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Sergio Ramírez recibe el Premio Cervantes: "Cerrar los ojos es traicionar el oficio"

El escritor nicaragüense recibió de manos del rey Felipe el galardón más importante de las letras españolas. 

El escritor nicaragüense recibió de manos del rey Felipe el galardón más importante de las letras españolas. 
Sergio Ramírez recibe de manos de los reyes el Premio Cervantes | EFE

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez recibió este lunes el Premio Cervantes en un acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá en el que estuvo acompañado de su mujer, sus tres hijos y sus ocho nietos. Ramírez es el primer escritor centroamericano reconocido con el máximo galardón de las letras en español, dotado con 125.000 euros.

El premiado lució un lazo negro en señal de luto por los más de treinta personas fallecidas en los cuatro días consecutivos de violentas protestas que vive Nicaragua y dedicó el galardón "a los miles de jóvenes que luchan sin armas porque Nicaragua vuelva a ser República".

"Si no todos mis paisanos escriben poesía, sí que la sienten como propia por Ruben Darío, que creó nuestra identidad en el sentido literario y como país", comenzó diciendo. "No todos en Nicaragua escriben versos, pero Rubén abrió las puertas a generación tras generación de poetas siempre modernos. Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado y no cesará; quienes alguna vez lo combatimos, comprendemos hoy que lo continuamos", añadió.

El español, aseguró, "es esa lengua de ida y de vuelta la que hoy se reinventa de manera constante en el siglo veintiuno mientras se multiplica y se expande. Una lengua que no conoce el sosiego. Una lengua sin quietud porque está viva y reclama cada vez más espacios y no entiende de muros ni fronteras".

Ramírez recordó la relación de Rubén Darío con El Quijote y aseguró figurarse a Cervantes como "un autor caribeño, capaz de descoyuntar lo real y encontrar las claves de lo maravilloso". "Desde aquel primer viaje Rubén ya nunca abandonaría a Cervantes, que se convierte en un modelo suyo, literario y vital, según su soneto", expresó.

Y relató su propia experiencia: "Fue mi madre, Luisa Mercado, quien en sus clases de literatura en el colegio de secundaria, porque tuve la infinita suerte de ser su discípulo, me enseñó a leer el Quijote, y el Libro del buen amor del Arcipreste, los versos del Marqués de Santillana, las Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre, a Lope y Quevedo; y no pocos de esos poemas los aprendí de memoria para siempre".

La "vorágine de una revolución"

A los 14 años, Sergio Ramírez publicó su primer cuento, pero se metió en la política para derrocar la dictadura de los Somoza. Formó parte de la revolución sandinista y fue vicepresidente del Gobierno de Nicaragua entre 1984 y 1990. En 1996, dejó la política para dedicarse a la literatura. "Si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura, es porque seguía siendo el niño que se imagina de rodillas en el suelo de la venta presenciando la función de títeres del retablo de Maese Pedro, ansioso de coger un mandoble para ayudar a don Quijote a descabezar malvados".

"Un escritor fiel a un credo oficial, a un sistema, a un pensamiento único, no puede participar de esa aventura diversa, contradictoria, cambiante, que es la novela. Una novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas", alertó el premiado. "Escribo entre cuatro paredes, pero con las ventanas abiertas, porque como novelista no
puedo ignorar la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad en que vivo", continuó.

Ramírez aseguró que "cerrar los ojos es traicionar el oficio" y se refirió a los "caudillos enlutados antes, caudillos como magos de feria hoy, disfrazados de libertadores, que ofrecen remedio para todos los males" y "al exilio permanente de miles de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos impuesto por la marginación y la miseria, y el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de bestia herida".

Por su parte, el rey Felipe VI alabó el hecho de que durante su vida se haya entregado "por igual al compromiso con la lengua y con la ciudadanía". "En tiempos en que su país lo precisó, dejó las letras para abrazar una causa con la que estuvo altamente comprometido", valoró.

A la mente y al corazón

Íñigo Méndez de Vigo, Ministro de Cultura, Educación y Deporte, se acordó de "aquellos españoles del otro hemisferio" y destacó la cultura en español compartida con Iberoamérica y "su trepidante futuro". "El español es libertad desde Cervantes a Sergio Ramírez", aseguró. "Margarita, está linda la mar nos abre la puerta al alma literaria de nuestro galardonado, aglutina su espíritu, su finura narrativa, su querencia por el arte de contar historias que lleguen tanto a la mente como al corazón", añadió. Méndez de Vigo repasó la trayectoria de Ramírez "fundamentalmente un escritor y no un político" y enumeró sus influencias hispánicas como Rubén Darío, Julio Cortázar o Juan Rulfo. "Nuestro premio Cervantes aún mantiene la tensión de escribir al alba. Sus mejores obras están por llegar", dijo para finalizar.

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