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'Maquetos', el lado oscuro del PNV

Rosa Díez publica unas memorias familiares que son también las de todos aquellos que sufrieron "el franquismo primero y el nacionalismo después".

La historia de Maquetos (La Esfera de los Libros) es una historia olvidada. "Si algo he aprendido después de décadas recorriendo el Rastro", dice Andrés Trapiello durante la presentación del libro, "es que las historias de todos nosotros están destinadas a acabar en una caja de zapatos". Rosa Díez comenzó a escribirla para evitar que eso pasase demasiado pronto. Quería que sus nietos recordasen quiénes fueron sus tatarabuelos, y la vida que decidieron llevar en una tierra que trató de expulsarles como se despide a las visitas tediosas que se alargan más de la cuenta. "Los maquetos éramos esos españoles de segunda categoría que, como decía Arzalluz, bien está que los recibas en tu casa, que los sientes a tu mesa, que los cases con tu hija, pero recordándoles siempre que el caserío sigue siendo tuyo", explica Díez. En total, fueron miles las familias que tuvieron que emigrar después de la guerra, que llegaron al País Vasco con la vitola de perdedoras y que terminaron acostumbrándose a vivir bajo el prejuicio constante de quienes se consideraban superiores por "la mera fortuna de no haber necesitado irse de su tierra".

El término, "maqueto", fue acuñado directamente por Sabino Arana, según comenta también Díez. "Es un término que utilizaba para definir algo despreciable". Con el paso del tiempo se convirtió en la etiqueta que señalaba a aquellos "extranjeros" que no se convertían a la "religión nacionalista". Los padres de Díez fueron maquetos, igual que ella y que sus hijos después. No importa que la palabra se dejara de usar. "La historia de los maquetos es la historia de miles de familias que pasaron de tener que mostrar fidelidad al Movimiento, para ser consideradas buenas españolas, a someterse al nacionalismo una vez instaurada la democracia. Y todavía hoy". Por eso Díez no ha tenido que recurrir a grandes registros históricos para confeccionar su libro. Con el recuerdo de su propia familia relata inevitablemente la de todas las demás.

En sus páginas desarrolla un relato casi literario, "sentimental", en elogio de Andrés Trapiello, que podría hacer la función de anecdotario y que refleja de una manera muy viva lo que era vivir bajo el nacionalismo en una época en la que el nacionalismo sobrevivía en silencio. "Es necesario conocer, por ejemplo", dice Díez, "que en el pueblo todos los vecinos llamaban ‘la vasca’ a una madre de familia venida de Guipúzcoa, por ser la única que sabía hablar en euskera. En ese contexto, nosotros éramos maquetos por el hecho de haber llegado de otras partes de España".

El "lado oscuro" del PNV

"Se ha escrito poco sobre los maquetos porque escribir sobre ellos obligaba a escribir sobre el PNV", dice Díez. Es una cuestión compleja porque en la historia del nacionalismo vasco se esconde implícita una "profunda cobardía" que le ha hecho "tratar de congraciarse siempre con el que pudiese ganar". "La querencia política para tapar el lado oscuro del PNV no es exclusiva de la democracia", añade. "Los diversos gobiernos de nuestra democracia han necesitado al PNV y por eso han querido tapar su lado oscuro, pero también lo hizo Franco". Díez acusa a los nacionalistas que vivieron bajo el franquismo de "colaboracionistas". "Franco veraneaba en San Sebastián, entre otras cosas, porque le recibían genial. Le sacaban bajo palio. Él invirtió tanto en Cataluña como en el País Vasco porque sabía que había nacionalistas. Era su manera de aplacarlos. Y tanto les aplacó que mientras estuvo vivo ninguno decía serlo abiertamente. Con Franco no había nacionalistas. Tuvo que morir en su cama para que el nacionalismo explosionara como explosionó".

Ejemplos de esos se encuentran en las memorias de su familia. "En el pueblo sólo había tres disidentes", explica. "Mi padre, que era socialista, un amigo suyo comunista y otro nacionalista. Cuando saltaba alguna revuelta en Asturias, o así, la pareja de la Guardia Civil se presentaba en casa. Se llevaban a los tres disidentes de forma profiláctica, por si acaso, los mantenían, sin hacerles nada, un par de noches en el cuartel, y después los sacaban". Todo cambió con la llegada de la democracia. "Cuando se inauguró el batzoki, recuerdo que el amigo nacionalista de mi padre le invitó a ir con él, pero sólo duró allí diez minutos. Cuando le preguntamos por qué había vuelto a casa tan pronto nos dijo que allí estaban todos los que le tantas veces le habían denunciado a la Guardia Civil durante los años anteriores".

