Menú

40 años de la "foto del Palace": el bucle melancólico del PSOE en el poder

El periodista Fernando Jáuregui presenta La foto del Palace, crónica de los últimos cuarenta años del socialismo español.

Cuarenta años después, desde el balcón del Palace todavía es posible echar la vista atrás, deshacer el tiempo transcurrido, medido si se quiere en ciclos electorales, e ir llegando poco a poco a esa noche exacta en que se asomaron por allí Felipe González y Alfonso Guerra para celebrar la abrumadora victoria del socialismo en las elecciones generales de 1982. La primera mayoría absoluta en la historia del partido y el pistoletazo de salida a un proyecto que sigue marcando el devenir de la democracia española incluso hoy.

Visto así, no sorprende que el hotel madrileño haya sido el lugar elegido por Fernando Jáuregui para presentar su último libro —titulado precisamente La foto del Palace (La Esfera de los Libros)—. Y no sorprende porque lo que él hace en su crónica es eso: abrir esa misma ventana para ponerse a recordar. Echar la vista atrás, desde el sanchismo de hoy hasta el felipismo de ayer, y regresar aquí otra vez después de desgranar cada una de las victorias, de las derrotas y de las batallas intestinas que han marcado a unas siglas que giran en círculos, igual que todas, y que llevan dibujando durante décadas su particular bucle melancólico en torno al deseo compartido de conquistar el poder. Y de ejercerlo.

Melancólico fue en parte el acto, plagado de rostros conocidos y casi olvidados, antiguos cargos que pudieron serlo todo pero acabaron relegados, y que se apiñaban en la sala igual que restos de un naufragio, arrastrados hoy por la corriente del sanchismo hacia las profundidades de la militancia, sin saber muy bien en qué parte del bucle les tocará bregar mañana.

La idea fundamental del libro, compartida al parecer por todos los presentes con entusiasmo, es la reivindicación del llamado "espíritu del 78". O, más concretamente, una revisión de aquel pasado para poder "valorarlo como se merece" y "reformarlo mejor". "Es un libro que conecta a la generación del 78 con la de 2014", explicó Jáuregui. A su juicio, "ese fue el año en que terminó de concluir una transición y comenzó otra, en la que estamos metidos ahora".

Fernando Ónega, más meticuloso, centró su intervención en cuatro apartados muy precisos, siendo los más interesantes los dos últimos, referidos al PSOE y a ese "espíritu del 78 que está siendo asesinado", o que yace ya muerto, teniendo en cuenta la manera de ensalzarlo de los presentes. "La foto del Palace fue la foto de un sueño mismo de cambio", dijo el periodista. "Un golpe civil". Marcó el inicio de la trayectoria en el poder del partido que más años lo ha ejercido desde la Transición. Y, aunque él se esmerase en enumerar sus sombras —"los GAL, la corrupción, Filesa, Roldán, guerras internas, adanismos y odios"—, también quiso abocetar sus aciertos, resumiendo a grandes rasgos el legado de un partido que supo encauzar la democracia. "El milagro, si se piensa bien, es que el PSOE siga vivo y gobernando", explicó. "En Italia ha desaparecido, en Francia es insignificante y en Suecia, país eminentemente socialdemócrata, acaba de perder el poder. La excepción ibérica no es sólo energética, en este caso".

También quisó subrayar algunas de las intenciones adyacentes del libro. Parapetarse en el ejercicio del "y si…": "¿Qué habría pasado si Borrell? ¿Y si Bono…? ¿Y si Madina…?". Como si su verdadera intención fuese preguntarse, sin preguntarse, qué habría pasado si el PSOE no hubiese sido el PSOE.

El acto respiraba esa misma incertidumbre de fondo, una especie de reivindicación compartida del felipismo que no era difícil malinterpretar como una refutación algo tímida del socialismo actual. De Zapatero, quién sabe, y de Sánchez también. La pregunta era clara, aunque nadie la quisiese enunciar: ¿Cómo es posible reivindicar al PSOE como el garante principal del éxito de la Transición y que, a su vez, el espíritu del 78 esté hoy herido de muerte? ¿Quién ha sido el responsable de semejante degeneración?

