo miré y pensé que había una oportunidad un día que hubiese mal tiempo".

Eso sí, en la RDA de los años 80 que alguien se te acercase con una idea así generaba, sobre todo, desconfianza: "Al principio creí que era de la Stasi" –la temible policía secreta de la Alemania comunista–, cuenta Barsch, "aunque luego me enteré de que estaba embarazada y entonces me di cuenta de que no".

De hecho, ese embarazo era una de las razones importantes para que naciese el proyecto: la joven no estaba casada y el padre del niño era de Berlín Oeste, así que la situación para ella era muy complicada.

"Estudiamos el Muro de Berlín durante semanas"

Como ocurrió en muchos de los proyectos de fuga del Muro de Berlín, un componente importante de suerte hizo posible que todo saliese bien. Parte de esa suerte fue que los dos eran estudiantes y tenían acceso a una biblioteca desde la que podían observar esa parte del Muro de Berlín sin levantar sospechas.

Así, tal y como nos cuenta Peter Barsch estuvieron "estudiando el Muro de Berlín durante semanas", mirando cómo se comportaban los vigilantes y qué momento del día era el mejor para su arriesgada aventura.

Superando el Muro de Berlín a nado

Finalmente, después de muchos días de buen tiempo llegó la noche adecuada, oscura y con mucha lluvia. Nuestros protagonistas se lanzaron al agua, y nunca mejor dicho.

"Al principio tratamos de bucear, pero el agua estaba demasiado turbia y era imposible orientarse, así que nadamos por la superficie, pero sólo moviendo las piernas para no hacer ruido", nos cuenta Barsch. Su compañera era una nadadora consumada, así que era a Peter al que le costaba mantenerse a su altura.

Otro problema era, por supuesto, que el Spree no bajaba precisamente caliente: "El agua estaba tan fría que durante un momento que paramos a mi amiga le castañeaban tanto los dientes que creí que nos iban a descubrir, creo que incluso se lo dije de bastante malos modos a la pobre".

Lo cierto es que en aquella época el Spree no sólo estaba frío sino que, como casi todos los ríos en ciudades de la Alemania comunista, estaba extremadamente contaminado, una imagen muy diferente de la que ofrece hoy en día.

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El Spree en uno de los lugares en los que el Muro estaba junto a él | C.Jordá

Sin preocuparse tampoco por eso, nuestros protagonistas siguieron: "Nos moríamos de frío, pero decidimos no parar", explica Barsch, que asegura que no sentía miedo o, mejor dicho, que no pensaba en ello: "Cualquiera podría habernos disparado, pero en ese momento no piensas en nada, sólo actúas".

El penúltimo obstáculo: los vigilantes del Muro de Berlín

A mitad de trayecto vivieron su momento más difícil: se encontraron con uno de los botes de soldados que patrullaban el río como parte de los que guardaban el Muro de Berlín. "No sabíamos que hacer, pero decidimos seguir adelante", cuenta, "estábamos muy cerca pero, justo cuando pensamos que nos iban a descubrir, el bote empezó a moverse y se fue de allí".

A partir de ese encuentro sólo tuvieron que seguir un poco más, cruzar bajo el puente y, finalmente, llegar a un pequeño dique en el que podía subir a tierra, aunque esto tampoco era tan fácil: "A mí me costó un poco subir, pero mi amiga no podía de ninguna de las maneras, llegó a decirme que la dejase allí", nos dice. La situación no era fácil porque aún estaban a tiro de los guardianes del Muro, pero finalmente "no sé cómo pero reuní fuerzas y la saqué de del agua".

"Estábamos en Berlín Oeste por fin", explica Peter Barsch, que aún se emociona recordándolo, "y entonces a mi amiga no se le ocurrió otra cosa que decir que no pensaba que iba a ser tan fácil", termina con una más que amplia sonrisa.

Algunos nadadores del Muro de Berlín más

Durante los 28 años que estuvo en pie el Muro de Berlín los ciudadanos del Este se las ingeniaron de las más diversas formas para cruzar al oeste. Muchos perdieron la vida en el intento, pero otros lo lograron con dosis considerables de ingenio, como Heinz Meixner y su novia, Margarete Thurau, que pasaron bajo las barreras del famoso Checkpoint Charlie en un pequeño descapotable al que habían arrancado el parabrisas, él al volante y ella escondida en el maletero.

Hubo quién cruzó con un cable sostenido por poleas, un maquinista desvió todo un tren a una vía abandonada que se adentraba en el oeste, escondidos de las más diversas fórmulas o en túneles como si escapasen de una prisión, que era exactamente lo que hacían, al fin y al cabo.

En 1966 Harmurt Richter nadó durante cuatro horas a través del Canal Teltow, completamente rodeado de guardianes, pero logrando lo que no había logrado en un intento anterior, tras el que incluso llegó a pasar unos meses en la cárcel.

Y en agosto de 1988 cuatro personas lo hicieron a plena luz del día y, milagrosamente, lograron llegar a la otra parte del río, a pesar de que una motora trató de impedírselo, los soldados no se atrevieron a disparar sobre ellos. Curiosamente, de las cuatro personas una era una mujer que también estaba embarazada.

Esta fuga fue presenciada por un grupo de turistas que la grabó en un rudimentario vídeo que hoy es posible encontrar en YouTube.

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