Pero el lado oscuro del nacionalismo se enraiza en la propia historia del PNV como organización. "Nosotros éramos maquetos porque ellos se consideran de una raza superior. Es algo que se explica muy bien si uno estudia las relaciones del PNV con los nazis", dice Díez. "Es necesario revisar los documentos que se intercambiaban, las alabanzas que escribía la dirección del PNV hacia Hitler y hacia lo que significaría para Europa que ganara. Creían que en esa situación Euskadi podría ser independiente". Considera que si el filonazismo del PNV no terminó de cuajar fue precisamente porque Hitler perdió la guerra. Así explica, por ejemplo, que nadie haya reclamado los diarios del Lendakari José Antonio Aguirre, conservados en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. "En ellos explicaba su fascinación por el Führer, cómo le visitó en Berlín y la emoción que sintió al verle en persona". Lamenta que, sin embargo, Aguirre goce hoy "hasta de cierto prestigio intelectual".

Trapiello, por su parte, tiene claro que la propaganda de quienes perdieron la guerra permitió que documentos como esos fuesen guardados en el extranjero "sin haber sido leídos". "Los que aceptaron los manuscritos en el Congreso de los Estados Unidos lo hicieron por el prestigio intelectual de quienes perdieron la guerra", explica. "Lo que sí sabemos es que todos los que perdieron la guerra, por el hecho de haberla perdido, se consideraban superiores a los que la ganaron. Internacionalmente la gente confundió la oposición a Franco con la democracia. Pensaban que todos los que estaban en contra de Franco eran demócratas, pero no es así".

Preguntados acerca del procedimiento mediante el cual el nacionalismo logró permanecer en el anonimato durante cuarenta años de dictadura, para emerger con fuerza inusitada nada más instaurarse la democracia, tanto Trapiello como Díez vuelven a señalar su "cobardía". "El hecho de que si hubiera ganado Hitler se hubiesen alineado con él lo demuestran los Pactos de Santoña del 37", responde Díez. "Entonces el PNV pactó con los italianos que acababa de bombardearles en Guernica. Abandonaron a la República porque pensaban que los italianos eran el bando ganador". Además, añade una reflexión para explicar por qué a día de hoy ninguno se atreve a tirar de la manta y afrontar el oscuro legado de una organización marcada desde su fundación. "El nacionalismo es una religión. Ninguno lee ni se cuestiona nada porque la verdad revelada no necesita corroboraciones racionales. Yo tengo unos vecinos nacionalistas que son bellísimas personas, y estoy segura de que si leyeran este libro se llevarían un disgusto terrible. Pero posiblemente tratarían de distanciarse de todo. Intentarían explicarlo. Al final, si quieres seguir creyendo en la religión verdadera hay cosas que tienes que dejar de saber".

Por último, desmonta el argumentario nacionalista más radical que todavía justifica a ETA como un movimiento antifranquista y democrático en sus inicios. "ETA surgió durante la ‘dictablanda’. Surgió al final del franquismo. En toda su historia mató a 857 personas. Creo que son 49 los asesinados durante la dictadura. Al resto los asesinó durante la democracia y contra la democracia", resume. "El objetivo de ETA era que no triunfara la democracia porque quería imponer su modelo totalitario de país". Y se lamenta de que "el problema no es que lo cuenten", sino "que la gente se lo crea". "Ahora resulta que los líderes antifranquistas y los demócratas de toda la vida son los que fueron colaboracionistas con Franco, los que traicionaron a la República en Santoña y los que se mensajeaban con Hitler cuando Hitler podía ganar", dice. Denuncia que ambos nacionalismos, "el que mataba y el institucional", eran dos vasos comunicantes que se apoyaban mutuamente. Por eso, "cuando ETA estaba fuerte el PNV se moderaba, y cuando ETA recibía algún golpe de la policía el PNV se radicalizaba". "En el fondo son los mismos perros con distintos collares. Y a veces compartiendo arnés". Termina con un último recordatorio: "ETA no está más viva que nunca porque ya no nos mata, y eso es un avance", dice. "Pero ETA sigue viva. Y no sólo porque su ideología nunca haya sido condenada por sus sucesores, ni porque quienes han pactado con ellos para gobernar en España estén limpiando su historia. Sigue viva porque todavía quedan 379 asesinatos sin juzgar".

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