La respuesta que aportó Eduardo Madina a esa incógnita fue más bien generacional. "Creo que los de mi generación hicimos una lectura poco generosa de la Transición", explicó. Y se lamentó de esa inclinación tan cáustica y desagradecida, porque "querer enmendar constantemente el pasado es la mejor forma de no mirar nunca hacia el futuro". Para él, su generación "ha sido la primera en no ser capaz de trenzar un proyecto consensuado de país". Y eso se debe, en parte, a que se ha perdido el espíritu de renuncia que caracterizó a los principales actores políticos que comandaron el camino de la dictadura a la democracia.

Tanto él como Elena Valenciano, sin embargo, echaron la vista atrás y observaron en el felipismo las cotas más altas a las que ha llegado el partido en sus casi 150 años de historia, recordando la foto que plasmó la primera mayoría absoluta del PSOE con una nostalgia indisimulada. "Es la foto de la emoción que unió a tres o cuatro generaciones de socialistas", dijo Madina. "Felipe González fue el rostro del primer socialismo amplio, el que había renunciado a representar el ideal rotundo y sin fisuras de un millón de votantes para aceptar representar el debate y las discrepancias de ocho millones de ciudadanos heterogéneos. Fue la primera vez que el PSOE quiso dejar de ser un partido residual para aceptar el reto de gobernar el país. Y el momento en que se abrió en España una verdadera oportunidad de avance, de recortarle al resto de democracias europeas esos cuarenta años que nos llevaban de ventaja". Valenciano, siguiendo esa estela, subrayó el primer discurso de González, poco después de la foto del Palace, cuando "lanzó un mensaje de concordia", añadiendo que su intención era gobernar para todos.

Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón o el verdadero espíritu de la Transición

Entre los presentadores estaba Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, uno de los padres de la Constitución y primo del autor. Y tal vez también por eso el que más se empeñó en enmendarle la plana, o en matizar algunas de las cosas que habían salido a relucir durante las intervenciones que le precedieron. "El espíritu del 78 es el espíritu de la letra de la Constitución", resumió. "No se puede respetar el espíritu del 78 queriendo cambiarla de arriba a abajo". Advirtió, también, que el mayor riesgo que corre ese "espíritu" es que alguno quiera pervertirlo de manera unilateral, y sentenció sin medias tintas que "decir que respetas mucho al de enfrente mientras te carcajeas de lo que dice y le desprecias es tergiversar y manipular el espíritu del 78, porque el espíritu del 78 se respeta en las formas, para empezar".

Su mayor discrepancia con los ponentes llegó después, cuando matizó la idea que había flotado en el ambiente durante toda la presentación, sin llegar a concretarse nunca de forma explícita. "El PSOE fue una pieza clave de la Transición", reconoció. "Pero el hecho de ser una pieza clave no te convierte en el protagonista absoluto de la obra. La Transición la hizo, primero, el Rey, que fue el piloto del proyecto. Y después Adolfo Suárez, que fue el presidente ejecutor. UCD fue una pieza importantísima . Y después, por supuesto, Santiago Carrillo también".

Se mostró de acuerdo en que "el gran acierto de Felipe González fue construir un proyecto abierto y transversal". Y lo resumió todo de forma escueta: "La Transición fue cosa de todos".

Mirando el asunto desde la perspectiva del PSOE, dividió sus últimos cuarenta años en tres etapas. De Felipe González destacó su prudencia y lo catalogó como su presidente favorito de la democracia española, "desde el final del siglo XIX hasta hoy". A Zapatero le agradeció que, cumpliendo la ley, le hiciera miembro permanente del Consejo de Estado, pero añadió que, a su entender, "debilitó algunos de los rasgos que Felipe había imprimido al espíritu del 78". Y en cuanto a Pedro Sánchez, se limitó a decir que "su historia todavía está por escribir".

Lo que sí que hizo, para terminar, fue ofrecer las reformas que él implementaría cuanto antes en el sistema político actual. Las resumió en dos medidas "muy impopulares", pero que no se quiso callar. "Volvería a hacer obligatorios los dos años de formación para todo aquel que quiera dedicarse a la política", comenzó. "Y no dejaría que pudiese meterse alguien que no haya tenido un trabajo antes fuera", terminó. "No tiene sentido que alguien que aspira a gobernar a sus vecinos no haya demostrado primero que sabe gobernar su propia vida. Nadie debería entrar en política para huir del paro". Recordó, a ese respecto, unas palabras del propio Felipe González: "Quien sólo sabe ser concejal, no sabe ser concejal". Y remató: "No digamos ya quien sólo sabe ser presidente del Gobierno".

Temas

En Cultura

    0
    comentarios