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J. K. Rowling, cuando la corriente dominante te arrebata tu obra

La creadora del universo mágico de Harry Potter fue acusada de transfobia por cuestionar la expresión "personas menstruantes".

La creadora del universo mágico de Harry Potter fue acusada de transfobia por cuestionar la expresión "personas menstruantes".
J. K. Rowling | Archivo

El rechazo de gran parte de la comunidad de fans de Harry Potter a la creadora del personaje —incluidos la gran mayoría de actores que han construido sus carreras gracias al universo ideado por ella— vino de un malentendido. O, más que de un malentendido, de una discusión trampa. En junio de 2020, J. K. Rowling fue acusada de transfobia por mencionar un artículo que utilizaba la expresión "personas menstruantes" y preguntarse irónicamente qué palabra solía utilizarse antes para referirse a ellas. Automáticamente, las redes se le echaron encima y la acusaron de "feminista radical transexcluyente", o TERF, según la terminología imperante. De poco sirvieron sus explicaciones posteriores, ya que el foco de la discusión se había desplazado hacia otro lugar en el que ella ya había sido condenada.

Es relevante conocer los distintos comentarios lanzados en las redes por los actores de la saga, que renegaron de Rowling y hasta la reprendieron, haciendo hincapié en la legitimidad de las personas trans de reivindicar su identidad de género sin necesidad de justificarse por ello. Y lo es porque ninguno de ellos entró a debatir directamente con las explicaciones que dio la autora en un hilo de Twitter, poco después de que estallase el conflicto. Rowling especificó, entre otras cosas, que obviar el sexo, es decir, la cualidad biológica de las personas, termina borrando definitivamente a las mujeres —y por lo tanto vaciando al feminismo de sentido— y se alineó de esa forma con una vertiente del feminismo clásico que ha entrado en conflicto directo con los partidarios de las teorías queer. En ningún momento negó la existencia de las personas trans. Es más, les ha mostrado su apoyo en repetidas ocasiones. Pero ninguna de sus consideraciones al respecto ha sido tenida en cuenta por la masa furibunda.

En otras palabras, Rowling fue acusada falsamente de tránsfoba por una serie de personas que parecen considerar que cualquier alusión a la relevancia de la biología en estos asuntos debe ser un tabú infranqueable, además de un ataque imperdonable contra las personas que padecen disforia de género. O, por explicarlo de manera distinta, una persona ha sido repudiada públicamente a través de una etiqueta utilizada por un grupo social determinado que no acepta que ciertas opiniones tengan cabida y que ni siquiera está dispuesto a debatirlas, mucho menos a comprenderlas.

La cosa no tendría mayor relevancia si la escritora no estuviese siendo excluida de su propia creación. El último episodio de todo este asunto es bien reciente. En el especial Regreso a Hogwarts, un documental homenaje que acaba de estrenarse por el veinte aniversario de la primera película basada en la saga de libros de Harry Potter, la presencia de J. K. Rowling es prácticamente nula. Aunque fuentes cercanas a la producción han explicado que fue el equipo de la autora quien decidió que "sus declaraciones de archivo eran suficientes" y que la controversia del último año "no ha tenido nada que ver en la decisión", la sombra de la sospecha ha sobrevolado el lanzamiento. Tampoco ha ayudado el hecho de que los desarrolladores de Hogwarts Legacy, videojuego que saldrá en los próximos meses, se viesen obligados a asegurar que Rowling no está "directamente involucrada" con su producto. En general, todos los proyectos recientes relacionados con el joven mago, una de las sagas más lucrativas de los últimos tiempos, han optado por distanciarse notoriamente de la creadora que los hizo posibles, dibujando un panorama en el que la propia autora no parece tener ninguna autoridad sobre su obra. Y todo por atreverse a opinar.

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