El poeta, periodista y musicógrafo José Ramón Ripoll -Cádiz, 1952- presentó en la tarde del jueves en el Círculo de Bellas Artes su último poemario, Piedra rota -Tusquets, 2013-, junto al Premio Cervantes José Manuel Caballero Bonald y al también poeta y periodista Antonio Lucas.
Ripoll comenzó esta obra hace años, en base a unas "impresiones mínimas bajo una línea argumental". En Piedra rota, un peregrino camina por la orilla del mar, agarra una piedra "azarosamente entre comillas, porque no creo que el azar exista" y "se establece un diálogo entre los dos", porque "la piedra habla en el corazón de ese hombre". La obra "surge de los largos paseos y meditaciones por cualquier playa del mundo, especialmente la de Cádiz".
El poeta explica que el caminante, "cuando estrecha la piedra", encuentra en ella que está "escrito su nombre, su vida, el yo íntimo que nos cuesta conocer por una serie de prejuicios". La obra es un itinerario que está dividido en tres partes -"Encuentro", "Reconocimiento" y "Abandono"- y narra -sirva el verbo-, a través de los poemas, el encuentro del paseante con la piedra, las reflexiones de este -sobre sí mismo, el amor, la playa o la música- y el 'divorcio' final, en el que la piedra "huye, se esconde y deja solo al caminante, que sabe que está solo, pero que se conoce mejor a sí mismo".
"Un excelente libro de poemas"
En su intervención, Antonio Lucas dijo que Piedra rota es un "excelente libro de poemas" y contó que Ripoll y él se conocían desde hacía muchos años, cuando el periodista todavía era un niño. El columnista de El Mundo destacó la "propensión de hondura" de Ripoll y añadió que en su última obra encontramos "más certezas, más razones y más desengaños" bajo un ritmo que genera "una alucinación que tiene como principio y fin la piedra".
Por su parte, el poeta José Manuel Caballero Bonald se refirió al personaje que se refleja en Piedra rota como un "caminante perplejo, extraviado" que realizado dos viajes, uno físico y uno imaginario. El Premio Cervantes destacó la peculiar relación del protagonista con la naturaleza, que concibe las "piedras rotas como indicios fragmentarios de la memoria". "Sus temas poéticos preferidos son ingredientes superfluos de un todo enaltecido. La poesía no es más que un código de lenguaje", agregó.