
El pasado martes, José Luis Corcuera aprovechó su intervención durante la presentación del libro Los catalanes sí tenemos rey para pegarle un tirón de orejas a varios miembros del partido en el que militó. No dijo nombres concretos, pero reprendió en voz alta la utilización interesada de la historia que distintos cargos del PSOE —él se refirió al PSOE por ser su partido, aunque bien podría haber mentado a todos los demás— han realizado en repetidas ocasiones. Durante su intervención quiso desmentir algunos mitos de la Segunda República, comparando sus luces y sus sombras con las luces y las sombras del régimen del 78 y poniendo ejemplos de la nostalgia exagerada con la que su partido ha contribuido a una excesiva exaltación de un periodo histórico controvertido, que terminó desembocando en una Guerra Civil.
Uno de esos ejemplos tuvo que ver con la tantas veces mencionada Clara Campoamor. Corcuera denunció la apropiación que el PSOE ha hecho en ocasiones de su nombre por haber sido la principal impulsora del sufragio femenino en España, pese a que, en 1931, muchos diputados socialistas se opusieron a esa iniciativa. Es relevante subrayar que lo que dijo exactamente fue eso, que muchos diputados de su partido "se opusieron" a esa iniciativa, porque sólo así se entenderá la magnitud del error que cometí al redactar la crónica del acto.
Yo escribí que Corcuera había dicho que muchos miembros de su partido "habían votado en contra" de la iniciativa de Campoamor, cosa que no sólo no dijo, sino que además es falsa. La razón de mi error reside en que había asumido sin replantearme un bulo bastante extendido que confunde la oposición de algunos miembros del Partido Socialista al sufragio femenino con lo que terminaron votando la mayoría de sus diputados después de debatir esa cuestión. Un grupo de socialistas, entre ellos Indalecio Prieto, consideraban que el hecho de que las mujeres pudiesen votar no garantizaba que lo hiciesen libremente, y que ese factor favorecía en las urnas a los conservadores. Lo que yo no sabía es que al final ningún miembro del PSOE votó en contra —lo máximo que hicieron fue abstenerse—, ni que fueron más de ochenta de sus diputados los que, con sus necesarios votos a favor, consiguieron que la iniciativa llegase a buen puerto.
Yo daba por sentado que si varios socialistas se opusieron durante el debate previo, tenía sentido que hubiesen mantenido su postura en el momento de votar. No fue así. Cuando redacté la crónica, deprisa y corriendo, no fui consciente del cambio sustancial que estaba introduciendo en las palabras del señor Corcuera. Para mí, las dos frases significaban lo mismo. Ahora sé que no es así. Le pido perdón a él y a los lectores; y me lamento de este fallo, que no sólo ha contribuido a extender un bulo, sino que ha utilizado el nombre de un exministro socialista para hacerlo.
Por fortuna, varios tuiteros se han dado cuenta y me han facilitado los datos de las votaciones para sacarme de mi error. Les doy las gracias. Revisarlos, además, me ha ayudado a comprender en qué medida he contribuido sin saberlo a esa misma politización de la historia que tantas veces he denunciado. Criticar al PSOE por adueñarse del prestigio de una mujer que nunca militó en su partido es una cosa. Acusar al PSOE de mentir cuando se felicita por haber sido un actor fundamental en la aprobación del sufragio femenino es otra, interesada y falsa. El PSOE no miente cuando se felicita. No sólo no votó en contra del sufragio femenino sino que fue, de largo, el partido que más votos a favor aportó. Los que, aunque ignorantes, respetamos la historia y lamentamos su utilización política debemos ser los primeros en tener cuidado para no expresarnos a la ligera. Y, si nos equivocamos, tenemos la obligación de rectificar.
